Otras miradas

A toda máquina

María Guijarro

Diputada del PSOE por Bizkaia

El diputado del PSOE José Luis Ramos Rodríguez, abraza a la ministra de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez, tras finalizar una sesión plenaria donde se ha aprobado la Ley de la Vivienda, en el Congreso de los Diputados, a 27 de abril de 2023, en Madrid (España). Foto: Gustavo Valiente / Europa Press
El diputado del PSOE José Luis Ramos Rodríguez, abraza a la ministra de Transporte, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez, tras finalizar una sesión plenaria donde se ha aprobado la Ley de la Vivienda, en el Congreso de los Diputados, a 27 de abril de 2023, en Madrid (España). Foto: Gustavo Valiente / Europa Press

El otro día charlaba con algunas amigas sobre el fin oficial de la pandemia. Nos pusimos a recordar la situación tan extraordinaria que habíamos vivido durante tanto tiempo y lo que nos había supuesto en nuestra vida personal, laboral y familiar. Allí salieron miedos, situaciones de nuestras familias y alguna lágrima. Nos dimos cuenta de que aún no hemos digerido todo lo que pasó, todo por lo que pasamos.

Y a partir de esa conversación me puse a pensar en todo lo que hubiera pasado si el Gobierno no hubiera adoptado todas las medidas de escudo social. Tanta gente "tocada".  Autónomos, PYMES, trabajadores y trabajadoras de todas las profesiones que menos mal que tuvieron el mayor escudo social de la historia de España. Fue impresionante y aún hoy seguimos con ello porque en medio de la pandemia también nos llegó la guerra de Ucrania. Suma y sigue. Y menos mal que ahí también se desplegaron 45.000 millones en políticas sociales para hacer frente a los efectos de la guerra. Y sumando.

Pero también reflexioné sobre los que desde el principio se convirtieron en los profetas del apocalipsis. Desde el comienzo de estas dos circunstancias terribles, que nos han marcado los últimos tres años en la vida y en la política, los adalides del apocalipsis han ido augurando una hecatombe que nunca llega. Una curiosa manera de construir el país. Refugiados en el insulto y la descalificación, en Madrid y en Bruselas, no han querido reconocer que hemos recuperado el nivel de empleo previo a la pandemia, que pronto vamos a recuperar los niveles de PIB, y que la desigualdad no ha aumentado como sí sucedió durante la crisis financiera.

No han querido reconocer que España es el país de Europa "con más paz social" y que no se han cumplido sus pronósticos sobre que la subida del Salario Mínimo Interprofesional provocaría destrucción de empleo o que revalorizar las pensiones quebraría las cuentas a la Seguridad Social cuando se está reduciendo el déficit de este organismo.

No parece que sea una buena manera de proponer una alternativa de país los anuncios constantes de apocalipsis, el anuncio de la derogación de ley tras ley aprobada en las Cortes Generales o no tener ningún tipo de modelo alternativo a cuestiones clave como la política exterior del país, la vivienda, la transición energética o los y las jóvenes.

Lo de los jóvenes es capítulo aparte. Hemos aprobado políticas que ponen a los jóvenes en el centro con leyes como la de educación, la de Universidades o el aumento de becas hasta los 2.500 millones de euros que benefician a un millón de estudiantes. Y por supuesto las últimas medidas subvencionando el Interrail y la creación de un Interrail por España.

Pues hasta en eso, en una política pública que facilita viajes de ocio con un medio de transporte seguro y sostenible y que supone aprendizajes de todo tipo o fortalecer el sentimiento europeo. Pues hasta en eso, sale la derecha de siempre y dice que se quiere comprar con el dinero a los jóvenes. No se dan cuenta que el futuro dará la razón al progreso y que se quedarán en contra de esos avances y conquistas, que siempre será mejor ir a todo tren que quedarse en vía muerta.

Por si acaso, los y las progresistas, seguimos a toda máquina.

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