Otras miradas

La desmemoria nacional

Marta Nebot

La desmemoria nacional
Un grupo de feministas sostienen varias pancartas: 'Por una sexualidad libre. Anticonceptivos y aborto en la Seguridad Social. Frente de Liberación de la Mujer', 'Abajo la ideología machista', 'Primero feminista, luego partidista'.- Cedida por Gloria Nielfa

Llovía, llegué tarde y nada más entrar comprendí que de allí iba a salir distinta.

El Club de las 25, una histórica asociación de mujeres feministas, se propone hacer un archivo del feminismo patrio y comenzaron la tarea el jueves pasado con unas jornadas en la sede del Archivo Histórico Nacional (AHN), que yo no conocía.

Fuera hacía un día de perros, húmedo y frío, y el tráfico era un asco. Dentro todo circuló y nos calentamos con el fuego eterno de las luchas que compartimos.

El edificio es impresionante. Una de esas instituciones que imponen y que, cuando se revelan como servicio público accesible, enorgullecen a cualquiera y dan sentido al Estado. El archivo acorazado, que nos enseñó su director, Juan Ramón Romero Fernández-Pacheco, es novelesco con su frío conservador y su olor a papel viejo y sus legajos que parecen regalos envueltos, clasificados en carpetas idénticas, en estanterías gemelas, en pasillos infinitos, como un bosque de secretos.

El director, entre los tesoros que custodia, nos contó que en España no hay ley de archivos de la Administración General del Estado, como sí hay en las comunidades autónomas y en todos los países de nuestro entorno. El decreto que Zapatero aprobó justo antes de convocar las elecciones que perdió se queda corto frente a cualquier Ley Orgánica, como por ejemplo, la de Secretos Oficiales de 1968. Así muchos secretos siguen siéndolo por muy bien que estén conservados. También remarcó la ausencia del Derecho a la Memoria en nuestra Constitución y cómo ese olvido nos está saliendo caro, aunque mucho no gastamos. Allí solo ficharon ese día 52 trabajadores para clasificar, cuidar y divulgar millones y millones de documentos.

No mostrar ni enseñar lo que hicimos bien y mal unos y otros nos lleva a no saber quiénes somos y cómo podemos equivocarnos. ¿Por qué no empezamos a mirarnos? ¿Tanto miedo nos tenemos? ¿Todavía? ¿Tanto miedo como para no ver el absurdo que supone creer que no conocernos evitará que nos repitamos? ¿Tanta desconfianza hacia nuestra capacidad de aprender, de hacerlo mejor, de crecer sobre lo que fuimos? ¿Tan poco creemos en la fortaleza de nuestra democracia? La amnistía lo perdonó todo pero sería imperdonable olvidarlo porque corremos el peligro de repetirnos.

La inflamación social de estos días por el nuevo Gobierno que tanto disgusta a los que por poco lo han perdido es el mayor síntoma de la desmemoria nacional que nos ha llevado a dónde estamos. Solo la desmemoria y la locura pueden llamar dictadura y golpe de estado a un Gobierno que simplemente no les gusta; solo ellas pueden confundir la discrepancia política con la violencia de estado en un país en el que la sufrimos casi cuarenta años, no hace ni medio siglo.

En el salón de actos muchas desgranaron la historia de nuestro feminismo, con su idiosincrasia, con sus luchas –clandestinas hasta 1975–. Gloria Nielfa, catedrática de la Complutense especializada en Historia de las Mujeres nos enseñó fotografías y documentos en su repaso. Recordó cómo entonces solo unas pocas se manifestaban por la amnistía frente a Yeserías, la cárcel de mujeres, en lugar de Carabanchel, adonde iba la mayoría. Como en Yeserías eran menos, salían a más palos por cabeza; era mucho más arriesgado. Allí pedían amnistía también para adúlteras, para mujeres que habían abortado, para los médicos que las ayudaron.

El momento cumbre del encuentro fue cuando se preguntó a la catedrática cómo hacían entonces para mantener al movimiento unido. Nielfa aclaró que los movimientos sociales son siempre muy diversos y que las discusiones se alargaban hasta el eterno. Rememoró como en una de aquellas asambleas sin final alguien dijo que tanto hablar de conseguir la legalización de los anticonceptivos dejaba de tener sentido cuando el mejor de todos eran aquellas reuniones interminables, y todas nos reímos.

Prueba de las discrepancias que hay y siempre ha habido fueron las matizaciones que se hicieron en la sala a los hechos que la catedrática había marcado como los grandes hitos. Las testigos dejaron claro que la discrepancia es, ha sido y será siempre parte de un movimiento tan grande como variopinto. Englobar a la mitad de la población es sobre todo un ejercicio de tolerancia mutua, de convivencia, de respeto a lo distinto.

Nielfa recalcó –y en eso todas estuvieron de acuerdo– que el objetivo supremo era el objetivo común, conseguir iniciativas conjuntas se pensase lo que se pensase sobre el resto. Se trataba de buscar qué querían todas y dejar al margen aquello en lo que no había acuerdo. El consenso era centrar la energía para perseguir aquellas metas decisivas. Terminaron con la tutela masculina:  teníamos que ser autorizadas por padres o maridos para viajar, para comprar a plazos, para tener cuenta bancaria. Pusieron fin al delito de adulterio que solo se nos aplicaba a nosotras: el asesinato de una mujer adúltera por su marido se castigaba con el destierro. Consiguieron la legalización de los anticonceptivos y el aborto. La ley integral contra la violencia de género. Les debemos tanto y hace tan poco. Tenían tantos objetivos comunes;  ahora hay menos.

Sin embargo, la lucha contra la violencia de género, la educación en igualdad y la retribución de los cuidados podrían volver a ponernos de acuerdo, deberían poder enfocarnos y unirnos.

Ojalá la nueva Ministra de Igualdad se pase por el Archivo Histórico Nacional y sea capaz de tejer redes entre todas las sensibilidades para que sigamos avanzando al ritmo frenético con que lo hemos hecho.

Ojalá este Gobierno se atreva a abrir las cajas de secretos con una ley de Archivos que nos permita empezar a constatar quiénes fuimos y quiénes somos, para ser mejores pronto. El desconocimiento de nuestras raíces, la desconexión con el pasado nos hace menos sólidos, más desagradecidos, más vulnerables a los vientos y más bobos.

Al salir seguía lloviendo pero el día me parecía menos gris y el porvenir, como siempre que se repasa la historia, algo menos oscuro.

Más Noticias