Otras miradas

Haced magia

Noelia Adánez

Doctora en Ciencias Políticas

Haced magia
Ione Belarra y Yolanda Díaz en una imagen de archivo.- EFE

He tomado la decisión de disciplinarme y no opinar sobre el contenido de las negociaciones que tal vez resulten en una candidatura conjunta de las distintas fuerzas de izquierdas de cara al 23J.

Por mi parte, espero que me presenten el resultado de los acuerdos como si los hubieran adoptado por arte de birlibirloque. Quisiera que hicieran magia, que materializaran una ficción ante la que poder aplaudir arrebolada y presa de la alegría. Tengo bastante claro que saber que detrás de una candidatura conjunta ha habido trampas y triquiñuelas no le resta ni un ápice de credibilidad a la magia; antes al contrario, acrecienta su poder mesmérico. La incorporación de Pablo Bustinduy a las listas de Sumar genera, precisamente, este tipo de efecto.

Alabaré la inteligencia de quienes han sabido darme gato por liebre, porque la política que ellos y ellas tienen que hacer, en este momento, consiste sobre todo en eso. Es lo que necesita el electorado de izquierdas y es lo que a escasos días de la fecha límite no están sabiendo darnos.

Entiendo que conciliar argumentos numéricos (elecciones 28M) con morales (papel de Podemos y sus dirigentes en la política española; emociones, amores y desencantos) no es cosa fácil. Si además hay que introducir una variable de orden especulativo que apunta a bajo qué formula se conseguirían los mejores resultados, todo es aún más complicado. Pero aquellos en quienes recae la responsabilidad de negociar tienen que intentarlo. La ausencia de alternativas no puede dar como resultado el bloqueo sino la subordinación a una única ficción política de todos los implicados. 

No está siendo fácil no opinar sobre estas negociaciones que a finales de la semana pasada ya estaban durando demasiado. El tiempo está proporcionando la oportunidad y en algunos casos la coartada para que la discreción y la eficacia sean sustituidas por el ruido y la manifestación de opiniones sorprendentemente vehementes y en algunos casos manifiestamente sectarias. Opiniones movilizadas a golpe de informaciones parciales, columnas, declaraciones, campañas en redes sociales y, por supuesto, encuestas que aspiran a inclinar de manera definitiva la balanza. Mientras hablamos de rendir tributo a políticas o quemarlas en la hoguera, mientras elegimos y negociamos las palabras que deben dar soporte a un proyecto de unidad al que adherirnos como lapas -como solo sabemos hacerlo en la izquierda-, mientras arrojamos a Podemos a los leones o proponemos la abolición de espectáculos sangrientos al estilo del circo romano, mientras todo esto pasa, los tiempos políticos y las oportunidades lo hacen también. Pasan, se agotan, se alejan. Y con ellas la posibilidad de aunar esfuerzos y dirigir nuestras limitadas energías hacia la política que determinará nuestras vidas: la que tiene que ver con nuestras condiciones de existencia, la que debe abordar la emergencia climática con determinación y valentía.

Las próximas elecciones generales son completamente insólitas. Convengamos que el próximo es un hito más que puede ser de cierre de un ciclo electoral denso que comenzó en 2018-19. Convengamos que en plena ola reaccionaria, con unas derechas al alza y unas izquierdas poco inteligibles y por esa razón, en parte, impopulares y desdibujadas, el único camino que queda por andar es el de la unión como ficción. Así las cosas, una candidatura conjunta que integre a partidos con sensibilidades y culturas políticas diferentes solo será posible si el electorado de izquierdas tiene una disposición inquebrantable a aceptar su existencia como una ficción materializada en una única papeleta para introducir en la urna a finales del mes de julio. Y esa ficción, en la política al igual que en otros ámbitos en los que juega un papel importante la representación -como sucede en la magia o en el teatro- funcionará únicamente si nos hurtan a las espectadoras los mimbres con los que se ha elaborado; si no nos los participan ni nos instan a elegir por qué escuela de magia nos decantamos. 

No necesitamos y no nos conviene saber cómo fue posible que, desde la adversidad, la desorientación y el conflicto aquella papeleta llegara a nuestras manos. Solo necesitamos que la papeleta, ¡chas!, aparezca a nuestro lado.

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