Otras miradas

Si hubiera ganado Ada en la Barcelona de Tardà

Sergi Sol

Periodista

Si hubiera ganado Ada en la Barcelona de Tardà
Xavier Trias y Ada Colau, en el pleno / EFE

En la pasada campaña electoral, Colau buscó con ahínco la polarización con el convergente Xavier Trias creyendo que en ese terreno se hacía fuerte. Pudo esgrimir el ¡que viene la derecha!, además de que Trias evoca épocas pretéritas. Pero no sólo no ganó Ada si no que se vio rebasada también por su lugarteniente Collboni y quedó relegada a la tercera plaza de un pódium donde no podía haber medalla de consolación alguna.

Ada Colau quiso ser alcaldesa aunque fuera con los votos ‘de la peor derecha’ en 2019. Y ahí asestó una puñalada en el hígado a tipos bonachones como Joan Tardà. Gran amigo y mejor persona.

La cuchillada no fue tanto al personaje y sí a lo que representa. Un sincero puente de plata entre los comuns y los republicanos. Lo mismo que lo es Rufián, aunque haya dirigentes de los comuns que insistan en golpearlo a él y festejar a los que le desean daño. Para Tardà la correlación de fuerzas en Barcelona surgida en 2019 era un sueño húmedo: un ayuntamiento soberanista y de izquierdas, por primera vez sin los de siempre.

Para desesperación de Tardà aquel Gobierno municipal no se materializó. A Ada Colau le pudo más repetir como alcaldesa con Collboni de maestro de ceremonias y conseguidor de los votos de Manuel Valls. Fue un tripartito antiERC, sin tapujos. Collboni se regocijó públicamente de ello. Incluso afeó a Ada su mano tendida a Ernest Maragall después de perpetrar el pacto de investidura. Collboni chuleó -con el apoyo del lobby financiero, mediático y empresarial de Barcelona- y remató la jugada en la Diputación de Barcelona. Esta con la bendición de Puigdemont.

Pese a todo, mi admirado Joan Tardà ha defendido públicamente que Colau sea alcaldesa. Le han caído palos y le han llamado de todo. Los hiperventilados de Puigdemont le insultan cada día centenares de veces por tal propuesta. Llevan años así. Buena parte de los ayer acólitos del pujolismo hoy son el mascarón de proa de una suerte de Cup populista y de derechas.

Lo cierto es que la de Tardà era, mayormente, una apuesta táctica para retratar a la sociovergència. Ada, alcaldesa. Maragall, segundo de a bordo. Es una propuesta inviable porque Collboni diría que no. Y eso es precisamente lo que buscaba Tardà aunque como es un tipo de sinceros ideales igual hasta albergaba alguna esperanza de que tal propuesta pusiera en jaque a Collboni.

Pasa que la puñalada al hígado de Tardà de hace cuatro años dolió más al conjunto de los republicanos que al mismo Tardà, que tiene debilidad por los comuns y lo perdona todo. Lo peor es que debilitó sus posiciones entre los republicanos. Ada Colau le dio tal estocada ideológica que dejó maltrecha toda entente y su buen hacer.

Pese a eso, si Colau hubiera ganado otro gallo cantaría. Y si Maragall hubiera aguantado el tipo, habría partido. Sin duda. Pese a todo. Pese a la vil jugarreta de 2019. Pero no sólo es que aritméticamente ahora no da, no sólo es que hay una herida que sigue escociendo, es que Trias ganó. Y Collboni se aupó a la segunda plaza.

Y si los republicanos tienen un mínimo de amor propio es inadmisible ahora meterse en embrollo alguno con un Collboni que no sólo es el preferido del stablishment, es que sería capaz de volver a las andadas una y mil veces. Ada Colau escogió pan para hoy y hambre para mañana. A ver si por lo menos sirve como lección. La vida es larga y siempre hay segundas oportunidades.

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