Otras miradas

Manual de investidura o cuando "la foto es lo más importante"

Sergi Sol

Periodista

Manual de investidura o cuando "la foto es lo más importante"
Vista del la pintura del presidente español y candidato del PSOE a la reelección Pedro Sánchez y al expresidente de la Generalitat y eurodiputado de Junts, Carles Puigdemont, dándose un beso en el mural del artista urbano TVBoy, en la plaza de las Glòries, a 8 de septiembre de 2023, en Barcelona, Catalunya (España).
David Oller / Europa Press

"La foto es lo más importante". Eso es lo que le dijo Rodríguez Zapatero al Rey de Marruecos Mohamed VI en Nueva York, a finales de septiembre de 2010. Y esa foto ahora es tal vez el mayor escollo para que Puigdemont de su sí a Pedro Sánchez mientras la Ejecutiva de Junts va a tientas y ERC sigue con desconfianza una negociación que les deja fuera de los focos. Justo lo que desea Puigdemont, para el que es vital recuperar lo que perdió frente a la ERC de Junqueras, erigida en interlocutora del Gobierno español gracias a las dos victorias electorales consecutivas en las elecciones a Cortes.

No hay que olvidar tampoco el precedente del pacto del Estatut entre Zapatero y Artur Mas en 2006. Volvemos a las andadas. La cabra tira al monte. ERC se quedó en 2006 desubicada. CiU, con Artur Mas a la cabeza, maniobró para estar en la foto, sellar el acuerdo y arrinconar a Esquerra. Lo importante, al final, no fue el contenido del Estatut. Los convergentes no cesaron en su intento de intentar levantar el listón estatutario en el Parlament. Pero no tanto por ambición si no para que descarrilara la entente entre republicanos y un PSC que comandaba entonces Pasqual Maragall. Para después, cuando ese exigente Estatut llegó a Madrid, devaluarlo, hasta pasar de cuclillas por debajo de ese mismo listón. De eso se jactó Alfonso Guerra que ya para entonces ejercía sin rubor un papel que en los últimos tiempos ha llevado hasta la sublimación. El de furibundo centralista, látigo de los nacionalistas e incluso bufón de una derecha que ahora lo vindica. Papel al que éste se presta con un entusiasmo indisimulado.

El propósito, el de verdad, era visualizar quien ostentaba la representación de Catalunya aunque fuera pasando por encima del Govern que ya para entonces presidía José Montilla. Artur Mas se salió con la suya dejando a Puigcercós lidiando en solitario contra molinos de viento para meter en el saco la gestión aeroportuaria. En balde. Ya no tenía fuerza negociadora alguna. Maragall estaba ‘KO’ y el hoy ministro Iceta bailaba al son del acuerdo rubricado con Mas. Lo de ahora tiene mucho de ‘deja vu’. Tiene más prisa por cerrar el acuerdo Puigdemont que Junqueras. Para el primero significaría su rehabilitación pública en el terreno de juego. Para el segundo ser ninguneado. O peor aún, ver cómo tras abrir un sendero asumiendo el desgaste, desbrozando el camino con Puigdemont sembrando el camino de alambre espinoso, aparece de repente Puigdemont transitando por este como si del Pantocrátor se tratara.

La investidura de Pedro Sánchez está cerca. Mucho más de lo que se podía esperar y con un coste mucho menor. Tanto que en estos momentos lo más complejo es cómo escenificar el acuerdo. Puigdemont quiere a alguien más que a Yolanda Díaz en la foto. Quiere a alguien que represente de verdad al Gobierno español, que lo alumbre como interlocutor y estadista u ‘hombre de estado’, tal como en Barcelona trasladaron los posconvergentes a Esteban González Pons.

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