Otras miradas

El apellido perdido de Margarita

Andrea Momoitio

Periodista y coordinadora de Píkara

El apellido perdido de Margarita
Un instante en el documental 'Lejos de los árboles'

Modesto Mangas, más conocido como Madame Arthur, llegó a Barcelona en busca de fama, fortuna y libertad. Dejó atrás Villavieja de Yeltes, la localidad salmantina en la que nació, para convertirse en una estrella del cabaret de los años 70. Su historia, recogida en un documental, es de las pocas que está bien documentada y, probablemente, una de las más estrambóticas.

 Madame Arthur, tal y como recoge Iñaki Estella, doctor en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid, en su artículo ‘Políticas del cabaret durante los 70 en Barcelona’, fue "una de las primeras travestís" "detenida mientras corría de un local a otro aún 'vestida de noche' para ver la actuación de una compañera". Tendría ganas y urgencia de música y diversión, de encontrarse con las suyas, de disfrutar de aquellos números que sorprendían a un público que no podía dejar de jalear a las estrellas al acabar cada espectáculo. En el mismo texto, Estella asegura que "el cabaret supuso un espacio ambiguo a medio camino entre lo subcultural y lo vanguardista que permitió, quizá por esa cualidad limítrofe, la aparición de los primeros espectáculos de travestís en plena dictadura".

Madame Arthur dejó el mundo del espectáculo durante siete años a petición, bajo secreto de confesión, de "un dominico, el padre Tuya". Al menos eso le contó a Antonio Gracia José, Pierrot, autor de la obra más completa sobre el transformismo en España: Memoria trans. Transexuales, transformistas y travestis. El libro es una joya narrada prácticamente de memoria. Apenas se ha investigado todavía el estallido de plumas que venía gestándose durante los últimos años de la dictadura y explotó por completo tras la muerte del dictador Francisco Franco. Los cambios legislativos, sin embargo, tardaron mucho más en llegar. La homosexualidad estuvo penada hasta el 26 de diciembre de 1978 y la Ley de Peligrosidad Social —heredera de la más famosa ley de Vagos y Maleantes— no fue abolida por completo hasta 1995. Mientras algunos y algunas se pegaban en el hemiciclo buscando la apertura y otros se atrincheraban para evitar los cambios, la libertad se abría camino en las calles.

El golpe de Estado había arrasado con los café cantante y los espectáculos de variedades que podían encontrarse en muchos pueblos y ciudades españolas desde mediados del siglo XIX. Los transformistas, también conocidos como "imitadores de estrellas", lograron con la transición recuperar casi por completo las luces que les había robado la dictadura. En las grandes ciudades, sobre todo, los espectáculos de travestis llamaron la atención del gran público, que se acercaba curioso a los locales en los que, prácticamente a diario, podían disfrutar de "universos espectaculares y llenos de espectáculo que brillan en una libertad que solo permiten los márgenes, lo clandestino y lo pasajero". Son palabras del artista Antoni Hervàs, autor de la obra 'Copacabana'.

El nombre hace referencia a uno de los locales más míticos de la ciudad de Barcelona. El local estaba en Passatge de la Banca, justo al lado del Museo de Cera. Inaugurado en 1960, estuvo abierto hasta 1971. El dictador seguía organizando la venganza mientras el país se organizaba para el cambio. En Barcelofília cuentan que, en sus inicios, Copacabana "era una propuesta orientada básicamente a los turistas con música en directo, camareras y actuaciones de flamenco que conformaban un guirigay ideal para el gusto de los marinos americanos y los forasteros que buscaban ambiente nocturno tipical spanish".

La fama del local logró su punto álgido cuando, en los años sesenta, el director Jacinto Esteva lo eligió para rodar una escena de su documental Lejos de los árboles. El film, que se presentó en 1972, es un ejercicio cinematográfico que sigue causando gran interés. Dicen de él que es "un documental casi antropológico" "que recorre algunas tradiciones españolas relacionadas con el dolor y la muerte". Entre las escenas, ya casi al final, Esteva nos permite asomarnos al Copacabana. En Memoria trans. Transexuales, transformistas y travestis, Tonia [no se cita su apellido] narra también cómo fueron los primeros años del local, antes de que tuviera escenario: "Allí actuaban muchas, pero no machos, eran Margarita, ¡que maravilla de travesti! Se perdió en el alcohol y el régimen; Rosalinda, Tulita, Sandra que fue la única travestí hecha en Copacabana y exportada al extranjero".

Es Margarita la que nos interesa. Recogida en toda la documentación sin apellido, protagonizaba, según Tonia, "uno de los números más aplaudidos del Copacabana".  "Margarita, disfrazada con un traje de volantes, hechos con papel de periódico, hacía que uno del público les prendiera fuego para bailar al ritmo de la danza del fuego mientras rezaba para no terminar convertida en una pira funeraria".

Es ese, precisamente, el número que le llamó la atención a Esteve. En la película filma este espectáculo, probablemente en una de las escenas más recordadas de la película. Entre palmas y algarabía, fuego. El mismo fuego que se llevó a Ocaña, aplaudido. Manuel Delgado, en el artículo ‘El arte de danzar sobre el abismo’, asegura que la película es "una denuncia de lo atávico e inercial que sobrevivía en la España desarrollista de los sesenta", que es un regreso "a uno de los temas centrales para las vanguardias del siglo XX: la alteridad, los otros mundos que están en este, el más allá que está aquí, las puertas o trampillas a través de las cuales se accede a otros universos humanos ocultos o invisibles".

Ahí, precisamente en la oscuridad, parece haberse perdido el apellido de Margarita. [Escríbanme si alguien lo conoce]. El apellido de Margarita y el de otras tantas artistas transformistas de aquellos años. A la dificultad de acceder a archivos y documentación, en este caso se añade la dificultad propia de buscar las historias de quienes no tuvieron siquiera la oportunidad de ser reconocidos por su propio nombre.

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