Cada vez que se habla de temas como la movilidad sostenible, reverdecer la ciudad o el acceso asequible a la vivienda, el Partido Popular, especialmente el de Madrid, parece sentirse incómodo cuando no logra desviar la atención del debate hacia cuestiones menos relevantes. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué el PP trata de desviar el debate hacia otros temas en lugar de abordar cuestiones fundamentales como la vivienda, la movilidad o cómo hacer frente a las olas de calor?
Se puede pensar que el Partido Popular carece de proyectos en esos temas, o que simplemente no les importa porque no están relacionados con sus intereses electorales. Sin embargo, esta no es la razón fundamental detrás de su malestar cuando se abordan estos temas. La hipótesis que defiendo en este artículo es diferente: la misma mutación antropológica que ha dado lugar a la ideología neoliberal plasmada en un tipo de urbanismo, fiscalidad, noción de libertad y deterioro de los servicios públicos, también puede ser revertida y levantarse en su lugar valores nuevos en tablas nuevas.
Pero ¿por qué razón van a pensar que algo tan de sentido común, como facilitar el acceso a una vivienda de calidad en condiciones de seguridad, fomentar una movilidad adaptada a las personas o reverdecer la ciudad para afrontar mejor las olas de calor puede poner en duda y hacer tambalear su modelo? ¿Por qué saltan iracundos cuando se habla de la ciudad de los 15 minutos o en su día de Madrid central?
Porque asumen que mejorar la vida socava la base ideológica que sostiene sus valores y su modelo político. ¿Y eso por qué? Porque para que su modelo funcione necesitan que las relaciones sociales estén dominadas por el miedo, la desconfianza, el cinismo, el conformismo y la resignación. Solo así, solo sobre la base de generar una cultura que rechaza toda demanda de cambio y que solo protesta contra aquellos que pretenden cambiar algo, solo sobre la base de una obediencia ciega a las estructuras de dominación, pero con apariencia de ser incorrecto, solo sobre la base de la desigualdad que separa a la gente y solo sobre un yo fundado en el individualismo posesivo, es viable su modelo de libertad y sociedad.
Dicho de otra manera, precisamente porque son conscientes de que su modelo político se ha levantado impregnando cada aspecto de la vida cotidiana con ideología, tanto más eficaz cuanto más natural y despolitizada aparece, también lo son cuando observan ciertos temas que hacen peligrar los cimientos de su modelo. El problema que tiene el PP con reverdecer la ciudad o avanzar hacia un modelo de vivienda accesible, no es económico sino político/ideológico y, en última instancia, antropológico.
Su oposición frontal o sus soluciones que nunca cogen el toro por los cuernos y se dedican a marear la perdiz, cuando no a tratar de reeditar el modelo depredador que nos condujo a la burbuja inmobiliaria, se explican más por su miedo a que se generen nuevos imaginarios que acaben dando soporte a nuevos valores que a prejuicios de viabilidad económica.
Si la angustia generada en torno a cuestiones como la vivienda, el clima o la salud consigue traducirse en una demanda de soluciones compartidas y fomentar otros hábitos que, a su vez, ayudan a forjar otras formas de vida, entonces podría producirse un salto cualitativo en torno a cómo entendemos que debe funcionar la sociedad. Eso es lo que más temen: que la necesidad de realizar cambios en la vida cotidiana se encuentre con la posibilidad de realizar cambios estructurales.
Por eso necesitan practicar el negacionismo más descarnado o proponer medidas superficiales que mantengan el estado de las cosas, porque aceptar esta realidad pondría en duda todo su edificio político e ideológico. Es ahí, en cuestiones cotidianas que impugnan elementos estructurales, donde reside la realidad concreta que permite fundir en un mismo plano la ambición de transformación social y política de vivir bien con el sentido común.
Comentarios
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