Otras miradas

El chirrido de las puertas giratorias

Rafael Cabanillas Saldaña

Escritor. Autor de 'Quercus', 'Enjambre' y 'Valhondo'.

Una puerta giratoria.
Una puerta giratoria.

Lo que cuento aquí es verdad. Pero, por suerte, no es generalizable. La política es una actividad noble, necesaria, y ojalá todos los ciudadanos pasaran algún tiempo de su vida, por mínimo que fuera, por ella. Los mejores ciudadanos. Los más honestos, los modélicos, para ennoblecerla aún más. No hay nada más humilde y grandioso a la vez que ser concejala o concejal de tu pueblo o ciudad. 

Julio Anguita abandonó la política y se reincorporó a su escuela, más califa que nunca; Gerardo Iglesias volvió a la oscuridad de la mina para, con su ejemplo, hacerla más luminosa; el Kichi a su instituto tras ochos años de alcalde de Cádiz, tal y como había prometido y ganando el mismo sueldo. Y, como ellos, muchísimos más, gente honesta, cuyos nombres pasaron y pasan desapercibidos.  

Sin embargo, como en el cesto de las manzanas, otros no son nada ejemplarizantes y provocan la contaminación y la mala imagen del resto.  Por eso, desgraciada e injustamente, la política apesta. Con esa panda de aprovechados y sinvergüenzas. Por lo que habría que seguir insistiendo en una mejor regulación de las puertas giratorias y también del tiempo -dos legislaturas quizás- que se dedican a la política.

Hay políticos que jamás han trabajado fuera de la política, convirtiéndose en unos profesionales de la "cosa" (nostra), que no hay quién les mueva. Según un estudio, el 70% de los ministros no ha trabajado nunca en el sector privado. Y casi un 20% sólo ha trabajado en la política. ¡Menudos expertos, estos últimos, del estado social, económico y laboral! Con lo que sabe un desahuciado o un parado, padre de familia, que cobra una ayuda de 480 € al mes. ¡Pufffff!


Existen dos tipos de puertas giratorias una vez que abandonas la política. El primer modelo, directo y explícito, consiste en colocarte en una empresa pública -la cuestión es no dejar nunca de cobrar de los sufridos españoles por los siglos de los siglos, amén-, sea Correos, Loterías, Paradores Nacionales, Adif, Puertos del Estado o Aena. Que tanto monta, monta tanto, el bombo de los millones, los trenes, los aviones o los barcos.

Recuerdo el discurso de toma de posesión de un Pte. de Paradores que decía con vehemencia: "Prometo dejarme la piel en esta gran responsabilidad y para ello me comprometo a visitar todos y cada uno de los paradores de España". Enorme esfuerzo, para los casi 14.000 € mensuales que se ganan. Menos mal que no lo oyó ese parado de los 480, del que muchos políticos piensan que la culpa es suya por no "esforzarse" lo suficiente. ¡Bendita revolución francesa! 

Si falla lo público, siempre tan goloso y de nómina segura, te quedan dos opciones nada desdeñables: que te coloquen en una empresa privada o en una  privatizada.  Me refiero a esas que eran de todos los españoles y los gobernantes de turno, principalmente del PP que odian lo público (incluso Correos, con lo que aman los sobres), privatizaron regalándoselas a sus amigotes. Tipo eléctricas o cajas de ahorro, en las que hay unos sillones de los consejos reservados para los partidos políticos mayoritarios. De un signo o de otro. Eso no importa, pues en el bipartidismo, tarde o temprano,... siempre toca. 


Así, cuando te preguntas qué fue de fulanito o menganita tras desaparecer de la política, escarbas un poco en el lodazal y descubres que es consejero de Red Eléctrica, de la Caixa o de Telefónica. Ahí llevan media vida. En esta opción, los casos más representativos y escandalosos, sin necesitarlo, son los de Felipe González y J. María Aznar. El segundo en Endesa y el primero en Gas Natural. Pero como ellos, centenares de expolíticos del PP y del PSOE, mayoritariamente. 

 Si no hay hueco en esta modalidad semiprivada, te toca ir a llorar al jefe, "llorar y llorar", hablarle de tus hijos, de su pan, suplicando hasta que le fuerces a hacer una llamadita a algún empresario que le debe algún favor -o se lo deberá y lo cobrará muy pronto- para que te coloque. Así de triste es.  

La única precaución que debes tener para no saltarte la Ley de Incompatibilidades con su Oficina de Conflicto de Intereses -ya ves tú, menuda milonga-, es que el nuevo empleo no sea del mismo sector que tu anterior responsabilidad política. Pero no me digas eso que me da la risa. Si esos políticos valen "pa tooo" y su cualificación es siempre la idónea. Total, para lo que vas a hacer en esa empresa.

Pero sí, está bien guardar las formas: si tu responsabilidad era en Educación y Cultura, ahora te pueden meter en una empresa de generadores eólicos o de metalurgia. Y si estabas en el ministerio de Agricultura, quizás te enchufen en un bufete de abogados, gestionando un fondo buitre de viviendas o en una empresa aeroespacial. Tu cargo, siempre tan bien remunerado, suele llevar el pomposo nombre de Director de Prospectiva y Análisis. ¿Análisis de qué? Análisis de... de..., de lo que sea. Como digo, qué más da, si tu empleador el favor lo va a cobrar. Y a lo bestia. 

Lo que me molesta en este sentido, más allá de la corrupción que gangrena la democracia y la política, es que estos individuos, tan dignos ellos, creen que les colocan por sus méritos y que, más que nadie, merecen ese puesto por los "sacrificios" prestados. Y algún mérito sí que tendrán, seguramente, sobre todo en mantener la boca cerrada y olvidar algunas tropelías. Magnífica hoja de servicios... la tuya. 

La otra puerta giratoria, no reconocida como tal y perfectamente legal, pero tan inmoral como las anteriores, es la de crear una consultora.  El alma de la consultora es, digámoslo claro, la agenda de contactos de tu teléfono móvil, que celosamente has guardado como un tesoro de tu etapa de ministra, vicepresidente, secretario general o de acción de tu partido. En ella hay cientos de alcaldes, directores generales y de bancos, interventores, empresarios, periodistas y algún embajador.  También los de la judicatura, estos que no falten. De estos, póngame, por favor, media ración. Y un largo etcétera, siempre susceptible de ser llamado para pedir un pequeño favor que desbroce el terreno, agilice un expediente o informe sobre una recalificación.  Es lo que hay. ¡Qué casualidad que antes de tener un cargo público no sabían nada de consultoría y ahora son unos expertos internacionales! Del mundo mundial, incluyendo Marruecos, Arabia Saudí y Qatar. 

Pero para que la consultora ruede a la perfección y como el poder va pasando de un partido a otro, lo ideal es contratar a personas como tú, ex de algo importante, pero de otro signo político. Así, la agenda se multiplica y podrás acaparar todo el estado español. "La órbita ideológica y plurinacional" dirán. Además, dará la impresión del espíritu abierto y apolítico de tu consultora. "Aquí caben todos, amigo. Se llama transversalidad." Según la petición de tu cliente, ya vas derivando el asunto a unos u otros. Tú ya me entiendes. Y si sale un partido o plataforma emergente, con ciertas posibilidades, corre a contratar a uno de los suyos porque siempre será bueno que te abran las puertas, aunque sea del mismo infierno. 

Porque hay que ganarse el pan, ciertamente, pero más con la agenda... que con el sudor de tu frente. 

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