Puigdemont y su entorno han repetido hasta la saciedad aquello del ‘tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando’. Vamos, que no hay diferencia alguna entre el bloque de investidura de la derecha (PP y VOX) con el de la izquierda (PSOE, Sumar y periféricos).
Lo que, por tanto, es una invitación a mandar a tomar viento cualquier investidura. O de justificar nuevas elecciones y dar una nueva oportunidad a que esta vez sí sumen PP y VOX.
Puigdemont sabe que eso no es cierto. Por mucho que el PSOE sea cautivo del patriotismo constitucional de PP y del marco nacionalista de la derecha española. Y no es sólo que él lo sepa. Lo saben –o por lo menos así lo perciben- buena parte de los votantes independentistas que optaron en las elecciones del 23 de julio por prestar sus votos al PSOE o a Sumar. Vieron esas opciones más útiles para frenar a la derecha, comprando así el espantajo –a menudo, con razón- que agitaron los estrategas del PSOE. Si en alguna parte de la Península funcionó ese recurso fue precisamente en Catalunya. Y en buena medida también en Euskadi. En ambos territorios ganó el PSOE las elecciones. De hecho, por lo menos en Catalunya, ese señuelo siempre ha funcionado. El ‘si tu no vas, ellos vuelven’ le dio al PSOE hasta 25 diputados en Catalunya en su día, 6 más que ahora.
Puigdemont tiene motivos para no fiarse del PSOE. Pero su enmienda es en realidad a Oriol Junqueras y a ERC. Esa es la principal batalla que libra. Para afear los acuerdos de los de Junqueras con el PSOE necesita dos cosas. La primera, menospreciar todo acuerdo. ‘Gratis’, ‘a cambio de nada’ suelen repetir sus gerifaltes, incluidos los que están en la calle gracias a esos acuerdos. Y, en segundo lugar, equiparar al PSOE con la derecha para restar toda credibilidad a matiz alguno.
Artur Mas es perro viejo. Conoce a Puigdemont. De hecho, lo puso él a dedo al frente de la Generalitat cuando la CUP quiso lanzar a Mas a ‘la papelera de la historia’. Por eso lanzó un mensaje a Puigdemont sobre qué actitud mantener en la negociación de investidura. ‘Hay que ser exigente, no intransigente’. Porque conoce a Puigdemont y sus inclinaciones. Esto es, juega a lo de ‘patada y pa’lante’. La zona de confort de Puigdemont es esa. El todo o nada agitando la bandera del irredentismo. Salir de la zona de confort es un problema para Puigdemont. Porqué entonces debe lidiar con todo lo que él mismo ha sembrado. Tras demonizar a ERC por sus acuerdos con el PSOE ¿Cómo pactar ahora? Con lo que ha llegado a decir no es fácil enmendarse. Sobre todo porqué luego tiene que explicarles a sus más aguerridos seguidores que se ha prestado a un acuerdo con el PSOE. Y si los indultos eran ‘nada’ o incluso peor, una estrategia para cargarse al independentismo, ¿cómo ahora se defiende un acuerdo?
Cierto que Junts no es un bloque homogéneo. Son muchos los que rezan para qué Puigdemont escuche las palabras de Mas. Pero el líder de Junts ha llegado tan lejos que cualquier paso que no sea una huida hacia delante no va a saber cómo explicarlo.
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