Otras miradas

23J: mucho en juego

Javier Madrazo Lavín

Fue coordinador general y presidente de Ezker Batua-Berdeak, y ejerció el cargo de consejero de Vivienda y Asuntos Sociales del Gobierno Vasco de 2001 a 2009

Javier Madrazo Lavín

Como persona comprometida con los valores que debe representar la democracia y los principios que definen a la izquierda en la que creo, el próximo 23 de julio acudiré nuevamente a las urnas a depositar mi voto. Mentiría si dijera que no entiendo a quienes miran de reojo y con sospecha a los partidos políticos y a sus dirigentes. La abstención, que en los últimos comicios municipales y forales en Euskadi fue del 40%, significa mucho más que un toque de atención.

Se trata, en mi opinión, de un castigo a quienes han olvidado que las instituciones, y quienes en ellas se sientan, tienen que escuchar a las personas, empatizar con sus necesidades,  y procurar dar respuesta a las mismas. Nos digan lo que nos digan, todavía hay una línea divisoria clara entre derecha e izquierda. Las ideologías no sólo no han muerto sino que hoy están más vivas y confrontadas que nunca. España es un buen ejemplo de ello. El 23 de julio elegiremos un nuevo gobierno para cuatro años y  no es lo mismo que lo presida Pedro Sánchez, con el apoyo de la llamada mayoría de la investidura, que Alberto Núñez Feijóo con la colaboración de VOX.

Confío, en este sentido, en que Sumar sepa y pueda curar las heridas abiertas en el pulso que mantiene con Podemos,  y actúe con respeto y generosidad  con quienes supieron llevar a las instituciones el espíritu del 15M. Para entender la influencia y el poder que ha ejercido en el Ejecutivo de Pedro Sánchez  la izquierda a la izquierda del PSOE, resulta imprescindible reconocer el papel de Pablo Iglesias y su formación.

Si la política es también un estado de ánimo, es justo admitir que Podemos llegó muy lejos, en tiempo récord, porque transmitió esperanza y por primera vez en décadas puso, como nadie, a las personas en el centro del debate político. Los de arriba y los de abajo no es sólo una frase ocurrente más; no es demagogia, como se ha insistido; es una gran verdad. Pablo Iglesias, Ione Belarra, Irene Montero y Pablo Echenique han cometido grandes errores. El empecinamiento a la hora de negarse a modificar la  Ley del "sólo sí es sí" para evitar sus efectos indeseados es uno de ellos; ahora bien, sus equivocaciones han sido magnificadas por la derecha mediática y las críticas legítimas se han mezclado con las fake news y la manipulación, en una operación orquestada para dejarles fuera de juego.

Sumar no debe dejarse cautivar ni participar de este acoso contra quienes fueron fuertes y hoy son débiles, si quiere ganar apoyo, votos y legitimidad. Sobre una política de vetos, exclusiones y vendettas no se puede construir un proyecto sano, sólido y de futuro.

Los comicios municipales y forales del 28 de mayo han dado alas al Partido Popular y a V0x. Es cierto que tienen razones fundadas para la satisfacción y sus responsables se ven ya traspasando las puertas de La Moncloa. Sin embargo, queda todavía partido por jugar. Núñez Feijóo puede partir como favorito de cara al 23 de Julio, pero sólo cuenta con un socio para alcanzar la cifra de 176 escaños: VOX. Esta realidad es, al mismo tiempo, su salvavidas para gobernar  y el lastre que puede frustrar sus expectativas.

Pedro Sánchez, en cambio, aglutina a un amplio abanico de formaciones y sensibilidades que pueden ser claves para conformar una mayoría que se imponga a la derecha y la ultraderecha.

Los comicios generales, nos guste más o menos, se plantean, en esta ocasión, como un plebiscito entre izquierda o derecha: pasado o futuro;  justicia social o más desigualdad; regeneración democrática o involución. Todo apunta a que en contextos de gran tensionamiento político como éste aumenta la participación y el voto tiende a concentrarse entre las dos opciones más representativas de la polarización. Hablamos del PSOE y el Partido Popular.

No deja de ser curioso que dos siglas que acabaron en España con la tradición bipartidista,  instaurada desde la transición, con la entusiasta colaboración del PNV y CiU, hayan desaparecido de la escena política con la misma rapidez con la que surgieron y saborearon el triunfo. Afortunadamente, en la izquierda se mantiene hoy una mayor pluralidad que en la derecha y es importante que todas las sensibilidades que la representan se vean reforzadas el 23 de Julio.  Pienso en Sumar y  en formaciones como Bildu o ERC, que en esta última legislatura han actuado con responsabilidad, demostrando su capacidad de garantizar la estabilidad y gobernabilidad sin traicionar sus ideales. Su implicación ha sido fundamental  en el impulso a las  medidas más progresistas que ha promovido el ejecutivo de Pedro Sánchez.

La apuesta de Bildu por las vías exclusivamente políticas y democráticas está, sin duda alguna, en el origen del buen resultado obtenido en las urnas el pasado 28 de mayo. La coalición abertzale recibió más de 366.000 votos en Euskadi y Navarra, que marcan un hito histórico en su trayectoria y le convierten en un adversario fuerte frente a un Partido Nacionalista Vasco que registra una clara tendencia a la baja.

El éxito de las candidaturas de Bildu radica  en su apuesta estratégica para poner el foco en la agenda social y obviar, con buen criterio, las proclamas independentistas, abriéndose por primera vez, al entendimiento y a la convivencia con voces y discursos de corte federal o confederal.

Sus representantes han tenido el acierto de  priorizar los problemas a los que se enfrenta una juventud que no ha vivido los años más duros de ETA  y que tiene serias dificultades para acceder a un empleo estable, bien remunerado, y a una vivienda digna que pueda pagar con su salario. También han hecho suyas las preocupaciones de una clase media agobiada por el deterioro de los servicios públicos, especialmente la sanidad, la educación y la atención a la dependencia, el impacto de la inflación en sus vidas y la creciente desigualdad, que en Euskadi es una realidad  tan obvia como en el conjunto del Estado. Hacerse eco de estas inquietudes y proponer respuestas a las mismas  le ha permitido mirar cara a cara a un Partido Nacionalista Vasco, que actúa con arrogancia y autocomplacencia, incapaz de entender que  el bienestar y la calidad de vida no llegan a todas las personas.

Por ello, Bildu hará bien en profundizar en esta vía si quiere ganar credibilidad, ampliar su base social y constituirse en el eje de una alternativa real de izquierda en Euskadi, que genere la confianza, la ilusión y la esperanza en un futuro mejor, que a día de hoy no logra transmitir la coalición PNV-PSOE.

En este sentido, resulta difícil encontrar una razón de peso que justifique la alianza entre Bildu y ERC para concurrir conjuntamente al Senado en una candidatura que responde al nombre "Izquierdas por la Independencia". La pugna por el relato independentista en Catalunya no debe arrastrar a Bildu a una dinámica que contradice de facto la apuesta por articular un frente amplio de la izquierda vasca, de la independentista y de la no independentista.

Ambas formaciones tienen el reto, cada una de ellas en su ámbito de actuación, de abrirse al diálogo y al entendimiento con la izquierda a la izquierda del PSOE, tal y como han demostrado que  saben hacer en Madrid, liderando y apoyando políticas progresistas  Es prioritario que en la nueva legislatura sean agentes activos del cambio, con capacidad de influencia, para poder defender conquistas sociales, amenazadas por la derecha, e impulsar otras nuevas, que son necesarias para avanzar hacia un futuro más inclusivo, más justo, más feminista y más sostenible.

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