Otras miradas

Ante los ojos del mundo

Noelia Adánez

Doctora en Ciencias Políticas

Niños en los restos de edificios destruidos por los ataques aéreos israelíes en la ciudad del sur de la Franja de Gaza. -WANG DONGZHEN / Europa Press
Niños en los restos de edificios destruidos por los ataques aéreos israelíes en la ciudad del sur de la Franja de Gaza. -WANG DONGZHEN / Europa Press

Asistimos a una nueva Nakba en directo, anunciada, retrasmitida y jaleada por representantes políticos de nuestro "mundo libre". Como ha expresado reiteradamente la UNRWA, una catástrofe escalada "ante los ojos del mundo". El secretario de Estado norteamericano Antony Blinken y la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Layen (esta última sin la autoridad para hacerlo) expresaban su respaldo a la venganza que Israel desataba sobre la población de Gaza después de sufrir las consecuencias de una acción terrorista sin precedentes por parte de Hamás, que controla políticamente la Franja desde 2006. La decisión de Israel -bajo el gobierno del ultraderechista y debilitado Netanyahu- de responder a la ofensiva terrorista de Hamás con una acción militar criminal e inclemente tiene implicaciones y tendrá consecuencias que van mucho más allá de lo que en estos momentos podemos prever. Consecuencias de orden geopolítico y económico son fáciles de suponer y van a hacer acto de aparición de inmediato. Otras que tienen que ver con la política interna en distintas áreas del mundo como Estados Unidos y la Unión Europea y que van desde la intensificación de la amenaza del terrorismo yihadista hasta la agudización de dinámicas de polarización social a través de la instrumentalización del conflicto (como de inmediato vimos que hacía la derecha en España), adquirirán una mayor dimensión en el medio plazo.

Me interesa ahora detenerme en el significado que podemos darle a lo que hemos vivido colectivamente en los últimos días más allá de lo que está por venir. Me gustaría que calibráramos lo sucedido, que pensáramos en lo que hemos sentido y en el alcance político que puede tener esta experiencia.

Además de la preocupación, la rabia, la impotencia y el miedo. Además de la solidaridad y la tristeza, el desgarro y el llanto derramado por las víctimas civiles israelíes ocasionadas por Hamás, organización que desprecia a su propio pueblo hasta el punto de exponerlo y dejarlo indefenso ante la más que previsible respuesta desproporcionada de Israel. Además de la angustia y el shock experimentado al constatar que en efecto este Estado planeaba masacrar de manera indiscriminada a civiles palestinos en un número incalculable para acometer un acto de venganza criminal que nada tiene que ver con la legítima defensa ni con la justicia. Además de todo eso que en forma de condena y de rechazo, con ira y con pena hemos expresado en concentraciones, en redes sociales y en conversaciones en los salones de nuestras casas y en las calles por las que hemos paseado cabizbajas este fin de semana de desesperación y angustia, propongo que reflexionemos sobre el sentimiento de pérdida de confianza en nuestros representantes que amplios sectores de la opinión pública hemos experimentado en un lapso tan corto de tiempo y de una manera tan traumática y abrupta. Nos somos ingenuas. La política migratoria de la UE nos da muchas pistas, pero lo de esta semana debe provocar una toma mayor de conciencia, una queja y una demanda de las sociedades civiles occidentales frente a sus gobernantes y ante los ojos del mundo.

La prohibición en Reino Unido de exhibir la bandera de Palestina, en Alemania de portar el pañuelo que distingue la causa en favor de una Palestina libre y en Francia de llevar a cabo manifestaciones en defensa del pueblo palestino en estas horas tan crítica mientras desde las instituciones se avalaba el derecho de Israel a desencadenar una operación militar contra población civil palestina con trazas de genocidio nos arrastra a una pérdida de sentido colectivo completa. En estos últimos días nuestros dirigentes no solo han renunciado a la defensa de los derechos humanos, sino que nos han tratado de imponer que participemos de toda esta ignominia conteniendo nuestras opiniones en el espacio público de diferentes maneras.


En el caso de la UE, parece más que probable que la usurpación intolerable de Von der Layen al abrogarse representación en una materia, como es la política exterior, que no le corresponde, e incluso habiendo matizado tras recibir innumerables críticas su declaración de "amistad" a Israel, generará desafección en sectores de la ciudadanía que no han entendido que se haya dado por bueno que Israel planteara una ofensiva que es imposible calificar de ninguna manera que no sea, como mínimo, tal y como ha afirmado la experta de Naciones Unidas Francesca Albanese, de limpieza étnica. Hacerlo, además, mientras esta operación se ejecutaba en directo ante nuestros propios ojos, era una manera de actualizar lo que, en la medida en que Israel vulnera las resoluciones de Naciones Unidas desde su misma fundación y de un modo estentóreo desde 1967, no solo sospechamos, sino que sabemos, aunque demasiado a menudo pretendemos que ignoramos.

Al permitir que Israel actúe en Gaza fuera de la ley y ante los ojos del mundo se ha dado un espaldarazo definitivo al supremacismo israelí en los territorios ocupados, a la existencia de un sistema racista de apartheid sobre los palestinos, a la instrumentalización del Holocausto y a la utilización del antisemitismo al servicio de la industria armamentística israelí y se ha renunciado, al menos durante una larga temporada, a profundizar en cualquier vía para hacer posible la paz a través de la extensión de derechos de ciudadanía. Porque en lugar de instar a Israel a conceder derechos de ciudadanía a los palestinos de Gaza, en lugar de trabajar para que de esa manera Hamás sea neutralizada e Israel contenida, nuestros representantes han considerado que perpetrar un genocidio también era una salida. Israel no ha intentado eliminar a los terroristas de Hamás, sino al pueblo palestino de Gaza para llevar a cabo una anexión completa de la Franja y nuestros dirigentes nos han pedido que ignoremos lo que está sucediendo en nombre del derecho de Israel a defenderse sin atenerse a la ley y ante los ojos del mundo.

Décadas de equidistancia traen este resultado que confirma que para muchos de nuestros dirigentes los derechos humanos son solo un mito, un espantajo que sacar a pasear cuando conviene y que ocultar de la vista cuando no interesa invocarlo. No se pueden defender los derechos humanos a conveniencia, por lo que desde este momento no tenemos más alternativa que asumir que es una tarea que corresponde a la sociedad civil y que no nos quedará más remedio que acometerla, si es preciso, cada vez con mayor contundencia contra quienes hacen políticas migratorias en su contra o avalan acciones de Estados coloniales que actúan fuera de la ley como es el caso de Israel. En el momento presente los dirigentes de la UE y de cada uno de sus Estados miembros, y esto concierne por supuesto al gobierno de España también, deben decidir si están con el Israel de Netanyahu o con la defensa de los derechos humanos que no son solo de los palestinos, sino también de sus propios pueblos. Y deben hacerlo ante los ojos del mundo.


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