Otras miradas

23J: prórroga in extremis para el progresismo

Raúl Camargo Fernández

Militante de Anticapitalistas.

Mesa electoral en un colegio de la localidad madrileña de Getafe. E.P./Ricardo Rubio
Mesa electoral en un colegio de la localidad madrileña de Getafe. E.P./Ricardo Rubio

Las elecciones del pasado 23 de julio han deparado un "empate estratégico" entre los dos grandes partidos, PP y PSOE, con victoria ajustada del primero. La primera conclusión de estos comicios es que el bipartidismo se refuerza y vuelve a los niveles de apoyo que tenía antes del 15-M: entre los dos, suman el 64,7% de los votos, frente al 48,8% de las elecciones de 2019. Las fuerzas que les disputaban la hegemonía en sus campos políticos han desaparecido (como es el caso de Ciudadanos en la derecha) o se han minorizado para jugar ahora el papel de muleta de los socialistas, en el caso de lo que hoy representa Sumar y antes Unidas Podemos.

La diferencia entre las altas expectativas de la derecha y la extrema derecha, infladas por institutos demoscópicos, que actuaban en realidad como comités de campaña de estos partidos, y el resultado final es lo que ha provocado esa sensación de derrota en las filas conservadoras. Pensaban que iban a arrasar y que sus memes, "Que te vote Txapote" o " Perro Sanxe", habían calado hondo y les iba a permitir gobernar con una cómoda mayoría completada eventualmente por Vox. Nada de esto ha pasado y, a pesar de obtener más votos y escaños que el PSOE, no tiene posibilidades reales de gobernar, como ya le han recordado sus únicos potenciales aliados, además de Vox, UPN y Coalición Canaria. La guerra cultural desatada por las terminales mediáticas de la derecha y la extrema derecha contra el gobierno Sánchez, basada en el odio antifeminista, el españolismo ultra azuzado con el espantajo de ETA (disuelta hace más de 10 años) y el anticatalanismo de una parte considerable de la población y, en menor medida, con las bravatas anticomunistas por la coalición entre Sánchez y Unidas Podemos, han sido la agenda con la que el PP ha afrontado estas elecciones. Además, Vox añade a esta agenda los ataques al colectivo LGTBi y a los inmigrantes. Aunque es cierto que estos temas están teniendo éxito como forma de envilecer las almas y los comportamientos electorales en muchas partes de Europa, en España, aún, no han hecho fortuna con tanta fuerza, aunque no es para nada desdeñable que un importante porcentaje de la población apoye estos postulados. Pero es en este extremismo de las derechas en políticas culturales, de identidad o derechos civiles donde están las causas de su derrota: el centro izquierda no provoca grandes adhesiones activas entre la clase trabajadora porque su política económica, laboral, de vivienda o fiscal apenas se diferencia de la que practican gobiernos de centro derecha en otras partes de Europa. Pero este extremismo cerril de la derecha española, incapaz de pasar página en muchos de los usos y costumbres del franquismo, es lo que ha provocado una reacción popular, sensiblemente visible en zonas con niveles socioeconómicos bajos y con porcentajes altos de abstención, para evitar que partidos con un ideario tan retrógrado accedan al Gobierno central. Las veces que el PP ha gobernado en el Estado español o bien lo ha hecho con mayoría absoluta o bien ha pactado, por acción u omisión, con la antigua Convergencia o con el PNV. Como con mayoría absoluta es, salvo acontecimientos inesperados, muy difícil que vuelva a ganar, solo un acercamiento paulatino a las derechas nacionalistas vasca o catalana puede alterar un mapa político donde el PP no tiene más alianza que Vox, que además ya ha empezado la senda descendente. O realizan algún tipo de giro que reconozca que España es un país plurinacional, lo que significa a su vez un alejamiento de Vox, o van a tener muy difícil recuperar el Gobierno. En cuanto a Vox, pierde en torno a 600.000 votos pero ha ganado mucho poder territorial por los pactos de gobierno con el PP en varias Comunidades Autónomas y municipios. Sin embargo, su línea ultraconservadora ha ido tornando cada vez más en un neofalangismo que quiere machacar a las feministas, a las personas LGTBi y a los inmigrantes. Esta línea política ha sido impulsada por su figura en ascenso, Jorge Buxadé, que ha llevado al partido aún más a la derecha de lo que ya estaba. El miedo a Vox ha operado como factor de movilización de todo el bloque progresista y seguirá haciéndolo mientras las posiciones neofalangistas sigan imponiéndose en la extrema derecha. Vox es ya un problema de "Estado" para el PP y para toda la derecha económica, social y mediática.

En el campo del centro izquierda y la izquierda, la sensación de alivio es casi general, aunque las inconsistencias y renuncias del gobierno de coalición PSOE-UP pueden haber sido solo el preludio de lo que viene con un ejecutivo tan inestable, con la necesidad de hacer equilibrios permanentes y siempre con la posibilidad de una convocatoria electoral rápida, ya sea en diciembre o enero o dentro de un año y medio o dos. Si Pedro Sánchez consigue la investidura, que tendrá que ser con la abstención de Junts, si Coalición Canaria le apoya, o con el voto favorable de los de Puigdemont si los canarios se van con Feijóo, su mayoría será de muy pocos votos para sacar leyes y decretos adelante, teniendo además el PP mayoría absoluta en el Senado. Pero no hay que desdeñar la capacidad de supervivencia de Pedro Sánchez, que ha estado políticamente muerto en varias ocasiones ya a lo largo de su carrera política y ha salido a flote de forma inesperada otras tantas veces. Sánchez es una persona con principios ideológicos muy débiles, un liberal progresista, pero capaz de adaptarse a todo tipo de circunstancias para mantener el poder. Este aura épica al que se va asociando su figura, le va a reportar simpatías en latitudes políticas que están alejadas de la suya. En caso de repetición electoral, puede atraer muchos votos de partidos a su izquierda o nacionalistas.

Por lo que respecta a Sumar, ha tenido un resultado suficiente que permite a la plataforma de 15 partidos sostenerse y poder repetir el gobierno de coalición con el PSOE, que en realidad era su único objetivo en estas elecciones. Vistos los resultados del 28 de mayo del conjunto de partidos que luego han concurrido en Sumar, es cierto que han obtenido una mejoría, pero si los comparamos con los resultados de hace 4 años de UP pierden más de 600.000 votos y 7 diputados. Y si comparamos la serie de resultados con los de la irrupción de Podemos en el Congreso en 2015, el bloque que ahora representa Sumar no para de bajar: de 5 millones de votos entonces, a 3 millones ahora. Pero en este caso, la pérdida constante de apoyos no es lo más importante sino la transformación de un proyecto inicial que venía a impugnar el bipartidismo y construir una alternativa integral a PP y PSOE en otro cuya única aspiración es formar parte como socio fiable de un gobierno liderado por el PSOE. Las disputas internas dentro de este espacio no tienen tanto que ver con un cuestionamiento de la estrategia, ya que todas las partes comparten el mismo objetivo de repetir el gobierno de coalición, sino en los pesos de cada cual dentro del mismo y en los discursos y el tipo de comunicación política que deben emplear. El atropellado proceso de conformación de Sumar y la elaboración de sus listas han recalibrado las fuerzas y orillado a Podemos, que en todo caso había sufrido una pérdida de votos enorme en las elecciones autonómicas y municipales del 28 de mayo. Más allá de escaramuzas previas al posible reparto del poder en el Gobierno, cuesta creer que la coalición Sumar vaya a romperse porque todos saben que por separado tendrían mucho peor resultado que juntos. Y la clave de bóveda sigue siendo el proyecto político-estratégico: si todos los partidos siguen defendiendo repetir como socio menor del PSOE, no hay diferencia política irreconciliable que justifique una ruptura.

En cuanto a los partidos nacionalistas e independentistas de izquierdas, hay que diferenciar lo sucedido en Euskadi y en Catalunya. En Euskadi, EH Bildu ha tenido un resultado histórico, empatando con el PNV en la CAV pero sacando un diputado más que los jeltzales por el que obtienen en Navarra. Bildu ha seguido una táctica de apoyo externo al gobierno de coalición en casi todas las votaciones importantes de la legislatura, incluidos los Presupuestos y los Fondos Next Generation, salvo en la reforma laboral. Más que las compensaciones que Sánchez les haya podido ofrecer, han puesto en valor que ellos son el dique de contención a las derechas, sin pedir casi nada a cambio. La insistencia de las derechas en vincular a Bildu con ETA y reprochar al PSOE sus acuerdos puntuales con ellos han podido debilitar al PSOE en determinados territorios y franjas poblacionales. Pero, desde luego, a Bildu le han reforzado mucho en Euskal  Herria y, a diferencia de ERC, también se beneficia de no sufrir desgaste por no formar parte del gobierno de Euskadi. Conviene también recordar que la línea política de Bildu ha girado hacia un posibilismo que cada vez le aleja más sus consignas históricas en torno a la "independencia y el socialismo". Fruto de este giro, ha sufrido una ruptura de varios cientos de jóvenes, que han constituido la Gazte Kordinadora Sozialista (GKS), que, más allá de sus posiciones políticas en algunos temas, con las que discrepamos, son un nuevo sector relevante que agrupa a una franja considerable de jóvenes militantes en Euskal Herria y que empiezan a extenderse también a otras partes del Estado.

En Catalunya, todo el independentismo ha sido fuertemente castigado en las urnas, con 666.057 sufragios menos que en las generales de noviembre de 2019 y no superando, en conjunto, el millón de votos. ERC pasar de 13 a 7 escaños, siendo el partido más castigado, con fugas de votos hacia el PSC y la abstención sobre todo. Liderar el gobierno catalán que ha certificado la imposibilidad de avanzar en el Procés hacia la independencia les ha pasado factura. Junts pierde muchos menos votos y solo un escaño, y ahora va a tener un papel crucial en la conformación de un nuevo gobierno o en la nueva convocatoria de elecciones para invierno. Los de Puigdemont se van a ver enfrentados al dilema de permitir que eche a andar la legislatura o provocar nuevos comicios. Dada la caótica composición y las facciones de Junts, ninguna de las opciones será tomada sin costes internos. Pedro Sánchez puede ceder en nuevos indultos o mejoras para la financiación de Catalunya. Pero parece difícil que vaya acceder a convocar una consulta o referéndum por la independencia. No obstante, vuelve a quedar claro que la solución al conflicto nacional catalán es determinante para alcanzar mayorías en el Congreso. La consulta popular sobre cuál es la relación que Catalunya quiere tener con el resto de España sigue siendo una demanda democrática básica para resolver este problema. La CUP no ha obtenido representación y pierde más de 100.000 votos. La única fuerza anticapitalista que había en el Congreso se queda fuera, confirmando también los duros momentos que atraviesan las organizaciones de la izquierda de la izquierda, después de años sin movilizaciones sostenidas en el tiempo y con una crisis profunda de los movimientos sociales.

Por su parte, Adelante Andalucía, de la que forma parte Anticapitalistas, saca un resultado pequeño en la circunscripción de Cádiz, muy lejos de obtener representación. La propuesta andalucista de izquierdas no ha calado de momento entre amplias capas sociales, pero es también cierto que Adelante va conformando una organización estable con militancia en muchas provincias que será importante en el futuro.

En resumen, nos encontramos ante un panorama político muy inestable pero donde los dos grandes partidos pilares del régimen del 78 vuelven a hegemonizar la representación y el relato político del Estado.

La izquierda anticapitalista se encuentra en retroceso a nivel electoral y tratando de reorganizarse a la espera de nuevas fracturas sociales que se concreten en procesos de lucha sostenidos y masivos. Mientras tanto, toca mantener ideas y proyectos, por más que en el corto plazo no puedan tener una expresión electoral con posibilidades de obtener representación. Se trata de plantearse la reconstrucción estratégica de los movimientos sociales como fuerza antagonista, en ruptura con la lógica lobbista que ha primado en ciertos sectores, muy vinculados a operar como fuerza auxiliar del gobierno progresista en los espacios de la sociedad civil. También es fundamental el diálogo y la acción común entre todos los sectores que apuesten por reconstruir un polo político con un programa ecosocialista y una estrategia de ruptura anticapitalista vinculada a la lucha de clases, que sea capaz de mostrarse como alternativa a una izquierda que se limita a gestionar el capitalismo sin ningún tipo de horizonte transformador. El camino no será fácil a corto plazo, por eso es fundamental aunar voluntades y agruparse: buena parte del terreno está quemado por el transformismo progresista, pero con un buen trabajo de base a nivel social y sindical, firme y paciente, evitando todo tipo de grandilocuencia auto-proclamatoria pero batallando ideológicamente tanto contra la derecha y la extrema derecha como contra el neoprogresismo gubernamental, las posibilidades de recomposición de una referencia política será posible en un contexto inestable y caracterizado por una crisis geopolítica, ecológica, democrática y económica del capitalismo.

Un buen momento para debatir y hacer propuestas para el futuro inmediato de la izquierda alternativa va a ser la próxima Universidad de Verano de Anticapitalistas, que del 22 a l 27 de agosto va a tener lugar en Segovia. Toca seguir remando con el optimismo de la voluntad.

 

 

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