Otras miradas

Ábalos en Gran Hermano

Guillermo Zapata

'El hombre de las mil caras' de Alberto Rodríguez Librero
'El hombre de las mil caras' de Alberto Rodríguez Librero

No voy a hablar de corrupción. No voy a hablar del caso Koldo. Voy a hablar de televisión.

Esta semana pasada el PSOE le dio al diputado Ábalos, que en la anterior temporada era el ministro de Transportes Ábalos, 24 horas para dejar su escaño. El diputado Ábalos no lo hizo. En lugar de eso, se marchó al grupo mixto.

El grupo mixto, por tanto, siguió perdiendo su función de representación de fuerzas minoritarias que no han conseguido grupo propio, pero tienen el derecho (y la obligación) de representar a las fuerzas políticas que las han votado y siguió avanzando en la línea de ser un territorio de presión al gobierno.

Para anunciar su paso al grupo mixto, Ábalos hizo una rueda de prensa que casi inmediatamente se convirtió en meme. Se volvió, para entendernos, contenido.


Perdió contexto, contornos, matices y se hizo mofa. Las mofas, como todas las mofas, señalaron cosas reales: la épica que el diputado Ábalos aplicaba a sus acciones sonaba falsa. La posición de hombre cabal enfrentado a los poderes del estado, el fiel defensor de la honestidad, el Quijote contra los molinos, no se sostenía.

El otro eje de la memetización venía de esa condición heterodoxa del grupo mixto, convertido en cajón desastre al que se añadía un último elemento aún más bizarro.

Al día siguiente, el aún diputado Ábalos hizo tantas entrevistas y tuvo tanta presencia en los medios de comunicación que en algún momento tuvo que dejar alguna a la mitad para ir a la siguiente. Este tour mediático abundó en la dimensión de la rueda de prensa del día anterior.


En ese frenesí mediático llegó el jueves hasta el programa de Cuatro, Todo es Mentira, presentado por Risto Mejide, dónde el aún diputado Ábalos se emocionó hasta las lágrimas. No es casualidad que las lágrimas no llegaran en su larga entrevista con Carlos Alsina en la radio, o en alguna de las otras muchas entrevistas. Las lágrimas llegaron dónde tenían que llegar. Se ajustaron al formato del programa.

El hombre de las mil caras, la película de Alberto Rodríguez sobre el espía Paesa, cuenta buena parte de la fuga de España de José Luis Roldán. Roldán, escondido, empequeñecido, enfrentado al PSOE al que sirvió durante una buena cantidad de años, se muestra humano. No hay trampa, no hay cinismo. Es posible que en el caso de Ábalos tampoco lo haya. Es posible que se sienta como dice sentirse. Es posible que se sienta así incluso aunque además esté manteniéndose en su escaño ahora ya del grupo mixto por motivos que nada tienen que ver con la dignidad personal, pero eso no es lo importante. Lo importante en un momento de crisis de la atención, de dispersión total, es la apariencia, y la apariencia adopta la forma de la televisión compasional.

Esta semana termina Gran Hermano Dúo, ejemplo fundacional hace más de veinte años de la televisión compasional. El reality nos muestra la forma en la que el interior de la casa, el interior de la tele, convierte la realidad en contenido y las personas en personajes que se ajustan a las narraciones que se les presuponen: el canalla, la envidiosa, el o la sentimental, etc. Todo es estrategia y todo nos dice algo sobre lo auténtico en el mundo en el que vivimos. Gran Hermano nos enseña a preguntarnos si Ábalos es honesto o tiene una estrategia, y al revés, nos dificulta saber si existe ya una diferencia clara entre honestidad y estrategia.


Todos los concursantes de Gran Hermano comparten dos lugares comunes cuándo se les pregunta al salir de la casa. Todos y cada uno de ellos se han mantenido fieles a sí mismos y todos y cada uno de ellos han aprendido y han cambiado mucho. Todos han sido a la vez auténticos y distintos. Esa irresoluble contradicción aparece también en las declaraciones de Ábalos sobre si era o no responsable de algo cuando era ministro. Ser fiel a uno mismo es la forma de no ser responsable de nada más.

Así, podemos establecer una mínima lista de características sobre la honestidad y la autenticidad mediatizada que aplican a este y muchos otros casos.

–Es necesario presentarse uno mismo como alguien enfrentado a gigantescos poderes.

–Es necesario repudiar el dinero como objetivo y hacer mucho énfasis en que no es lo que te mueve ni lo que necesitas.

–Se explicará siempre que estás haciendo lo que estás haciendo para preservar una dignidad personal irreductible a ninguna responsabilidad colectiva.

–Habrá que mostrarse sensible y afectado, dolido en lo personal y será esa emoción la que sustituya cualquier racionalidad sobre tus acciones.

–La persona en cuestión será, por supuesto, una víctima.

–La persona en cuestión encarnará con sus cuestionables decisiones acciones que siempre operan en un nivel de grandeza moral demasiado grandes para este mundo.

Lo mediático será, al final, un entretenimiento; una fábrica de ruido para instalar una imagen que intente compensar otra imagen. Una más fría, más basada en hechos objetivos y contrastables, la imagen que forman los sumarios de los jueces, que en este caso, es lo único que importa.

La semana que viene se celebra el 8 de marzo, que nos enseñó que "lo personal es político", pero en los tiempos de la televisión compasional cada vez hay más gente que ha pervertido esa valiosa orientación y la ha transformado en "lo político es personal".

Más Noticias