Otras miradas

Problematizar para avanzar

Helena Sotoca

Divulgadora de arte en Femme Sapiens

Un meme realizado por la autora a partir de la obra "El baño turco" de Jean-Auguste-Dominique Ingres
Un meme realizado por la autora a partir de la obra "El baño turco" de Jean-Auguste-Dominique Ingres.

Llevamos ya unos años viendo desde el feminismo cómo se nos cuela un discurso pseudoprogresista que iguala la sexualidad a cualquier otra actividad cotidiana. Hemos asistido a una deformación de aquella bonita idea que pretendía destabuizar el sexo para asegurar, entre otras cosas, una educación afectivo-sexual de los niños y jóvenes y convertirnos en adultos y adultas respetuosos con nuestras parejas. Ahora, esa normalización de la sexualidad en los espacios e instituciones públicas se ha convertido en una banalización del mismo. Como si no quisiéramos ver todas las implicaciones sociales y personales de las relaciones sexuales, se les está intentando extraer un componente que no sólo forma parte de estas, sino que es indispensable para su definición: la intimidad.

Pongo un ejemplo que nos persigue: el del debate sobre la prostitución. Ya he perdido la cuenta de las veces que, cuando una compañera abolicionista ha hecho referencia a la explotación sexual que sufren las mujeres prostituidas, he escuchado la frase: "Como si no te explotaran trabajando en un bar". Que la normalización de las condiciones ilegales en las que trabaja el personal de la hostelería debería revisarse de inmediato es una cosa. Ahora bien, poner al mismo nivel ese abuso con el que sufren las mujeres prostituidas me parece muy peligroso.

Estamos desproblematizando la sexualidad, y lo que necesitamos desde el feminismo es precisamente problematizar todo lo que nos pasa a las mujeres. Sólo si tomamos aquellos asuntos que hemos asumido, los diseccionamos y analizamos, nos daremos cuenta de que, ¡sorpresa!, forman parte de la estructura patriarcal. Y, por si no quedara claro, también sucede lo contrario: si quitamos las implicaciones sociales a absolutamente todo porque somos tan, tan, tan progres que nada nos eriza el vello, estamos alimentando las falacias del sistema. Así, en el caso del sexo, una cosa es que por fin podamos permitirnos hablar sin miedo sobre éste, y otra muy diferentes es igualarlo a cualquier otra actividad cotidiana.

Como si servir copas fuera lo mismo que estar desnuda ante un putero que piensa que puede hacer lo que quiera con nuestro cuerpo porque ha pagado por éste. Como bien dice Amelia Tiganus: "No es lo mismo pasar la fregona que ser la fregona". O, por seguir citando a compañeras, como bien explica Júlia Salander (@salander33), "mi padre me podría servir un café, pero no me podría hacer sexo oral. Mi hermana me podría hacer un masaje, pero no me podría tocar los genitales".


Algo parecido sucede con el polémico baile de Aitana sobre el escenario. Vale la pena puntualizar, antes de nada, que aquí lo que hay que problematizar no es a Aitana, ni como persona ni como artista. Porque el feminismo no señala cuestiones individuales, sino que las engloba en algo mucho más complejo y sistémico. Leía el otro día un artículo de opinión en el que se pretendía quitar hierro a la coreografía a través del mito de la libre elección, es decir, Aitana hace lo que quiere —como si su espectáculo no fuera el producto de decenas de personas tomando decisiones—; y de la normalización de la sexualidad, es decir, es "sólo" un baile.

Además, alertaba a las que éramos críticas sobre los peligros de la censura. Así, se crea una falacia que nos hace daño como feministas. Parece que aquellas que somos críticas, que nos hacemos preguntas, que tratamos de colocar las cuestiones que afectan a las mujeres dentro de un contexto y no en medio de una realidad blanca y apolítica, somos la censura. Una censura opresora que no deja a las cantantes expresarse "libremente" en el escenario, que no quiere que Aitana baile. Neomonjas. Casi reaccionarias.

Y mientras este discurso falaz se va filtrando, dejaremos sin respuesta cuestiones como por qué las mujeres para demostrar madurez artística debemos pasar por la sexualización, por qué la representación de hombres y mujeres es diferente en la industria musical, o si ellas deben pagar un tributo pornográfico para que el público adulto las atienda.


Más Noticias