Otras miradas

Poliqué, poliamor

Andrea Momoitio

Periodista. Coordinadora de Pikara Magazine

Tiene algo más de 40 años, es feminista, hetero y lo está pasando fatal por un tío. Han estado juntos prácticamente medio año. Él tiene pareja. Ella lo sabía, pero se creyó sus promesas. No quiso abrir la relación que tenía con su mujer, decía que iba a dejarla tarde o temprano, que ya no follaban, que no estaba enamorado. Obviamente, no ha cumplido ninguna de sus ofertas. Cuántas conversaciones, para mi desgracia, he tenido que escuchar de ese estilo. Es insoportable saber cómo hablan de nosotras, de las nuestras, cuando no estamos delante.

Decía Ane Eleizegui en Pikara Magazine que mientras "nosotras estamos dando pasos gigantes para pensar otras formas de amarnos, de querernos, de follarnos, y ellos parecen anclados en el siglo XIX". Planteaba acabar con la impunidad de sus mentiras instaurando el miedo: "¿Cómo se quedarían si supieran que cualquier día, en cualquier momento, podría llegarle a su novia un mensajito con la información precisa para que le mande al carajo?". Lo más probable, me temo, es que no nos creerían de primeras, pero también tengo claro que la mayoría de las mujeres que conviven con hombres mentirosos, en el fondo de sí mismas, saben que no son de fiar.

Estos días ha saltado el poliamor a los medios más convencionales. Lo estaban comentando, incluso, en Ya es mediodía. Según una encuesta, publicada recientemente, del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre relaciones,  el 41,4% de los y las españoles no cree que sea un drama que se mantengan relaciones sexuales fuera de la pareja y el 47,4% cree que se pueden mantener dos o más relaciones afectivosexuales a la vez. Lo que me gustaría saber a mí es qué tipo de relaciones abiertas tenemos o nos gustaría tener.

Me temo que hay muchos tipos que están encantados con la idea de follarse a otras, pero no quieren hacerse mucho cargo de qué y cómo se sienten sus compañeras. Me he estado acordando estos días de Los amores que se quedan al margen, un reportaje que escribí durante la pandemia sobre relaciones afectivas no normativas durante la pandemia. Me he acordado especialmente de Patricia. Ella me contaba que no estaba del todo mal, que asumía con más o menos entereza no poder ver a su amante durante el confinamiento porque estaba con su pareja: "No me siento en un segundo plano, pero es verdad que no vivo con él ni su cumpleaños ni las navidades, por ejemplo, pero lo que realmente echo de menos son las fotos. Puede parecer una tontería, pero me da mucha pena no poder tener fotos con él".  Me da una pena terrible, la verdad.


En esa ocasión,  Roma de las Heras, sexóloga y activista de las relaciones no convencionales, me contaba que no solo se trataba de que todas las personas tengan toda la información, sino de evitar que se promuevan dinámicas en las "que una persona puede decidir y la otra no. Es el hecho de la convivencia lo que hace que esa situación sea desequilibrada. Si te puedo llamar en general cuando sea, salvo alguna excepción, pues bien, pero si es 'no me llames cuando estoy en casa' es cuando hablaría de una dinámica de poder. En el entorno bollofeminista, además, nos cuesta ponerle nombre a esa dinámica porque tenemos mucho discurso sobre los acuerdos y los consensos. Decimos que es consensuado, pero si pensamos un poco qué significa eso, nos encontramos con un lo coges o lo dejas".

Desde los feminismos, hemos hablado hasta la saciedad del amor. De hecho, creo que, a veces, nos hemos ocupado excesivamente del tema. Hay una producción teórica ingente. Si me tengo que quedar con un texto en concreto, no me caben dudas: El poliamor ‘is the new black’*, de Brigitte Vasallo. Lo dice claro: "Tener varias relaciones sexo-afectivas simultáneas es solo un aspecto formal y visible de un inmenso entramado que, si no desmantelamos, solo reproduce el mismo sistema, pero con otro nombre". Por eso, porque las feministas tenemos claro que no vale solo con tener más relaciones, que lo importante es arrejuntarse de otra manera: Cuidar más a las amigas, no priorizar los planes con la pareja por encima de todo, hablar de cómo nos sentimos, hacernos cargo de qué sienten las otras con las que nos relacionamos.

Lo dice mejor Vasallo, así que no voy a intentar ni parafrasearla: "Desde la ruptura formal de la monogamia hasta la construcción de relaciones no monógamas hay un abismo. Y en ese abismo es donde está la potencialidad del movimiento: en las dudas, en los límites, en los miedos, en los pasitos adelante y los saltos atrás. Su carga subversiva, si la tiene, vendrá de los gestos cotidianos, no de las grandes heroicidades que deben su imaginario a tiempos jerárquicos e individualistas que queremos dejar atrás, que pertenecen a un mundo donde el dolor, la vulnerabilidad, el cuidado, los vínculos, la empatía, ni siquiera existen. Nos han impuesto sus formas durante siglos con resultados deplorables".

En la misma línea, Sandra Bravo, autora de Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre. (Poli)amor, sexo y feminismo (Plan B, 2021), asegura en una entrevista que "nos estamos yendo al relato simplista de que poliamor es una tríada, de que poliamor es lo mismo que estamos haciendo hasta ahora pero con más gente, follando más y un poquito más viva la pepa. Puede pasar que se esté dejando de lado que comprometerte con más gente implica multiplicar los cuidados, la responsabilidad afectiva, el tiempo que tienes que dedicar a tus afectos, multiplicar la escucha, multiplicar muchísimas cosas, y esto no se está visibilizando".

Ahí es nada.  El 47,4% cree que se pueden mantener dos o más relaciones afectivosexuales a la vez, que no hay drama, pero la verdad es que es mucho más complicado de lo que parece. Quedar rota, después de mentiras o verdades a medias, deja  una herida que cuesta mucho curar. Mientras aprendemos cómo se hace, que suene Libre de mí, de Bife (ft. Valeria Cini): "Me encanta como nos contamos todos los deseos y las fantasías yo no quiero tener con vos menos cercanía que con mis amigas".

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