Carta con respuesta

Urnas mercenarias

En cada elección hay miles de conflictos más o menos graves, algunos de los cuales refleja la prensa, padecidos por personas que son designadas obligatoriamente para presidir mesas; y muchos miles más son los casos en que este deber ocasiona molestias a los designados. Todo esto va contra la misma esencia de la democracia, que es el máximo respeto posible a la voluntad del pueblo; máxime hoy, cuando, dado el nivel de vida ya existente, se indemniza a los participantes en estas mesas con sesenta euros. En efecto: por esa cantidad sería fácil encontrar y seleccionar un número sobrado de voluntarios, con lo que se haría más felices a unos, liberados, y a otros, remunerados. Pero todavía impera una torpe inercia burocrática, e incluso el criterio de que hay que hacer sufrir para que se aprecie algo; en este caso, la democracia. ¡Qué cruz!

María José Tellez Diego Madrid

A mí, con el debido respeto, lo que usted me parece una barbaridad como la copa de un pino. No creo que la esencia de la democracia sea igual que la de las visitas: no ocasionar molestias. Tampoco creo que nadie nos imponga un suplicio innecesario con el fin de que valoremos la democracia. Creo más bien que la participación en los deberes cívicos forma parte del derecho de ciudadanía. Le pondré un ejemplo más incómodo, es mi obligación. La esencia del pensamiento tampoco evita incomodidades: pensar sin ocasionarse molestias es renunciar al pensamiento, al menos a uno propio. A mí (que hace décadas fui objetor de conciencia) tampoco me parece bien que el servicio militar sea voluntario. En aquel entonces yo era pacifista.

Si tiene que haber ejércitos (ya no soy tan pacifista), que sean nacionales, ciudadanos, formados por todos, no mercenarios. ¿Usted cree que, con un ejército nacional, Margaret Thatcher habría desencadenado la guerra de las Malvinas, por ejemplo? Yo estoy convencido de que no se habría atrevido: los votantes se le hubieran echado encima. Una cosa es enviar a los gurkas y otra, muy distinta, que los cadáveres británicos vuelvan desde el Polo congelados como langostinos. Un ejército nacional es el conjunto de la ciudadanía; los mercenarios, un ejército profesional (como se dice ahora), sólo están al servicio de quien les paga. Menudo peligro, ¿no le parece?

¿Es eso lo que propone? ¿Que el funcionamiento básico de la democracia esté en manos de mercenarios? Yo, cuando me toca ir a una mesa electoral, monto en cólera, suelto venablos por la boca y pataleo todo lo que puedo: soy humano, aunque no lo parezca. Ahora bien, también soy un ciudadano. Hacerme cargo de eso forma parte de mi derecho de ciudadanía. Las elecciones son un arma y yo no se las encomendaría jamás a mercenarios.

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