Otras miradas

Alargar la vida, pero... ¿para qué?

RAFAEL CABANILLAS SALDAÑA

Escritor. Autor de 'Quercus', 'Enjambre', y 'Valhondo'.

Imagen del reportaje 'Japón, ¿no es país para viejos?', de RTVE.
Imagen del reportaje 'Japón, ¿no es país para viejos?', de RTVE.

Acabo de ver, absolutamente estremecido de tristeza y estupefacción, el extraordinario reportaje de la RTVE titulado Japón, ¿es país para viejos? Demostrando que nuestra televisión PÚBLICA es capaz de ofrecernos verdaderas obras de arte, como este documental realizado por los profesionales de la casa, así como a su vez los bodrios más aberrantes, comprados a productoras que se están forrando a costa de nuestro dinero – por ejemplo Masterchef, con esos tipos déspotas y arrogantes, por citar solo uno –, a cambio de idiotizar a los españoles, además de "moldear" su mente con un sesgo ideológico claramente retrógrado. El objetivo de lo público es prestar un servicio de calidad a los ciudadanos, el de lo privado ganar dinero. Cuanto más, mejor; detrayéndolo sin escrúpulos de donde haga falta. 

El reportaje, realizado con verdadero respeto y empatía hacia los protagonistas, incluso con un lirismo bellísimo, explica la situación de muchos ancianos nipones que deciden "delinquir" para ir a la cárcel como único medio para sobrevivir. Mejor en prisión que en la calle. La calle es un infierno y la casa un pozo de penuria y soledad, donde revolotea y te susurra insistentemente la parca. Cada año más de 5.000 ancianos ingresan en la cárcel. Hasta el punto de que casi un tercio de los presos japoneses son ancianos. ¡Escalofriante! Abuelos que, según explican algunos de ellos, tienen dos opciones: quitarte del medio o ir a una cárcel para evitar la soledad, estar bien alimentado, aseado, vestido y atendido médicamente. Aunque sometidos a la disciplina carcelaria. 

En Japón, al igual que en otros países del capitalismo salvaje – Suiza, Singapur, EEUU... ¿Quién no ha visto las imágenes de un negro tiroteado por la policía americana por huir de una tienda tras robar alguna insignificancia? – la protección de la propiedad privada es sagrada. Robar un paquete de arroz puede suponer hasta dos años de prisión en Japón. ¿La bolsa o la vida? ¡Por supuesto la bolsa! 

Cuando cumplas la condena, vuelves a robar cualquier otro producto – a mí me ha hecho llorar la declaración de una anciana que cuenta que ella robaba flores, y también otro que ante la vergüenza al ser detenido y acusado de ladrón se suicida allí mismo – para ingresar de nuevo en prisión. 


 La paradoja de esta sociedad de locura que hemos creado es cómo el sistema (llámalo mercado, pues es el que manda y se protege) da la máxima protección al bien material, castigando severamente su apropiación indebida, y deja tirados a los seres humanos, a los mayores, que son los más necesitados, vulnerables, y que mueren en soledad, sin que nadie note su falta, hasta que el olor a muerto los delata. Ante esta situación, mejor convertirte en un preso y morir con cierta dignidad. La poca que te reste, unas migajas. Por eso las cárceles japonesas se están convirtiendo en gigantescos geriátricos. 

La otra paradoja es que la ciencia, la medicina moderna, intenta alargar la vida al precio que sea. Pero ¿alargar la vida para qué? Precisamente Japón es el país que tiene la esperanza de vida mayor del planeta, 85 años, España está en quinta posición, por lo que insisto: ¿esperanza para qué?, ¿vida para qué? ¡Menuda contradicción! 

El problema, aunque multifactorial, tiene su origen en dos cuestiones. La primera es el cambio del modelo de la estructura familiar en la que los ancianos no caben. Nos dieron lo que pudieron, pero ahora no hay un hueco para ellos. Nos sobran. A mayor "avance" de una sociedad, mayor alejamiento del cuidado de los abuelos, que tradicional y desigualitariamente ha recaído en las mujeres ¿Qué avance es ese, si deja en la cuneta a nuestros viejos? Se habrá progresado económicamente, somos más ricos, pero estamos enfermos de ética y carentes de humanidad. Muchos bienes materiales, pero poco corazón. Dando siempre pasos firmes hacia la degeneración. Hacia la extinción.  Precisamente, hay que mirar a otras latitudes, África, Asia, de países "subdesarrollados" en los que los ancianos son cuidados y respetados con absoluta preeminencia y prioridad. Es lo que veo cuando viajo a los poblados africanos más miserables: patriarcas o matriarcas venerados por sus vecinos y familiares. 


El otro problema, más grave todavía, es el económico. Político, más bien. Y es el que declaran la mayor parte de los protagonistas del reportaje: "La pensión no me llega para comer". Unas pensiones tan exiguas (Según informe de Mapfre, en Japón la pensión máxima anual es de 795.000 yenes, 407 euros al mes, y la media 172.000, unos 1.000 euros al año, para una de las potencias económicas más poderosas del planeta) que, si no dispones de vivienda propia, como es lo habitual en los más humildes, el alquiler se comerá tu pensión y te dejará sin comida, sin ropa, sin atención médica y sin  la citada dignidad. Por lo que volvamos al algoritmo de la irracionalidad: Centramos los esfuerzos en alargar la longevidad, pero luego los matamos de hambre, de abandono, de miseria y soledad.  

¿Recuerdan aquellas declaraciones del ministro de Finanzas japonés, Taso Aso, quejándose de que las cuentas no cuadraban  por tener una cuarta parte de personas mayores de 65 años en un país de 128 millones de habitantes? "¡Deben darse prisa en morir!". Eso dijo, el muy canalla. Y como en Japón son tan responsables y disciplinados, muchos se lo tomaron al pie de la letra y... Aunque, no hace falta irse al país del sol naciente y consolarse con que el problema a los españoles nos es ajeno. Lean: "¡Se iban a morir igual!" ¿Les suena esta frase? ¿Quién la pronunció?  ¡Pues eso! 

 Ya puestos a ser eficientes, ¿por qué cuando te entreguen el carné de jubilado, no te adjuntan una cápsula de cianuro, indolora, para tomártela en uno de esos bellos parques con los cerezos en flor? Y con una buena campaña en radio y televisión, por supuesto. Motivadora. Apelando al deber de la nación, a la pureza de la  sangre y la raza: "¡Abuelo, ya no te necesitamos! ¡Sé responsable con tu patria y no te conviertas en una carga! ¡Funeral GRATIS!"  


Da pena ver a ancianos de casi 80 años trabajando, en silencio, resignados, porque no pueden jubilarse a la edad establecida. ¿Por qué? Pues porque con sus bajos salarios no consiguieron pagar un plan de pensiones privado y solo con la pensión pública se morirían de hambre.  Es decir, que se salvan exclusivamente los que hayan podido costear ese plan, que es lo que a lo largo de su vida el "sistema" ultraliberal les ha venido aconsejando. Si no me hiciste caso entonces, ahora, o sigues trabajando hasta que te mueras o te vas al talego. Tú decides, ya sabes que nuestro lema es LIBERTAD, LIBERTAD y LIBERTAD.  Efectivamente, la libertad de la DESIGUALDAD. 

Porque sé que al leer estas palabras, los expertos enseguida saldrán con su mantra: "El sistema es insostenible y va a colapsar". Y llevan razón, pero el colapso vendrá motivado por la creciente desigualdad, que no solo no se aminora sino que crece: unos cuantos cada vez más ricos y una mayoría cada vez más pobre. Una riqueza lacerante, culpable y siempre insatisfecha, que tiene asfixiada en la pobreza a tres cuartas partes del planeta.  

¿Y cómo hemos llegado hasta aquí, pues detrás de los nipones vamos todos? ¿Cómo Japón, uno de los países más "avanzados", permite la muerte o el ingreso en prisión de sus progenitores? Pues por la decisión de aplicar ortodoxas políticas neoliberales. Por dejar que sea el mercado el que mande. Sabiendo que, si al mercado no le paras los pies, te come crudo. Si no hay Estado, con sus leyes, sus controles y acciones públicas, sus derechos y deberes, el mercado te devora. Con total crueldad y deshumanización.  

 Todo comenzó hace unas décadas, cuando esa minoría que gobierna y maneja los hilos del mundo, entendió que había que eliminar Estado, pues se estaban pasando de la raya con tantos derechos, con tanto bienestar y que había que pararlo ya. 

Primero fue Reagan, siguió en Inglaterra la Thatcher, y hoy son un puñado de excéntricos (hasta en eso hemos empeorado), a cuál más peligroso y descerebrado – Trump, Bolsonaro, Orban, Milei... –  que expanden sus recetas engañabobos: NO a los impuestos, NO a la educación pública, NO a la sanidad pública, NO a las pensiones públicas, NO  a los sindicatos NI a las organizaciones sociales, NO a la justicia social. Que cada uno se busque la vida como pueda. Si te mueres, te jodes, porque es culpa tuya. 

Digo engañabobos porque hay que ser muy cretino – y ahí es donde radica el mayor peligro, no en esos personajes de pesadilla – para votar a tus propios verdugos. Verdugos que te dicen a la cara que vienen a acabar con tus derechos. Esos logros sociales que tanto trabajo y tiempo, siglos, costó conquistar. El 9 de junio iremos a votar. 

Aunque son verdaderos monstruos, en realidad son marionetas, manejadas desde más arriba, con el único interés de acabar con el estado de bienestar. Desguazarlo y repartírselo. Adelgazarlo, enfermarlo y dejar, como esos ancianos, que fallezca. Ya lo dijo Antonio Gramsci: "El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos". En España con la sanidad ya lo están consiguiendo. La necrosis provocada por las listas de espera, obliga a los ciudadanos a hacerse un seguro privado, al principio muy barato, luego muy caro. Y ahí están los Quirón y Cía, para quien trabaja la pareja de Ayuso, los Adeslas, Sanitas y Asisa, esperando con sus fauces abiertas para fagocitarte.  

Por eso la izquierda – la verdadera izquierda, no la que se alía cuando le conviene con los verdugos en Europa y se rinde a las demandas del capital –, más que nunca, tiene que ser valiente y responsable para no renunciar a ese otro mundo mejor. Caminar con inteligencia y pies de plomo, echar bien las cuentas. Valiente para plantear respuestas y alternativas, nuevos retos, con imaginación y ejemplaridad. Valiente para no aceptar el desguace del estado de bienestar como algo inevitable.  Y responsable para demostrar la sostenibilidad del sistema basada en un modelo más igualitario. ¡Se puede, claro que se puede!  Se puede y se debe. Si no lo conseguimos, vayamos preparando la maleta para ingresar muy pronto en la trena. 

Más Noticias