Otras miradas

Ante la sequía, innovar para aprovechar la lluvia en la ciudad

Gabino Carballo

Paisajista. Activista por un verde urbano sostenible. Vocal de la Asociación Española de Parques y Jardines Públicos

Varias hojas en el suelo a causa de la lluvia, a 17 de enero de 2023, en Barcelona, Catalunya (España). Foto: Kike Rincón / Europa Press
Varias hojas en el suelo a causa de la lluvia, a 17 de enero de 2023, en Barcelona, Catalunya (España). Foto: Kike Rincón / Europa Press

La presencia de cursos de agua es uno de los condicionantes de la forma urbana, especialmente en el régimen de lluvias del Mediterráneo, que se caracteriza por lluvias torrenciales después de largos periodos de sequía, como el que estamos viviendo ahora. La forma de la ciudad antigua mantenía una relación orgánica con el agua, que podía definir la forma y orientación de las calles. En ciudades como Barcelona se han implantado mecanismos innovadores para aprender de ese modelo de ciudad más adaptado a nuestro clima, especialmente importante en un contexto de crisis climática que incrementará las sequías y los episodios de lluvias torrenciales. En la ciudad antigua, el agua de escorrentía lavaba las superficies, para descargar en huertas, donde se reintegraba en el suelo junto con los residuos urbanos que se recuperaban de los pozos negros, y así la forma urbana respondía orgánicamente a la unión de los flujos más importantes del ecosistema.

Aunque la fuerza que verdaderamente ha condicionado la ciudad moderna ha sido el tránsito rodado y la construcción de redes; y la urbanización moderna ha entendido necesario separar a los ciudadanos de los procesos naturales, reduciendo riesgos referidos al agua, eliminando cauces naturales y sellando superficies para evacuar la escorrentía lejos de la urbe, tratando el agua de escorrentía como un residuo en lugar de como una oportunidad.

Un ejemplo extremo de esta aproximación al problema del agua es el planteamiento de Ildefons Cerdà para el Eixample de Barcelona: en la orden que aprueba el proyecto en 1859, consta la propuesta de un sistema de cerramiento de la nueva ciudad constituido mediante un canal de circunvalación destinado a recoger las aguas torrenciales procedentes de la montaña, como se aprecia en el "Plano de los alrededores de la ciudad de Barcelona; levantado por orden del Gobierno para la formación del proyecto de Ensanche". Una propuesta radical e inviable para la gestión del agua.

Sin los extensos espacios libres previstos, las enormes escorrentías y sus arrastres provocados por la impermeabilización del territorio dieron su origen al nombre de "Can Fanga" que los visitantes utilizaban antaño para referirse a Barcelona.

El alcantarillado de la ciudad ha podido mitigar eficazmente la escorrentía urbana hasta bien entrado el siglo XX. Las actuaciones paliativas del problema han resultado en la creación de costosos colectores y depósitos de agua de tormenta, exigentes en recursos energéticos y de gestión en su construcción y mantenimiento. Aun así, la imparable compactación del suelo urbano se ha traducido en una mayor cantidad y velocidad de la escorrentía que, mezclada con las aguas fecales, produce episodios de inundación y contaminación litoral.

Con la excepción de espacios verdes, apenas quedan superficies urbanas que no sean impermeables, lo que tiene efectos directos sobre la calidad ambiental. No retener agua en el suelo supone la desaparición de su efecto refrigerante por transpiración de las superficies urbanas, que agrava el efecto horno conocido como "isla de calor2, que incrementa la temperatura local, especialmente en verano.

Existe un tipo de soluciones que contribuyen a mitigar estos efectos con un bajo impacto energético y económico: las técnicas conocidas como Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible, conocidas como SUDS. Estos sistemas, inspirados en la naturaleza, intentan absorber agua de lluvia antes de que acceda al alcantarillado, mediante las propiedades de los suelos y la vegetación, que actúan como "esponjas". Pueden jugar un papel en la gestión del agua en el espacio urbano, mejorando su calidad y reduciendo la presión sobre la red de saneamiento.

Los SUDS aumentan la absorción urbana mediante la permeabilización sistemática de espacios públicos y privados. Las superficies de pavimentos permeables contribuyen a rebajar la temperatura ambiente local al evaporar el agua que retienen durante los episodios de lluvia. Más efectivas aún son las superficies vegetadas y los árboles, que son capaces de retener y evaporar grandes cantidades de agua del suelo, rebajando de forma sustancial la temperatura en verano, cubiertas de edificios incluidas, y por esta razón se les denomina como "jardines de agua".

La infiltración y retención del agua, por pequeña que sea, contribuyen significativamente al equilibrio ambiental de las ciudades al aprovechar el agua inmediatamente para el riego de la vegetación o devolverla al ciclo natural por infiltración o evaporación.

Barcelona es una ciudad pionera en la aplicación de SUDS en espacios públicos, urbanizaciones y espacios verdes que integran SUDS en su diseño y gestión como el Parque de las Glorias, la Marina del Prat Vermell, el eje de Cristóbal de Moura y el Carrer Bolivia, por citar algunos ejemplos emblemáticos, y cuenta desde el 2020 con una Guía Técnica para el diseño de SUDS.

La experiencia acumulada ha permitido a Barcelona cooperar internacionalmente con ciudades como Ammán, la capital de Jordania, lo que ha animado al gobierno local a implementar un ambicioso plan de SUDS para mitigar el efecto de las lluvias torrenciales. Futuras colaboraciones intentarán implementar diversos SUDS en los campos de refugiados para mejorar las condiciones ambientales y de vida de sus habitantes.

El objetivo de todas estas medidas es promover un modelo de urbanización y gestión adaptado al escenario ambiental generado por la crisis climática, y una ciudad más sensible al agua. El desarrollo y gestión de la trama verde de la ciudad, con el conjunto de sus calles, tejados, plazas y parques y jardines concebidos como una "piel" transpirable, como un sistema de captación y gestión de agua, es el instrumento de mejora ambiental más directo y accesible a los ciudadanos. Nos acercamos así a una estética urbana del decrecimiento, desasfaltadora y reverdecedora, que atienda a criterios sociales y ambientales que den respuesta a la emergencia climática y energética en que nos encontramos.

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