Otras miradas

Maniqueísmo insulso

Sergi Sol

Periodista

Un oficial de la policía fronteriza israelí camina cerca de la casa de un palestino que llevó a cabo un ataque con disparos en el asentamiento judío de Kiryat Arba. Foto: Mamoun Wazwaz / APA Images via ZUM / DPA
Un oficial de la policía fronteriza israelí camina cerca de la casa de un palestino que llevó a cabo un ataque con disparos en el asentamiento judío de Kiryat Arba. Foto: Mamoun Wazwaz / APA Images via ZUM / DPA

Barcelona ha roto formalmente con Israel. Es una declaración sin efecto práctico alguno. Es una decisión ideológica, de condena a Israel por la política de ocupación de su Gobierno en los territorios palestinos ocupados de Gaza y Cisjordania.

El Gobierno de Israel es el más derechista de la historia. Jamás tuvieron tanto poder los fanáticos ultraortodoxos. Su presidente es un tipo como Netanyahu, sobre el que pesa la sospecha de corrupción. Pero lo relevante -más allá de sus presuntas corruptelas- es que progresivamente ha ido ocupando un espacio más derechista. En el sentido que se proyecta como una suerte de partidario de dejar a los palestinos sin un palmo de su tierra".

Netanyahu no parece un tipo que quiera ningún tipo de paz justa con los palestinos. Nada que remotamente tenga que ver con los Acuerdos de Oslo. Tal vez incluso ha llegado a la conclusión de que hoy por hoy no es posible paz alguna mientras los interlocutores sean gentes como Hamas. O sencilla y llanamente apuesta por colonizar toda Cisjordania achicando el espacio para los árabes. Como ya lleva ocurriendo en Jerusalén, cada vez menos árabe y más judía.

Y por lo que respecta a Gaza, consolidar esos 360 km2 de tierra (la mitad que el municipio de Madrid) como un inmenso campo de concentración frente al Mediterráneo. Un laboratorio humano, de gentes hacinadas que viven sin esperanza alguna, sometidos a un gris destino en el mejor de los casos.

¿Pero que cabe decir de los que gobiernan Gaza? Hamas no es precisamente un referente de libertades que pueda ser convalidado a ojos de cualquier persona con valores progresistas. Por lo menos como los entendemos en Europa Occidental con sus más y sus menos. Con todo, no es mejor el jeque de turno de Hamas que el presidente electo Israelí.

Hamas sigue aferrada al dogma de destruir el Estado de Israel. Y el tipo de sociedad que plantea por supuesto que se parece más a la saudí que a cualquier sociedad europea. Por lo que respecta a Cisjordania, la situación lejos de mejorar, empeora por momentos. Ni que sea porque cada año hay más asentamientos y eso, por supuesto, que complica cualquier salida como la planteada antaño. Paz por territorios es hoy una quimera.

No hay hoy un Yizhak Rabin a la vista. El laborismo no levanta cabeza. El Likud gana elección tras elección. Y la derecha confesional no deja de multiplicarse. Cada vez están más y más radicalizados. Pero la semilla que crece al otro lado del muro, a menudo da pavor. Malos tiempos para aquellos que persigan honestamente soluciones de consenso.

Por eso mismo es más que de dudosa utilidad los anuncios como romper toda relación con una de las partes. Como si no hubiera complejidad alguna en un asunto tan espinoso. Pronto olvidamos también asuntos que no deberían ser menores cuando nos alineamos incondicionalmente. El 30 de Octubre de 2017, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) se mojó con claridad en una de las escasas veces en que la ANP se ha pronunciado en un asunto relevante que afectaba a España. Y a Catalunya en particular.

Mariano Rajoy acababa de aplicar el 155 en Catalunya y desposeído de toda atribución al Gobierno legítimo de Catalunya. Pues bien, la ANP se pronunció alto y claro manifestando su apoyo incondicional a las drásticas medidas tomadas por el jefe del Partido Popular. No se cortaron: ‘Palestina apoya una España fuerte y unida y cree que el compromiso con la Constitución española y el dialogo son la vía para resolver todos los asuntos internos españoles’. Luego fueron encarcelados Junqueras y compañía. Y nada dijo la ANP.

Ada Colau echó de su Gobierno al Partido de los Socialistas de Catalunya de Colboni a cuenta de su apoyo al 155. Se supone que una medida tan drástica no se toma si la cuestión es menor.

Pero olvidando este detalle sin importancia. ¿En qué ayuda esa medida de suspender relaciones con Israel al pueblo palestino que padece las penalidades de la ocupación? ¿En qué mejora la calidad de vida de las gentes de Gaza? ¿En qué frena a la derecha religiosa? ¿En qué medida ayuda a frenar los asentamientos en Cisjordania? Y, finalmente, ¿ayuda a los partidarios de una solución dialogada en el marco de la Constitución Israelí como en su día pidió la ANP para Catalunya y España?

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