Otras miradas

Únicos y diferentes

Israel Merino

Varios jóvenes conversan con un agente de Policía durante una manifestación contra la amnistía, frente a la sede del PSOE. EUROPA PRESS/Diego Radamés
Varios jóvenes conversan con un agente de Policía durante una manifestación contra la amnistía, frente a la sede del PSOE. EUROPA PRESS/Diego Radamés

Te dirán algunos que ser reaccionario (que no de derechas, ojo) es el nuevo punk, sin embargo, nada más lejos de la realidad. Simplemente, ser reaccionario es parte de una moda más.

Cuando iba al instituto, había una tribu urbana conocida como "los únicos y diferentes" (cuando estábamos graciosos y queríamos hacer juegos de palabras, "los únicos y detergentes").

Este grupo de pibes y pibas se caracterizaba por esgrimir hasta la saciedad su superioridad intelectual, cultural y de gustos; eran los típicos que presumían de no escuchar reguetón o rap, como todos los adolescentes de la época, sino bandas independientes y poquísimo conocidas como Nirvana o Queen; eran de esos que no caían en la tentación de las pelis para el populacho, sino que veían cine independiente como el de Woody Allen; eran los míticos, en fin, que basaban su personalidad no solo en tener unos gustos aparentemente sofisticados y diferentes, sino en restregárselos a los demás.

El caso es que estos pibes evolucionaron con los años y la vida y acabaron convirtiéndose en una tribu urbana nueva, pero con exactamente las mismas características: los hípsters.

Afortunadamente ya han desaparecido, pero hasta hace no muchos años, estas personas presumían de gustos diferentes y visiones alternativas y conocimientos cinco cuerpos por delante de los del resto de los mortales, como si nosotros fuésemos demasiado estúpidos para saborear el paté de magro de cerdo que ellos llamaban caviar.

Ahora, no quedan ni hípster ni únicos y diferentes, pues todos ellos han virado hacia la reacción, la bunkerización y el resentimiento.

Con esto de que el progresismo haya ganado terreno en la mayoría de los aspectos de la vida, hay un grupo de escritores y columnistas  (todo es culpa siempre de los columnistas, urge abolir este oficio cuanto antes) que no paran de repetir como loritos tartamudos que lo realmente jovial y alternativo es ser de derechas. Pero de una derecha rancia, reaccionaria, maloliente y pesada; casi de esa derecha caricaturizada por Torrente.

Toda esta gente, esgrimiendo su hipsterismo aún latente y su superioridad moral (luego dicen de la izquierda), se ha montado una película de canallesca y casticismo en las que ellos se autoproclaman los protagonistas de lo alternativo y lo diferente.

En ella, se escriben como luchadores contra lo mainstream y lo posmo, etiquetas, según ellos, que representa el progresismo; sin embargo, están más cerca de lo que les gustaría reconocer de ese adolescente outsider que se jacta  (probablemente, mintiendo) de no saber quiénes son Travis Scott o Leo Messi.

Estos outsider de camisa azul con lamparones a los que defino creen genuinamente que sus postulados son únicos y van a contracorriente de la supuesta dictadura LGTBI o feminista o woke importada de Estados Unidos, pero, irónicamente, son justo ellos los que han comprado todo el producto de Estados Unidos.

Creen que subirse a la moda de lo reaccionario es luchar contra la moda progresista, pues siempre han tenido la necesidad de destacar; necesitan hacer saber al mundo que son muy diferentes y exquisitos, aunque ese mismo mundo los mire como juguetes defectuosos de una máquina cultural a la que adoran (aunque lo nieguen).

Todos estos personajillos tristes, en el fondo, me dan mucha pena, pues hay que tener un algo oculto muy difícil de soportar, quizá una necesidad recóndita de cariño o amor, para necesitar llamar constantemente la atención y mostrarte como un único y detergente del avance social, incluso a sabiendas de que esas posiciones puedan joderle la vida a muchas personas (aunque, también en el fondo, sean tan irrelevantes como el efecto de una aspirina infantil en un hipopótamo blanco).

Yo entiendo que en la adolescencia, cuando necesitas forjar tu carácter para hacer amigos o ligar, adoptes estas posturas, pero es muy triste ver a señores con hijos e hipotecas creerse superiores al resto de los niños de segundo de la ESO.

Principalmente, porque todos sabemos que lo hacen porque no son capaces de integrarse con el resto de niños de segundo de la ESO.

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