Otras miradas

El esperpento y el asco

Noelia Adánez

El esperpento y el asco
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso (c), asiste al solemne acto celebrado en memoria de las víctimas de los ataques terroristas sufridos por Israel, en la Sinagoga Beth Yaacov, a 10 de octubre de 2023, en Madrid (España). Fernando Sánchez / Europa Press

En la última campaña electoral el PP trató de desacreditar al Gobierno de Pedro Sánchez asociándolo con el terrorismo de ETA que según su interpretación, contraria a la sentencia del Tribunal Constitucional de mayo de 2011 en la que se legalizó Bildu, estaría representada en esta organización política. Bildu no formaba parte del Gobierno de coalición, pero apoyó algunas de sus iniciativas legislativas junto con ERC. Por ejemplo, la ley de vivienda. Esta ley llegó en un momento en el que Bildu, con un criterio poco presentable que ante las críticas modificó, había decidido incluir en sus listas a siete exterroristas con condenas cumplidas por delitos de sangre. De poco sirvió que rectificara. El PP, a través de la persona de Pedro Rollán, senador y miembro de la dirección del partido, valoró la ley de vivienda que se aprobó en estos términos: "Los cimientos de esta ley se levantan sobre las cenizas del centro comercial Hipercor, con 21 muertos, cuatro de ellos niños; sobre los escombros de la plaza de la República Dominicana, donde fueron asesinados 12 guardias civiles; sobre los hierros retorcidos de la casa cuartel de Zaragoza, donde se arrebató la vida a 11 personas".

A vincular a Pedro Sánchez con ETA animó Isabel Díaz Ayuso durante meses con un eslogan tan retorcido como zafio que no hace falta repetir aquí. El mensaje que se quería mandar era el de que Pedro Sánchez tiene el respaldo de terroristas lo que mutatis mutandi puede querer decir también que los votantes de Sánchez, no digamos ya los que votan a formaciones a su izquierda, son filoetarras. Una estrategia electoral basada en negarle al adversario su legitimidad al identificarlo con el terrorismo de ETA era una estrategia electoral condenada al fracaso, como los resultados del 23J vinieron a demostrar. Presentar al contrario no como quien lidera un proyecto con el que se tienen discrepancias que se busca confrontar, sino como la encarnación misma del mal que la sociedad española identifica como absoluto, el terrorismo de ETA, es jugar tan sucio que puede tensionar el sistema hasta hacerlo reventar. Es  muy difícil saber cuánto de la percepción ciudadana de radicalización y consiguiente falta de credibilidad del PP es atribuible a la campaña que consistió en agitar el fantasma de ETA y cuánto a la exposición de su relación con la ultraderecha en los territorios en los que pactó gobiernos con Vox. En todo caso, no parece que la primera cuestión sea en absoluto desdeñable.

Que en la fase que se ha abierto tras la investidura fracasada de Feijóo el PP haya decidido centrar su oposición en la aprobación de una ley de amnistía era algo que de tan esperado aburre. Y en eso andaban. Agitando, convocando mítines/manifestaciones/vermús, llenándose los pulmones con mucho aire (como si quisieran quedárselo todo para ellos) cuando tuvo lugar la incursión terrorista de Hamás en territorio israelí. Mientras el mundo entero asimilaba lo ocurrido, las organizaciones internacionales respondían, los gobiernos se posicionaban y las opiniones públicas nos alarmábamos conscientes de que seremos sepultadas por iguales niveles de horror y propaganda, el PP corrió a buscar la manera de conectar a Pedro Sánchez con el terrorismo de Hamás.

El único terrorismo que hace ya tiempo que el PP no le afea al PSOE, curiosamente, es aquel que este partido instigó durante décadas desde el gobierno. En junio de 2020 PSOE, PP y VOX votaron en contra de la creación en el Congreso de una comisión de investigación sobre "los vínculos y responsabilidades de los gobiernos presididos por Felipe González y los GAL". Al fin y al cabo fue José María Aznar, el presidente con más indultos en nómina en la historia de nuestra democracia, quien hizo lo propio con Vera y Barrionuevo. Porque para el PP, en realidad, el problema antes, durante y después, única y exclusivamente es ETA.

En suma, el PP 3.0, el de la heredera de Esperanza Aguirre y el señor de Galicia que está a ver qué pasa con lo suyo, ha logrado que el partido de los GAL se convierta en el partido de ETA y, sin miedo de estirar tanto el chicle que se les pegue a ellos en la cara a la que vuelve por efecto boomerang, en el partido llamado a abrir las puertas de España a la Yihad. Eso si cuando lleguen no se la encuentran rota y disgregada por obra del separatismo catalán.

Para el PP España está bajo una amenaza descomunal. Vive su hora más crítica. Enemigos internos y externos nos acechan y en medio de tanta amenaza y zozobra Pedro Sánchez, a quien los medios conservadores de Madrid ya no sacan coplillas después de lo sucedido con "el perro", se frota las manos y sonríe complacido al saber que ha entregado el destino de los españoles, el futuro de nuestra patria, al separatismo, a ETA, a la izquierda bolivariana, a sus amigos de Hamás y, como quizá alguno de estos días veremos en la portada de uno de esos periódicos que le dedican reportajes promocionales a la presidenta de Madrid, al mismísimo Boko Haram.

Ayuso, como siempre, es quien más arriesga. Mujeres violadas y ensangrentadas y bebés decapitados han poblado sus intervenciones de estos días, destinadas a criticar a Sánchez -y ya que estábamos, por supuesto, también a las feministas- en una medida bastante mayor que a manifestar su solidaridad con las víctimas. Si sintiera por ellas el respeto que merecen o la más mínima empatía a buen seguro habría ahorrado detalles escabrosos (no digamos nada de informaciones sin contrastar) por pudor, por respeto, por la institucionalidad del cargo que ostenta. Habría hablado, como corresponde, de atrocidades, y habría expresado su dolor, su mano tendida y sus condolencias. Es sabido que los dirigentes madrileños tienen muy buenos amigos en Israel y sin duda este Estado se valdrá en todo el mundo de amistades como éstas. Contamos con ello. Pero utilizar sin pudor a las víctimas, hacer amarillismo y difundir bulos, escandalizar, mentir y provocar en un momento de estrés de la opinión pública como el que estamos viviendo tal vez no dé el resultado que se busca. La demagogia de Ayuso, tratándose de víctimas cuyas imágenes están al alcance de cualquiera se muestra como lo que es, una manipulación impúdica, asquerosa y esperpéntica.

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