Otras miradas

Las luces largas de Arnaldo Otegi

Sergi Sol

Periodista

El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, al anunciar que no se presentará a lehendakari este 27 de noviembre de 2023. Unanue / Europa Press
El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi, al anunciar que no se presentará a lehendakari este 27 de noviembre de 2023. Unanue / Europa Press

A Arnaldo le seguirán llamando de todo. Es más rentable, para la derecha, seguir ignorando que es el artífice principal del fin de ETA. En vez de poner ahí el acento se prefiere seguir removiendo tumbas y echar sal en la herida. Pero no para sanar nada si no para que siga escociendo.

Arnaldo, por su trayectoria y valía, merecería optar a la Lehendakaritza. No hay otro igual en la izquierda abertzale. Porque líderes con su carisma sólo aparecen de cuando en cuando. El PNV ha tenido a un Arzalluz. No a veinte. El PSOE, un Zapatero. Felipe siempre fue un engaño y el felipismo es hoy una rémora. El PSC a Maragall. CDC a un coloso como Pujol, aunque luego hicieron como que se avergonzaban de él, para evitar que les salpicara la trastienda. Izquierda Unida tuvo a Anguita. Y ERC aún tiene a Junqueras, que comparte con Otegi estrategia y reflexiones.

Hay una violencia que no sólo ha dejado un rastro de muerte si no que sigue hoy operando como un recuerdo que impide pasar página. Y eso sigue condicionando hoy a la izquierda abertzale. Siempre juegan con el mismo argumento en contra, que a falta de cualquier propuesta constructiva o idea para debate alguno sirve para descalificarlos. Sin más. Es una vía por la que se intenta arrinconar a Bildu, para restarla en el terreno de juego. Lo que es una necesidad aritmética para una derecha que ha declarado la guerra a la periferia.

Ante dirigentes como Jon Iñarritu o Oskar Matute la descalificación – que persigue la muerte civil y el apartheid político- decae, porque éstos no estaban en la izquierda abertzale.

Por eso, en los últimos años el principal esfuerzo de Bildu ha sido luchar para habilitarse. Primero, a través de la ERC de Junqueras. Con alianzas electorales. No fue posible en 2014. ERC, pese a querer, vio entonces demasiados riesgos. Justo acababan de fichar a Ernest Maragall para las europeas. En 2019 sí se concretó esa alianza que ahora todo indica que es de largo recorrido. Tras ERC, la izquierda abertzale vio una nueva oportunidad en los acuerdos con el PSOE. No dudaron en ir por esa senda pese a las críticas. Y acertaron de lleno. Por eso, también por eso, hoy Bildu aspira a ganarle unas elecciones al PNV en Vascongadas, que es como solía llamar Jon Idígoras al País Vasco. No es menor lo que ha logrado Otegi, sacar a la izquierda abertzale de las brasas de la violencia y meterla en la lucha por la hegemonía.

Otegi no se va a presentar por que sea un mal candidato. Al contrario, tiene discurso, maneras y capacidad de seducción. Ni por que se le haya pasado el arroz. Con sus 65 tacos está en plena forma. No se presenta porque opta por una estrategia, que la izquierda abertzale siga creciendo y habilitándose con plenitud. Podría ser Otegi una excelente baza electoral pero prioriza una estrategia en perjuicio de una candidatura que tendría en Otegi, visto lo visto, un acicate facilón. Por eso, a su vez, tiene todo el sentido que se presente para seguir siendo el Coordinador general de Bildu y persisting así en una estrategia que necesita de una mano firme, con autoridad y de luces largas para seguir en el carril.

Bildu puede ganar. Pero no logrará la Lehendakaritza aún. Sencillamente porque PNV y PSE tienen una alianza que es su antídoto para evitar esa posibilidad. Ganar y no gobernar es como quedarte con la miel en los labios. Pero para Vascongadas y la izquierda abertzale no es, para nada, menor. Sobre todo cuando se apostó por dejar que las luces cortas impidieran ver más allá. Sin prisas pero sin pausa.

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