Otras miradas

'Sudemos', la izquierda y el 23 de julio

Noelia Adánez

Doctora en Ciencias Políticas

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz (izq), la vicepresidenta del Gobierno valenciano, Mónica Oltra (c) , la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau (dcha) ,la líder de Más Madrid, Mónica García (2º dcha) , y la portavoz del MDyC en Ceuta, Fátima Hamed (izq) durante el acto "Otras Políticas" que han protagonizado en el Teatro Olympia de Valencia. EFE/Ana Escoba
La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz (izq), la vicepresidenta del Gobierno valenciano, Mónica Oltra (c) , la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau (dcha) ,la líder de Más Madrid, Mónica García (2º dcha) , y la portavoz del MDyC en Ceuta, Fátima Hamed (izq) durante el acto "Otras Políticas" que han protagonizado en el Teatro Olympia de Valencia. EFE/Ana Escoba

Apenas comenzamos a digerir los resultados del 28M y la convocatoria de un adelanto electoral cuando, de pronto, todas percibimos la pirueta de Pedro Sánchez como su única aunque improbable baza para gobernar. Qué importantes son las percepciones en política y cuán atravesadas están por emociones y estados de ánimo colectivos.

El lunes por la mañana las izquierdas chapoteaban en el dolor, la tragedia y el drama. Los resultados no fueron nada buenos para el PSOE, que perdía poder institucional y con él, fuerza moral. Pero quien ha salido peor parado ha sido Podemos. Quedarse fuera de parlamentos autonómicos como el valenciano o el madrileño coloca a esta formación política en una situación de potencial irrelevancia. El público aireamiento de las diferencias entre Sumar y Podemos en los últimos meses ha tenido consecuencias. Los malos resultados de esta última formación se deben a factores diversos que en cada territorio han operado de distintas maneras, pero nadie puede dudar de que la bronca y la concurrencia por separado han terminado de configurar un espacio de izquierdas cuya principal característica hoy por hoy es que resulta totalmente incomprensible desde un punto de vista de la racionalidad política e irrespirable desde la perspectiva, por decirlo de algún modo, de la emocionalidad.

Necesitamos una izquierda inteligible si queremos que el PSOE, caso de lograr unos resultados razonables el 23 de julio, les vuelva a convocar a un gobierno de coalición. Y para que la izquierda resulte inteligible, más allá de presentar una única candidatura -algo que en este momento doy por hecho que sucederá- es menester que se acuerde un programa de gobierno con el que surfear la ola reaccionaria en un contexto de crisis económica en el que la alternativa es la austeridad. La candidatura unitaria de Sumar y Podemos -en adelante Sudemos si me permitís la licencia dadas las fechas de la convocatoria electoral- tiene que presentarse de tal manera que sea percibida como una opción solvente para contribuir al blindaje del Estado del bienestar frente a la ofensiva reaccionaria y neoliberal. Para ser percibida como inteligible y solvente tiene que ser ágil (el acuerdo debía haber estado ayer), clara y discreta en el terreno de lo emocional. No se trata de prescindir de las emociones, sino de hacer un uso inteligente de las mismas. Justo lo contrario de lo que ha venido sucediendo hasta ahora.

Pedro Sánchez ha ejercido su liderazgo (en cuya construcción las percepciones y las emociones también juegan un papel fundamental) apalancándolo en la asunción de responsabilidades por lo malos resultados obtenidos y en la institucionalidad de su cargo. En este último sentido, Sánchez ha convocado elecciones anticipadas porque puede hacerlo. No es perogrullada. Las ha convocado como una demostración de autoridad y fuerza. Y lo ha hecho para sorprender a sus adversarios, que sin duda hubieran preferido dedicar los próximos dos meses a amarrar cargos y gobiernos y ahora van a tener que diversificar esfuerzos. Lo ha hecho también para obligar a sus potenciales aliados a elegir: unirse o desaparecer. Ha repartido cartas y se ha quedado con el mazo.


En suma, Pedro Sánchez ha pasado de una actitud defensiva a la ofensiva, colocando las generales en un escenario, el de la presidencia española de la Unión Europea, en el que él se desenvuelve como pez en el agua y su adversario directo, Alberto Nuñez Feijóo, no. Sánchez, supongo, querrá que en una campaña que se estrenará apenas una semana más tarde de la presidencia española de la UE, con Ursula von der Leyen más que probablemente de visita en nuestro país, se hable por ejemplo de Doñana, porque corresponde a la presidencia española impulsar las agendas verde y social. Querrá colocar a las derechas en una situación en las que no les gusta estar. Porque no es lo mismo ir a denunciar a Bruselas las felonías de un presidente desleal -como el PP lleva haciendo desde el inicio de la legislatura- que asumir responsabilidades de gobierno y tener que llorar menos y gestionar más. Las derechas se han pasado la legislatura que termina de manera abrupta vapuleando instituciones y agitando el avispero de su propia irresponsabilidad. Hasta qué punto esta estrategia terminará por dar frutos electorales es algo que está por dilucidar.

Si el PSOE y la candidatura conjunta de izquierdas logran elevar el debate electoral, si logran trasladar a su potencial electorado la percepción de que votándoles es mucho lo que tienen que ganar porque están en condiciones de defender los intereses de las mayorías sociales frente a los artífices del austericidio y la reacción, pueden revalidar el acuerdo de gobierno y seguir construyendo durante al menos una legislatura más. Por parte de los partidos de izquierdas la cosa va de anticipar; por parte de su electorado se trata de votar. Así que ya sabéis: el 23 de julio, sudemos.

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