Otras miradas

Alcaldes con pocas luces

Rafael Cabanillas Saldaña

Escritor. Autor de "Quercus", "Enjambre" y "Valhondo"

El alcalde de Vigo, Abel Caballero, durante el encendido de las luces de Navidad 2023 en Porta do Sol, a 24 de noviembre de 2023, en Vigo. Javier Vázquez / Europa Press
El alcalde de Vigo, Abel Caballero, durante el encendido de las luces de Navidad 2023 en Porta do Sol, a 24 de noviembre de 2023, en Vigo. Javier Vázquez / Europa Press

Algo de esto debe ocurrir. O tienes pocas luces en la mollera y necesitas que las de afuera iluminen tu oscuridad interior y tus entendederas, o quizás padezcas un complejo extraño. No sé. Complejo de tenerla pequeña. Razón por la que los niños de la escuela, siempre depravados y antes de que existiera el bullyng, se reían de ti porque no te la encontrabas dentro de la bragueta. Pues por más que la psicóloga, durante toda una vida de tratamiento, te dijera que "el tamaño no importa", tú llevas esperando décadas para vengarte y demostrar al pueblo, a la ciudad, al país y al planeta..., que la más grande es la tuya.

Estoy hablando metafóricamente y con todo el respeto, que nadie se ofenda, de esa patología o desvarío en el que han caído los alcaldes españoles, siempre hombres, o en su mayoría, llegadas las fechas navideñas, compitiendo entre ellos para plantar en la plaza el pino - simbólico falo -, más alto de toda España y rodearlo de luces - el pino, la plaza, las calles, los parques, las avenidas y los bulevares - y ganar el premio también, a lo bestia, de poner no sé cuántos cientos de miles, quizás millones, de bombillas. Sean de led o de las antiguas ¿eso qué leches importa ahora?

Alguno, incluso, henchido de amor patrio y de megalomanía, hace forrar los árboles, las calles, las fachadas de los nobles edificios, los puentes y viaductos, los scalextric, las carreteras de acceso y las autovías, de gigantescas banderas de España de luces coloridas: roja y gualda. ¡No, por favor, no! No digas esa modernez de roja y amarilla. Dilo como siempre se ha dicho, coño, a la antigua usanza, aunque de niños no supiéramos qué significaba: bombillas rojas y gualdas. ¡Con un par de cojones! Rojas y gualdas. ¡Qué boooniiiitooo! ¡Y qué hortera! ¿Cómo no se van a querer ir de España?

Así, el árbol de Vigo, ganador de los últimos años, en esta edición llega a los 40,5 metros de altura, superando por tan solo 0,5 m al de Badalona. ¡Cómo debe estar de cabreado Xavier García Albiol, con la "altura monstruosa" que tiene ese señor, dejándose arrebatar el puesto por un menudo Abel Caballero, con su 1,65 m de estatura! ¡Don Abel, buen hombre, especialista sin parangón en luces navideñas, va a pasar usted a la historia! A la historia de la luminotecnia.

En el estrafalario ranking, le sigue Murcia, también con 40 m de pino; casi, podríamos decir, levantados con el esfuerzo y el tesón de su alcalde, don José Francisco Ballesta. Próceres de todos los signos políticos y de mucho lumen en la sesera.

Pero por muy orgullosos que estén de su hombrada, esas medidas son irrisorias comparadas al subcampeón: ¡Granada! Con sus 57 m compitiendo con su propia Sierra Nevada. ¡Eso es un pino de verdad, con 57 m, y no vuestras birrias! Pero ¡tachán, tachán! Por encima de todas las alturas de la madre patria, por encima de valles y montañas, aparece el coloso de Torreón de Cartes, en Cantabria, con 65 m.

Convirtiéndose en el árbol navideño más gigantesco de Europa. ´¡Toma ya! ¡Con otro par! ¡Cuánto mérito! Esto sí que es grandioso, admirable. Un pueblo con 5000 habitantes, un 12% de paro y un presupuesto de unos 5 millones de euros, levanta ese emporio de luces y adornos. ¡Bravo! ¡Sois la envidia de los españoles! ¡Qué digo de los españoles, de Europa y del mundo entero! Con seguridad que obtendréis el récord guinness a la mente más luminosa del planeta.

¡Qué guay! Qué ilusión!... si no fuera porque, en estas mismas fechas, un 14% de los españoles no podrán encender la calefacción. Casi 4 millones de hogares. Algunos, llámese Cañada Real de Madrid, a unos escasos kilómetros de los acristalados rascacielos de don Florentino, no por no poder pagarla, sino porque llevan años sin luz eléctrica. Y otros cuantos, porque la justicia no descansa nunca para que se cumpla con severidad la ley (excepto si se trata de renovar sus cargos), serán desahuciados en estas mismas fechas. Ancianos, familias con niños, que con el incremento increíble de los intereses no pueden pagar la hipoteca.

¿Pero no me digas, Puchy, que no es bonito? Muertos de frío, arropados con mantas, sin casa... igualitos que el Niño Jesús. El auténtico portal de Belén. ¡Cómo mola! ¡Qué mono! Ya que no tienen casa, ni calefacción, les podían contratar esos alcaldes para ponerlos debajo de ese árbol requeteluminoso y gozar de su calor: San José, la Virgen María y el Niño Jesús.

¡Qué tierno! Qué tierno... si no estuviéramos sufriendo esta crisis climática que nos anuncia que de seguir con este consumo desorbitado y esta contaminación sin límite vamos derechos al abismo. ¡Pero quedan tan monas esas luces, esos millones de luces! ¡Y ese pino iluminado que parece un bloque de 20 pisos! ¡Qué ganas tienen, Borja Mari, estos ecologistas, estos rojos, de amargarnos hasta la Navidad! Si da gusto ver esos escaparates, esas colas, esa... marabunta de gente haciendo compras en el Primark. Pero como están "amargaos" y no creen ni en Dios ni en la Virgen, ni siquiera en el Niño Jesús, quieren amargarnos nuestra fiesta. La Navidad.

Puestos a dar ejemplo y a llamar la atención, a educar a nuestros hijos, solidariamente, responsablemente con la que le está cayendo al mundo en este momento ¿No sería mejor poner las luces justas, una iluminación sencilla, humilde, sin ostentación, y dedicar ese dinero, dinero público bastante cuantioso, a lo que podríamos llamar Navidad solidaria? ¿Os imagináis a Vigo, Badalona, Murcia, Granada y Cartes, batiendo el récord de recaudación municipal por ahorro energético en Navidad y entregando ese dinero a cualquiera de las mil causas por las que se desangra el planeta? De Gaza a Ucrania, de la frontera de Finlandia donde los refugiados mueren de frío a la siria, de Yemen a Etiopía y de Etiopía a Somalia y Turquía.

Hagan el lazo más grande del mundo, portando velas que también dan luz, uniendo las manos, rodeando la ciudad, en protesta por todos esos niños muertos de manera abominable. Congregaos en las plazas y en los parques, miles, cientos de miles de personas, y lanzar al aire cometas con una paloma blanca. El mayor lanzamiento de cometas del planeta. Hermanados con Nepal y Afganistán. Poneos de acuerdo en esas ciudades y decretad una Navidad sin coches y repartid ese ahorro con los que no pueden pagar la factura de la luz. Organizad una marcha senderista o en bici, de toda la ciudad - "La Navidad en Marcha" -, para reivindicar otro mundo posible y mejor.

Así, seréis de verdad los números uno y ganaréis todos los concursos. Dejaos ya de excentricidades innecesarias. De delirios de grandeza. Reflexionad un poco. Mirad a la gente. A los ojos. A los que lo están pasando fatal. Mirad a vuestro alrededor. Apagad las luces, de una puñetera vez... y encended el corazón.

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