Otras miradas

Democracia o retroceso

Jesús López-Medel

Abogado del Estado

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, durante una sesión de control al Gobierno, a 17 de mayo de 2023, en Madrid. -ALEJANDRO MARTÍNEZ VÉLEZ / Europa Press
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez y la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz, durante una sesión de control al Gobierno, a 17 de mayo de 2023, en Madrid. -ALEJANDRO MARTÍNEZ VÉLEZ / Europa Press

Si alguien les transmitió que democracia es solo votar, les engañó. Es eso, pero también algo mucho más profundo. En modo alguno debe admitirse aquella reducción. Soy de aquellos que, desde mis años universitarios y mis decenios posteriores en el servicio público en diversas vertientes, he consolidado una idea superadora de esa falsedad por reduccionista.

Así, en mi vertiente de observador internacional en 52 misiones electorales por varios lugares del mundo, sobre todo el ex-soviético, he podido asistir a "elecciones" en las que formalmente los ciudadanos emitían unos votos, pero las condiciones democráticas brillaban por su ausencia. No es el caso de España, aunque aquí es intenso el pseudo periodismo muy combativo, de trinchera que evidencia una manipulación en línea muy derechosa.

Pero el enfoque que me interesa resaltar es de mucho más calado, referido no ya a aspectos puramente formales sino lo que supone por esencia la Democracia. Y reitero, como idea básica, esta es mucho más que emitir un voto. Vienen estas reflexiones motivadas por lo que está en juego en las próximas elecciones generales y que no es simplemente que ganen unos u otros sino lo que se dilucida: democracia o retroceso.

El concepto de democracia está esencial e indisolublemente unida a una idea universal: los Derechos Humanos y, también, porque en España la Constitución de 1978 (mayoritariamente no aceptada por A. P, el partido madre del PP) dispone que "España se constituye en Estado Social y Democrático de Derecho" (artículo 1.1 Constitución) siendo estos tres conceptos esenciales vértices de nuestro sistema político. También lo son, según el mismo precepto, los valores éticos y políticos de "libertad, justicia, igualdad (hoy marginada) y pluralismo político".

Y ahora, en las elecciones del 23 de julio todo esto se encuentra en juego y no se trata de que gane una derecha conservadora o una izquierda de progreso, sino que está en juego la democracia. Sí, así como suena porque está en cuestión si España se van a respetar o retroceder en materia de Derechos Humanos y, por otro lado, si las esencias mencionadas de nuestro Estado que define la Constitución de España como una "sociedad democrática avanzada" (Preámbulo de la Constitución de 1978) van a tener virtualidad.

Los pasos para entender la derechización actual vinieron de esa mayoría absolutísima en el 2000 que quitó la careta falsamente centrista de quien dirigía los designios del país e hizo que algunos que fuimos ingenuos o engañados nos alejáramos totalmente.

Al anterior presidente socialista le fumigaron sin duelo y la crisis financiera se lo llevó por delante. La derecha hegemónica se enfrentó a esta con grandes recortes sociales y de derechos. En este sentido, me resulta inolvidable un horroroso Consejo de Ministros en julio de 2012 que sería presidido, nada menos, por un rey corrupto y vividor al que tanto sigue defendiendo las derechas. Se nos pidieron sacrificios ingentes. Muy poco antes sucedió la juerga de Botsuana y el comienzo de un salvamento financiero a una banca y unas cajas culpables de pésima gestión. Esos 50.000 millones, nunca tuvo ese Gobierno interés en recuperarlos. Exprimir a los ciudadanos para sanear a esos banqueros desalmados. Pero no solo eso, sino que siempre tuve la convicción de que la crisis no solo era razón para los recortes, sino que también fue la cobertura para que el PP de hace 10 años pusiera en práctica sus ideas neoconservadoras.

Ese partido siguió esa ruta de más derechización y siguiendo la estela mundial, ello no impidió que surgiera un partido neofascista que engarzaría con los sentimientos remozados de lo que fue una etapa muy larga y negra de la democracia en nuestro país.  Desde la muerte del dictador, estaban en retroceso. Sin embargo, los vientos que soplaban y siguen azotando el mapamundi fueron caldo de cultivo para que, frente a un solo escaño obtenido en 1979, fuese esa fuerza extendiéndose para tener presencia ahora muy notable.

Pero en ello ayudó mucho el PP. Desde ese ámbito, dirigentes políticos, periodistas afanados y jueces empezarían a actuar ya abiertamente, muy condicionados por su ideología derechista, produciendo un blanqueamiento de esa formación. Desde sus peones peperos colocados en las instituciones, se fortalecería a VOX.  Nunca debe olvidarse las monstruosas sentencias del Tribunal Constitucional sobre la situación jurídica causada por la pandemia.

Es, sin duda, abominable querer imponer un estado de excepción ante esa grave crisis sanitaria. En ningún país de Europa se utilizó esa fórmula. No obstante, una de las varias facciones de la "Brigada Aranzadi", como les llama un catedrático penalista, impuso su criterio no tanto porque jurídicamente fuese lo correcto, sino que emitió unas sentencias de contenido y finalidad netamente político. Al admitir los recursos de Vox, se procedía a blanquear a este convirtiéndole, nada menos, en defensor de la Constitución.  Algo tremendo. De paso, se daba unas collejas al Gobierno.

Ciertamente, en estos casi cuatro años, ha habido claros y luces, pero lo cierto es que en la gestión de un gobierno de coalición ha sido buena y muy notable el avance de derechos. En este tiempo, los partidos progresistas han mejorado muchas realidades, pero sobre todo el empleo: un 47% de incremento del Salario Mínimo, la mejora de derechos de los trabajadores y un descenso del paro. También se han implementado medidas para paliar la situación de los más desfavorecidos, los pensionistas no han perdido nada de poder adquisitivo.

Pero, además, todo ello se ha producido en un tiempo azotado por dos crisis mundiales: la pandemia del Covid-19 y la producida por la invasión y guerra en Ucrania. Por el contrario, ya sabemos por experiencia cómo actuó el PP en la única crisis que entonces se padeció: recortes a los ciudadanos y máximas ayudas a los bancos y Cajas. Y, de paso, como señalaba, con implantación de medidas ultraliberales en lo económico, ahondando en las desigualdades y el retroceso de las clases medias y bajas. También cómo actuaron desde la asociación más ultraconservadora y politizada de jueces promoviendo una huelga contra el Gobierno doce días antes de las elecciones recientes.

Los ciudadanos españoles tendremos que decidir entre la desprotección social ayusista, pero con "alegría macarena" y desparpajo de estilo chlulapo y trumpista total, y lo que son otras políticas, sobre todo sociales, basadas en principios de justicia.

Ciertamente, ha habido errores como la gestión de la ‘ley del sí es sí’ por la eficacia transitoria, las muy desafortunadas reformas de la malversación y de la prevaricación que nadie entendimos y no se explicó nada, y otros desaciertos como la promoción de personas de perfil partidista al Tribunal Constitucional o el Consejo de Estado, en la misma línea que hace el PP.  Pero el conjunto de la gobernanza ha sido bueno, aunque con un hiperliderazgo muy personalista. Esto se ha manifestado en el error de que en unas elecciones locales y regionales desde la presidencia del gobierno nacional se monopolizase el protagonismo con fuegos de artificios. Pero aun con todo, los resultados de la gestión de este Ejecutivo son bastante buenos.

También quiero advertir una equivocación que se está produciendo. El empeño en algo que está cristalizando: hablar de "la izquierda de la izquierda" para referirse a los socios de Gobierno. Estos, en buena parte, han contribuido al avance de derechos en esta legislatura. Y es un gran error por dos razones.

La primera es empujar a que se considere que ese sector sea interiorizado como extrema izquierda. Y eso, no solo no es falso, sino que también que este arrinconamiento, en buena parte impulsado por el PSOE, es muy negativo para la suma global futura.

La segunda razón es el error que supone afirmar que este partido "es la izquierda", cuando verdaderamente lo que siempre ha sido es un partido de centroizquierda. En ese sentido, aciertan quienes desde la derecha afirman que "el líder del PSOE se ha podemizado". Y eso refleja algo innegable porque lo evidencian los resultados recientes y lo estaban mostrando las encuestas: el PSOE tiene una hemorragia por su derecha pues un número nada despreciable de votantes se le ha ido al PP y no capta del fenecido Cs. Y ahora, con las nuevas elecciones, parece que en Moncloa y en Ferraz no lo corrigen.

Deberían volver el rumbo y moderarse, sobre todo el presidente, y dejar que sea SUMAR quien, con un liderazgo claro y una gestión sobresaliente es lo mejor del gobierno saliente, represente derechos y políticas sociales más avanzadas. Esto no supone que el PSOE renuncie a postulados progresistas, pero sí que no desatienda una posición más moderada e institucional y, desde luego, no monopolizar a nivel de propaganda que ellos son la izquierda.

Es curioso que frente a la aceptación de la normalidad de los pactos en todos desde 1979 entre el PSOE y lo que antes era el PCE, hoy la agitación desde la derecha y sus altavoces mediáticos ha demonizado a quienes hoy representan ese espacio evolucionado no a la radicalidad, sino al pragmatismo, pero también a una mayor crítica contra los privilegios más poderosos social y económicamente. Y eso, no tiene perdón.

Pero hoy ya no está al frente de ese grupo el "lobo feroz" sino "caperucita roja", que ha demostrado una gran capacidad de diálogo y de llegar a acuerdos con quienes no piensan como ella. Además, aporta sosiego y ausencia de crispación y eso tiene un gran valor en este país donde el ruido es ensordecedor.

Es este un momento clave para el futuro inminente de la democracia en España. La derecha ha sabido inocular miedo a que gobiernen quienes no son ellos. Pero otros, en posiciones diferentes (que no trincheras) también lo tenemos hace tiempo. Llevo muchos años advirtiendo sobre la regresión democrática. Dejo a un lado muchos artículos más antiguos y recojo aquí el que en El Periódico de Cataluña, donde colaboré quince años, me publicaron en 2016 un artículo que titulé "Tengo miedo". Ahí reflexionaba sobre cómo el retroceso de derechos y libertades es asumido con preocupante insensibilidad ciudadana.

Por todo ello, es este un momento de tener muy claro que, como al principio señalé, lo que se va a dilucidar en breve tiempo no es simplemente una alternancia normal entre partidos, sino que está viva una concepción más genuina y profunda sobre la democracia y sus principios.

A las barricadas: no. A la movilización por la democracia: sí.

Más Noticias