Otras miradas

El disputado voto de las mujeres

Laura Berja

Diputada del PSOE por Jaén y miembro de la Diputación Permanente

El disputado voto de las mujeres
Una pancarta durante una manifestación contra las violencias machistas, 25 de noviembre de 2022, en Madrid (España).  Isabel Infantes / Europa Press
(Foto de ARCHIVO)

Conocer el dato de mujeres, por un lado, y el de hombres, por otro, que están inscritos en los registros de desempleo es una actuación fundamental para evidenciar las brechas de la desigualdad. Este es un ejemplo de desagregación de datos por sexo, una estrategia clave para descifrar cómo se reparte entre mujeres y hombres cuestiones como el tiempo, las ocupaciones, la riqueza, el acceso a los recursos públicos e incluso cómo incide en nuestra salud determinadas dinámicas culturales.

A partir de aquí las políticas públicas de igualdad tienen como reto corregir el reparto desigual reconociendo asimismo el origen de esa distribución diferenciada: una sociedad construida con roles y estereotipos culturales que sitúan al hombre como centro de todo. "Él es el Sujeto, es el Absoluto: ella es la Alteridad", que nos decía Simone de Beauvoir en ‘El Segundo Sexo’.

 Las mujeres somos más de la mitad de la humanidad y sin embargo hemos sido relegadas a ser pensadas como el segundo sexo. Para transformar esta realidad en una muy diferente, en una sociedad plenamente igualitaria entre mujeres y hombres, nace el feminismo, concebido en el seno de la ilustración pero considerado ilegítimo por los mismos varones que pensaban por nosotras.

El feminismo no es lo que cada uno piense que es. Nuria Varela en Feminismo para principiantes da una clara definición de lo que sí es: "El feminismo es un discurso político que se basa en la justicia. El feminismo es una teoría y práctica política articulada por mujeres que tras analizar la realidad en la que viven toman conciencia de las discriminaciones que sufren por la única razón de ser mujeres y deciden organizarse para acabar con ellas, para cambiar la sociedad". La escritora asturiana acaba concluyendo que por tanto el feminismo es una filosofía política, un movimiento social, una ética y una forma de estar en el mundo. Esto quiere decir que no basta con querer una sociedad igualitaria entre mujeres y hombres para ser feminista, para serlo tienes que conocer la teoría, estudiarla y reflexionar, cuestionar tus ideas y tus conductas, tomar conciencia, respetar la genealogía feminista y participar activamente del cambio social pese al coste de convertirte en una persona muy incómoda y no en pocas ocasiones rechazada.

En tiempos de campaña electoral suele debatirse sobre qué quieren las mujeres, a quiénes votaremos. Las mujeres queremos cosas muy diferentes unas de otras porque en común solo tenemos nuestro sexo y un tratamiento cultural diferenciado con respecto a los varones. Las mujeres que no tienen trabajo querrán una oportunidad laboral en condiciones dignas, las pensionistas querrán cobrar pensiones más altas, las que están preocupadas por sus mayores querrán apoyo para la autonomía de sus seres queridos y la suya misma, las que tienen hijos e hijos querrán recursos públicos educativos para su propia emancipación y la de los pequeños. Hay mujeres que prefieren el teatro y otras que ven a Ana Rosa Quintana en la televisión. Mujeres que consideran que tener animales en casa no va con ellas y otras que tienen mascotas a las que adoran. Mujeres que deciden ser solteras por elección y otras que prefieren una pareja a su lado. Mujeres que si se quedan embarazadas abortarían y otras que elegirán no hacerlo. Pensar que todas queremos lo mismo incurre en un esencialismo que vuelve a relegarnos al estereotipo y en un reduccionismo que pone coto a nuestra libertad.

Sin embargo, en mi opinión, sí hay una pregunta que en estos días de precampaña electoral es imprescindible hacerse. ¿Qué quiere la política para las mujeres? Las feministas, como políticas que somos, tenemos respuesta a esa pregunta: Queremos tener reconocidos plenamente nuestros derechos de ciudadanía, queremos políticas públicas de igualdad entre mujeres y hombres, queremos una vida libre de violencia, también de prostitución, y queremos que nuestra vida valga lo mismo que la de nuestros compañeros varones. Y eso es lo que le vamos a pedir a los partidos políticos en estas elecciones.

Las formaciones políticas de ultraderecha no se van a preguntar nada sobre las mujeres porque directamente niegan la desigualdad, no reconocen la violencia de género y frivolizan con el machismo. Los partidos conservadores intentarán seducir con políticas liberales a las mujeres que comulguen con un modelo tradicional en lo económico, social y familiar. Desde una reflexión feminista, ambas posiciones ideológicas suponen retrocesos con respecto a la situación actual de las mujeres puesto que ambos modelos de sociedad predisponen un tipo de vida muy particular para las mujeres, especialmente en lo relativo a la maternidad o la familia.

Ser de izquierdas no implica ser feminista, aunque haya formaciones políticas de izquierdas que hayan promovido políticas de igualdad y asumido algunos de los retos de la agenda feminista. Vaya por delante mi solidaridad con todas aquellas mujeres al frente de responsabilidades en materia de igualdad que se atreven a cuestionar un sistema que nos subordina y que por ello sufren una persecución injustificable. No tenemos por qué estar de acuerdo entre nosotras, no somos amigas, venimos a hacer política y a veces las discrepancias son mayúsculas. Sin embargo, esto no es incompatible con reconocer que los ataques son tan violentos como injustos y que es imposible que tanta represión no se convierta en un acto aleccionador para las demás.

El PSOE ha sido el soporte político de la estructura jurídica de la igualdad legal en nuestro país. Su aportación legal y gubernamental al avance en lo relativo al reconocimiento de derechos y libertades de las mujeres es incomparable con la de ninguna otra formación política por tiempo gobernado y por impacto de las actuaciones. Esto es así en parte porque en un momento dado el PSOE supo leer bien las reivindicaciones del movimiento feminista y porque en sus filas militan y han militado mujeres que pelearon para que así fuera.

Permitidme que hoy rinda especial homenaje a mujeres como Carlota Bustelo o Micaela Navarro en el citado cometido. El resto de formaciones políticas de izquierdas presentes durante la democracia han empujado con su discurso el avance de la igualdad en este país, a veces desde las calles, a veces con una representación necesaria en el arco parlamentario y a veces con sus decisiones gubernamentales. Es cierto también que a veces he tenido la sensación de que por querer refundar lo conquistado anteriormente por las compañeras socialistas en las instituciones algunas compañeras de partidos a la izquierda del PSOE han apostado por algunas políticas ajenas a la agenda feminista.

El posible avance de los postulados de la ultraderecha tras los pactos con el PP son uno de los grandes riesgos a los que nos enfrentamos las demócratas. La calidad de la democracia se mide por la representatividad, por la participación paritaria y por el grado de consolidación de los valores de igualdad, justicia social y libertad. Es por eso que tras esta extensa reflexión la estrategia en defensa propia para frenar la ola reaccionaria contra los derechos de las mujeres pasa en primer lugar por votar a la izquierda y en segundo lugar por concentrar el voto. Hay que hablar de voto útil, y sin duda estas elecciones el voto útil es votar al PSOE.

Más Noticias