Otras miradas

Contundente 'no' al neoliberalismo en Ecuador

Elvin Calcaño

Una mujer vota en las elecciones locales y el referendum constitucional de Ecuador, en un colegio electoral en Quito. REUTERS/Karen Toro
Una mujer vota en las elecciones locales y el referendum constitucional de Ecuador, en un colegio electoral en Quito. REUTERS/Karen Toro

En agosto de 2016 llegué a Ecuador por primera vez. Las autoridades de una universidad creada en la época del expresidente Rafael Correa me habían invitado a formar parte de ese proyecto académico para impulsarlo internacionalmente. Eran tiempos donde Ecuador, país hasta entonces poco conocido incluso en el espacio latinoamericano, se posicionaba mundialmente con grandes avances en desarrollo económico, educación superior y reducción de desigualdad. Sin embargo, trabajando en aquella institución luego vi cómo se iba deteriorando el país; cómo una lógica política perversa –de la cual, bien recuerdo, advertí a amigos ecuatorianos– basada en el odio, la irracionalidad y, especialmente, la mentira fue destruyendo todo. Este pasado domingo hubo elecciones regionales y un referéndum en ese país. Y, según los resultados, el admirable pueblo ecuatoriano comienza a castigar a los responsables de su destrucción. Veamos.

En 11 de abril de 2021 Guillermo Lasso, banquero neoliberal, ganó en segunda vuelta al abanderado del progresismo Andrés Arauz. Comienzo por esa fecha porque considero que ese día no tuvo lugar una simple victoria electoral de la derecha ecuatoriana. Ese día, en términos gramscianos diríamos, ocurrió un "triunfo histórico" de los sectores oligárquicos y de sus portavoces políticos. Porque en aquel resultado electoral cristalizó la conjunción entre dominación mediática-cultural y dirección política. Clase dominante y clase dirigente se sellaron en una sola esa noche. La victoria de Lasso supuso, ante todo, el triunfo cultural de los sectores económicos, políticos y mediáticos que impusieron al resto de la sociedad su narrativa sobre cómo interpretar el pasado reciente del país. Arauz perdió, a mas de errores de campaña y otros factores contingentes, porque la superficie discursiva que se instaló en medio de aquella justa electoral le fue totalmente contraria.

Así fue que Lasso pudo, mediante una campaña de segunda vuelta técnicamente impecable, dejar de ser el banquero responsable del feriado bancario (crisis financiera a principios de siglo XX que generó la mayor ola migratoria de la historia ecuatoriana) para pasar a ser un abuelo cool con zapatos rojos que representaba éxito y decencia. Porque como era "exitoso" no necesitaría robar. Siendo el significante corrupción el elemento estructurante de las opiniones mayoritarias en aquel contexto electoral. De ese modo, la derecha ecuatoriana desplegó una efectiva campaña basada en técnicas de "meme drops" y manejo de marcos mentales. Con ello, convirtió pura ideología neoliberal en sentido común; en aquello que circula orgánicamente en ámbitos cotidianos donde el ciudadano promedio cree que no hay ni política ni ideología. De manera que, con un trabajo sistemático sobre los sentidos comunes, se fue posicionando en Ecuador que todo lo que hubo antes con el expresidente Correa fue corrupción. Y narcotráfico también dicen los más audaces y envalentonados anticorreístas. Pruebas sobre eso no tienen. Pero no les importa pues saben que, en estos de tiempos de redes sociales, la verdad es cuestión de intensidad no necesariamente de hechos.

Con Correa, de 2007 a 2017, Ecuador fue el país que más avanzó en América Latina reduciendo desigualdad según el índice GINI. Miles de jóvenes ecuatorianos de origen modesto salieron a estudiar becados hacia universidad de todo el mundo. El país fue el segundo más seguro de la región. Se construyeron hospitales, escuelas, puentes y carreteras que, en su momento, deslumbraban visitantes o extranjeros como yo. Hoy todo eso se ha revertido. El Ecuador actual tiene, en Guayaquil y Esmeraldas, dos de las ciudades más violentas del mundo. Muchas carreteras están a merced de una simple lluvia para quedar intransitables. El año pasado, entre octubre y diciembre, se estableció un récord de ecuatorianos migrando. Los hospitales están desabastecidos. Y en el registro civil se tardan hasta nueve meses para entregar una cédula de identidad.

Esa destrucción objetiva se dio con el aplauso de personajes como el actual presidente Lasso. Quien, como candidato, dijo que había que acabar con el sector del expresidente Correa aunque se afectara la economía. ¡Y vaya que lo lograron! Por su lado, medios concentrados han aplaudido todas las medidas de desmonte de la institucionalidad anterior diciendo que eso traería libertad y democracia. Recordemos que la elección de Lasso constituyó un triunfo histórico dado que implicó la articulación entre dominación ideológica (mediática) y dirección política. Y desde esa estructuración es que se plantearon las elecciones regionales del domingo. Donde Lasso colocó un referéndum en el que, entre otras cosas, se le decía a la gente que aprobando la extradición de ciertos delincuentes se reduciría la criminalidad. Como si Colombia y México, que permiten la extradición hace años, con eso se convirtieron en países seguros. Y peor aún, para que sea efectiva la extradición algún tercer país debe solicitar a esos delincuentes porque hayan cometido delitos en su territorio. Actualmente no hay un solo delincuente ecuatoriano solicitado por ningún país.

Pero llegó la noche del pasado domingo y se comenzaron a contar los votos. Y allí, pues, quedó evidenciado que el pueblo ecuatoriano le dijo no al neoliberalismo y a su lógica política. El No ganó en las ocho preguntas del referéndum. Todo lo que propuso Lasso, a partir de preguntas engañosas, fue ampliamente rechazado por la gente. Y en la elección de alcaldes y prefectos (una suerte de gobernadores de provincia o comunidad electos) el partido del expresidente Correa arrasó ganando en las cuatro provincias de mayor población y, lo más contundente, alcanzando las alcaldías de Quito –la capital– y Guayaquil; siendo estás las dos ciudades más pobladas e importantes de Ecuador.

Por ello decíamos que, parecería, se comienza a instalar un consenso de castigo a los representantes del neoliberalismo destructor ecuatoriano. Lo cual implica una derrota cultural para los aparatos mediáticos concentrados. Y una derrota política para la articulación entre sectores privados y del poder estatal que sostienen la fallida presidencia de Lasso. El triunfo histórico les duró poco (algo que transgrede la teorización gramsciana). Y ojalá sea para bien de esas mayorías ecuatorianas que tanto merecen volver a vivir en paz y mejor.

Más Noticias