Otras miradas

La balada de Ellie Williams, 'The Last of Us'

Guillermo Zapata

Joel y Ellie en el último capítulo de The Last of Us.- HBO
Joel y Ellie en el último capítulo de The Last of Us.- HBO

[Nota: Este artículo contiene spoilers del último capítulo de la primera temporada de Last of Us y de la temporada en general]

Acabó la primera temporada de The Last of Us y Ellie se encontró, aturdida, con la mentira que hace que ingrese en la vida adulta. La mentira se la cuenta Joel, su padre. La mentira consiste en negarle la posibilidad de elegir su lugar en el mundo. Un lugar definido por dos posibilidades, vivir sabiendo que podría curar a los restos de humanidad que quedan en un mundo poblado de Cordyceps pero que ha decidido no hacerlo o morir sabiendo que los restos de lo que queda del mundo podrían vivir sin la amenaza del Cordyceps gracias a ella. Las dos decisiones se le han negado. Primero se la negaron los luciérnagas y después se la negó Joel.

Joel le miente por miedo. Miedo a que le deje. Miedo a perderla. El miedo más comprensible del mundo. Miedo a que la vida que había podido completar de nuevo, se vuelva a romper y no soportarlo, pero es una mentira que funda una relación entre los dos y que, como las nubes en el horizonte, avecina tormenta.

Ellie entra en el mundo adulto como cualquier otra personas joven, de golpe y sin propósito. Ignorando cosas sobre sus mayores que harán que muy seguramente se retuerza de rabia, que harán que, quizás, se vuelva peor persona, que harán que, quizás, se aleje de Joel para siempre. Las decisiones al final de la humanidad no son fáciles.

Pero Ellie es más que eso. Ellie es el eslabón entre un mundo que muere y uno que nace. Los restos de humanidad que pueblan el mundo de The Last of Us se dividen en dos categorías fundamentales: los que han aprendido a vivir en el mundo del Cordyceps y los que no. Lo que creen que no hay vida posible en ese mundo y los que creen que sí, que es posible, que sólo hace falta quererse y organizarse.


La decisión de Joel de salvar a Ellie de una muerte por un bien mayor no es sólo un acto de egoísmo para no perder lo que quiere, eso lo hace después, cuando le miente. La decisión de Joel, que en el videojuego encarnas con tus propias manos, define el momento en el que asume en quÉ mundo vive. Uno en el que si se quiere ser feliz tienes que asumir que el Cordyceps existe. Un mundo sin vuelta atrás.

Es muy diferente jugar a The Last of Us en 2013 cuando salió que jugar o ver la serie ahora. El motivo es la pandemia de la covid-19. No es sólo que la covid-19 nos haya enseñado que la vacunación global nunca depende de una única persona, ni de un único momento milagroso, sino de la cooperación tecnocientífica entre miles. Eso ya lo sabíamos. Lo que la covid-19 nos ha demostrado es que si mantenemos los vínculos y nos organizamos podemos sobrevivir dignamente. Podemos fundar comunidades e incluso, con suerte, podemos tener un huerto y plantar fresas y morir dignamente por algo que no sea la infección de un zombie, como hacen Bill y Frank, la pareja que vive su amor en medio de un apocalipsis que no es tal, porque tienen un huerto y un piano donde tocar canciones preciosas.

Tampoco lo es para los miembros de la comuna en la que vive el hermano de Joel con su pareja y, pronto, un hijo. Allí han aprendido a cuidarse y defenderse lejos del Cordyceps, pero también del gobierno fascista de Fedra y de los propios Luciérnagas, que han perdido el sentido de lo que hacían porque han olvidado que de lo que se trataba era de construir el cielo en común, no de tomar el infierno por asalto. El infierno es mal lugar para vivir. Decía Italo Calvino que hay que buscar las partes de infierno que no son infierno y darles espacio, y tiempo, y eso no se puede hacer mientras todo lo que eres, tu dolor, tu sufrimiento, está atravesado por el enfrentamiento con los otros. Aunque los otros sean los fascistas más fascistas de la tierra.

Hay que buscar los pedazos de infierno que no son infierno. Las comunas, los huertos de fresas, los pianos, los chistes malos. Hay que saber encontrar jirafas.

Y quizás eso es lo que Joel le niega a Ellie con su mentira, quizás se queda atrapado en su miedo, en una relación similar a la que los luciérnagas desesperadas por una vacuna o un milagro o un algo que lo cambie todo.

Quizás Joel no es capaz de decirle que merece la pena vivir en un mundo donde hay jirafas en libertad en medio de Boston a pesar de todo. Y que pase lo que pase van a estar juntos para cuidarse. Al negarle eso, Ellie se queda sin saber todo el cielo que había en ese infierno y eso siempre son malas noticias. En la tele, en los videojuegos y en la vida.

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