Carta con respuesta

Lavado en seco

Personalmente, la peletería me produce cierta alergia, pero me parece patética la lucha en contra de un gremio que se nutre de lo que se cría en las granjas, exactamente igual que los conejos o los pollos. Supongo que las personas que muestran su propia piel en defensa de los visones criados en granjas no comerán nunca gallina, ni pollo, ni conejo, ni tomates, ni lechugas, ni jamón, porque todo se cría igual, en granjas, y así viven miles de familias. Me gustaría verles también defender la vida humana, cuya piel es muchísimo más valiosa. No he visto nunca a ningún ecologista en ninguna manifestación en defensa de la vida humana. No lo entiendo. No es justo defender el hipotético derecho de alguien en contra del derecho real de otro.

 

PAULITA INFANTES ESTEBAN BARCELONA

Estoy de acuerdo con usted. Esas nobles y bulliciosas causas me inspiran una cierta repelencia, porque las tengo por farisaicas y desprenden, en mi opinión, vapores mefíticos: esa inconfundible pestilencia de la superioridad moral. El fariseo es el que fundamenta su bondad en la maldad de los otros, el que se da golpes de pecho y afirma que él es bueno porque no actúa como el resto, que son los malvados. Nuestro Señor Jesucristo (que alguna vez acertaba) tuvo durísimas palabras de desprecio hacia ellos. Denunciar la maldad ajena con el único propósito de enaltecer la propia bondad es despreciable.

A mí tampoco me gusta la peletería, pero, ¿para qué rayos denunciar la maldad de la señora que lleva un abrigo de visón? ¿Sólo para dejar bien establecido que uno es de mejor calidad moral, aunque lleve cartera de cuero de vaca o deportivas fabricadas por niños esclavos? ¿Merecen más protección los visones que las gallinas, las vacas o los cerdos? ¿Es más protervo un abrigo de piel que unos zapatos de cuero? En realidad sólo se trata de denunciar a otro para sentirse bueno, justo y con la conciencia como una patena de limpia, lista para superar la prueba del algodón del quisquilloso fariseo. ¡Los visones! Es igual que ese mayordomo regañón que mira si hay polvo en el último estante más inaccesible, en lugar de ayudar a fregar el suelo, que es lo que está más sucio.

Lo peligroso de lavar tan a menudo y con tanto detergente la propia conciencia es que al final encoge. Se queda tan pequeña que parece ropa infantil y entonces ya no sirve para defender, como usted dice, derechos reales de personas de verdad ante injusticias verdaderas.

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