Otras miradas

La conspiración del pinganillo

Guillermo Zapata

Guionista y escritor

La conspiración del pinganillo
La actual presidenta de la Comunidad y candidata del PP a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, antes del inicio del debate de cinco de los candidatos a la presidencia de la Comunidad de Madrid en Telemadrid. EFE/Juanjo Martín.

Take Shelter, protagonizada por un inmenso Michael Shannon y escrita y dirigida por Jeff Nichols, nos cuenta la historia de alguien que se encuentra en la finísima línea entre ser un profeta y sufrir alucinaciones por una posible esquizofrenia. El personaje de Shannon tiene visiones apocalípticas sobre el fin de la humanidad y decide que lo mejor que puede hacer es construir un refugio para él y su familia. El problema es que quizás no esté teniendo visiones, sino perdiendo la cabeza. O quizás no. ¿Cómo saberlo? Es una película angustiosa sobre el miedo y la incomunicación.

Otra película que camina por ese lugar en el que lo horrible podría ser una broma o una amenaza es Silent Night, una de las revelaciones del Festival de Sitges de hace un par de años. La película, escrita y dirigida por Camille Griffin, cuenta la historia de una familia que va a celebrar la típica noche de Nochevieja mientras una horrible amenaza se cierne sobre ellos. La película, escrita antes de la pandemia de la covid-19 se ve como una suerte de premonición de la angustia, la sensación de realizar rituales absurdos en medio de un enorme pánico a lo que nos rodea. Y también, claro, el negacionismo.

Negar la realidad siempre ha sido un deporte al que la humanidad se ha entregado con pasión, pero sin duda estos años hemos visto repuntar un debilitamiento de la idea de verdad que muy rápidamente se incorporado al arsenal de debilitamiento de las bases de la democracia. No es raro que la extrema derecha haya estado detrás o al lado de las movilizaciones contra la covid-19, contra el 5G, contra las vacunas o denunciando los chemtrails. No hay una diferencia enorme entre luchar contra la democracia y luchar contra la verdad. Es más fácil creer que el presidente robó las elecciones si ya has ido dejando el lado de las pruebas en la parte de atrás del repertorio de análisis de lo que pasa y lo que no.

Pero creo que cometemos ciertos errores si pensamos que estamos muy lejos de esos conspiranoicos animosos. Creo que partir de una cierta tendencia general a creer cosas que no están pasando es una manera relativamente sana de no caer en ese territorio en el que "pensamiento crítico" y "superioridad moral" suelen confundirse.


Un ejemplo de cómo la izquierda no está súper alejada del gorrito de papel de plata es, bueno, toda la gente de izquierdas con gorrito de papel de plata, pero también lo rápido que una cierta idea de conspiración circula entre nosotros también. Ahí está el asunto del pinganillo por el que el genio detrás de la cortina le dice a Isabel Díaz Ayuso lo que debe decir y lo que pasa cuando éste falla.

Estas semanas, con cierta naturalidad, se ha establecido esta teoría de la forma en la que los memes se desarrollan en la sociedad digital. Primero como broma, lo que hace que circulen más rápido, y luego con una levísima mutación empieza a haber gente que le encuentra sentido a esta idea.

Expediente X, la ficción creada durante más de diez años por Chris Carter y que definió el humor social en los años noventa y prefiguró muchos de los elementos de la paranoia presente se sostiene sobre una base tan irracional como eficaz. Todo acontecimiento que quiera ser ocultado se ocultará con un acontecimiento más grande y más complejo que aquel que se quiere ocultar. A la porra la navaja de Ockham. Así, para ocultar un cadáver mutado por un virus alienígena no es buena idea quemarlo y tirar las cenizas a la zanja más anodina que imaginarse pueda, sino coger el cadáver, meterlo en un edificio gubernamental y hacerlo volar por los aires con un terrorista suicida.


El video definitivo que explica "lo del pinganillo" es un prodigio del pensamiento racional que expone todas sus cartas desde el principio. A Ayuso le preguntan por la justicia social y ella dice que no puede improvisar respuestas. En vez de creer exactamente lo que dice la presidenta de la comunidad de Madrid, que es que cuando le preguntan algo que no tenía preparado no lo hace bien, la conspiración nos devuelve una conclusión que se presenta como lógica, pero que es muchísimo más chiflada: la Presidenta de la Comunidad de Madrid no tiene un problema con la improvisación, tiene a un pinganillo en el oído, al otro lado hay gente con sofisticados argumentarios que le dicen lo que tiene que decir que la siguen cada vez que tiene un acto.

Ese planteamiento termina por desvelar lo que toda fuerza conspiranoica, lo que desvela Take Shelter: ante un hecho cuya explicación nos produce angustia, buscamos explicaciones más entretenidas e interesantes que sustituyen la respuesta al problema que se nos presentaba. El problema, por tanto, es explicar como alguien con poca capacidad de improvisación es, sin embargo, tan eficiente comunicativamente. A la postre, la idea de que Ayuso tiene algún tipo de Gadget contribuye a tres cosas. La presenta como una villana, le otorga más poder que el que su propia respuesta ha dado (Hola, soy un ser humano y no se me da bien improvisar) y, por último, le permite victimizarse y decir que la izquierda está tan obsesionada con ella que le fabrican conspiraciones de baja intensidad.

Lo importante no es tanto defender la verdad frente a las narraciones más o menos fantasiosas, sino entender de dónde vienen las fantasías, qué verdad intentan tapar (o qué miedo ocultan) y qué otros relatos que fortalezcan las verdades objetivas nos pueden servir.

Por ejemplo, la conspiración hoy nos devuelve miedo al futuro, miedo a la tecnología y miedo a la perdida de control sobre nuestro propio yo, sea a través de Inteligencias Artificiales, sea a través de una maquinaría tan grande y tan compleja frente a la que nos sentimos impotentes.

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