Otras miradas

Si bebes, no agredas

Ana Bernal Triviño

Si bebes, no agredas
Javier Pérez Santana, productor de "Mí vacío y yo", que fue detenido por la presunta agresión sexual anoche a una actriz durante la fiesta posterior a la celebración gala de los Premios Feroz, a la salida del Juzgado de Instrucción número 6 en funciones de guardia de Zaragoza, que ha decretado libertad con cargos para el detenido. EFE/ Toni Galán

En 2018, el actor Julián López dijo en la presentación de los Feroz que esos premios eran "el mejor secreto guardado del cine español... ese, y el nombre de nuestros acosadores sexuales". Y tras esa frase se hicieron cinco tensos y largos minutos de silencio que solo fueron interrumpidos por unos cuantos aplausos no muy marcados. Y luego, López añadía: "Lo que pagaría por saber quién se está poniendo nervioso ahora mismo". En pleno #MeToo, cuando todo un auditorio podía haberse caído en aplausos para arropar a las víctimas que aún no señalaban a nadie temiendo falta de apoyo, la reacción del público (que no de la organización) fue tibia, a medias. Pocas veces un silencio dijo tanto. Lo cual dejó la inquietud de cuántos se sintieron aludidos, de cuantos normalizan las agresiones y cuántos otros se negaron a aplaudir... porque tienen negocios con los que acosan, y lo saben.

Cinco años después de aquello tenemos la primera denuncia por acoso en una fiesta de esos premios. Tras la denuncia de una artista, varias personas han dicho que ya sabían de esa persona o que también se sintieron acosadas. El tema es que bastante antes que ahora, muchas actrices sabían que estaban siendo acosadas y no lo normalizaban pero el miedo que tenían era el de denunciar a alguien que saben que va a ser respaldado. En esto, también influyen los nombres y las estructuras de poder. Y ese miedo, a pesar de que haya una denuncia, sigue existiendo.

En cuanto la noticia saltó, ya apareció el..."bueno, estaban en una fiesta", "cuando se bebe, uno hace cosas que no quiere", "es que iba a tope"... En una fiesta todo el mundo bebe y no todo el mundo agrede, con lo cual no es algo que tenga que ver con la bebida sino con la conducta y con lo que uno ha aprendido. El alcohol es solo el escudo, el parapeto tras el que esconderse. Y así lo usan hoy día muchas defensas en los tribunales porque saben que funciona. 

Si se tuvo en cuenta en el asesinato de Nagore Lafagge, la joven violada y asesinada en Pamplona, cómo no se va a usar en otros contextos. Es el as de la manga, porque mientras las defensas lo usan de excusa en los delitos contra las mujeres, nos encontramos que es un agravante en los delitos de tráfico. Aquella campaña de "Si bebes, no conduzcas" deberíamos de cambiarla por "Si bebes, no acoses" y, de paso, que los tribunales tuvieran claro que no es, ni de lejos, un atenuante de una conducta que ya viene adquirida de casa. Ojo, que se habla mucho de una sentencia del Supremo que en su momento descartó rebajar una pena por el consumo de alcohol, pero es que la propia sentencia anterior ya había aplicado también la atenuante analógica de embriaguez. Es decir, el alcohol es aún una excusa porque está permitido y respaldado.

Por cierto, mientras los titulares se centran en el debate de la reforma de la ley del sí es sí, como en todos estos años nadie se toma en serio la prevención, los delitos siguen sucediendo cada día. Dani Alves o lo de los premios Feroz son solo la punta del iceberg de las denuncias. La mayoría sin saltar a titulares de las grandes televisiones. 

Ayer mismo, Directa publicó la denuncia de cinco mujeres de movimientos sociales que tuvieron "relaciones sexoafectivas con una persona que no existe, con un policía infiltrado" y lo califican de abuso sexual por parte del Estado. Este caso que anula la autonomía de las mujeres sería un ejemplo más de lo que también se lleva diciendo desde hace tiempo y es que el concepto "consentimiento" se queda corto, cuando ese consentimiento está viciado. Y es comprensible, desde las razones técnicas de la justicia, el uso de este concepto, pero también que en la práctica hay situaciones que evidencian su limitación, porque consentir no es siempre desear. Se puede consentir hasta por mera supervivencia. Que ya decía MacKinnon aquello de "la regla legal del consentimiento es tan perversa que la mujer puede estar muerta y haber consentido". 

Más Noticias