Rosas y espinas

Los toros

La presidenta de la Comunidad de Madrid en la plaza de toros de Ventas.- COMUNIDAD DE MADRID
La presidenta de la Comunidad de Madrid en la plaza de toros de Ventas.- COMUNIDAD DE MADRID

Hoy no voy a hablar de las elecciones, aunque sí quiero decir que, de las cañas a las que os ha invitado Isabel Díaz Ayuso, solo vais a fregar los vasos. Hoy voy a hablar de los toros con mucho respeto, pues es nuestra fiesta nacional, y a mí las fiestas (más) y lo nacional (menos) siempre me han erotizado bastante.  A causa de mi feo aliño fisiológico y de mi falta de labia, nunca he follado arropado por una bandera. Son ausencias que en la vejez se te enredan en el pensamiento y te provocan una nostalgia infinita. La de no tener patria. Ni con quién follar.

Los símbolos son importantes. Y nuestro símbolo nacional es el toro asesinado. Por eso, aunque no quiero hablar de elecciones, Ayuso ha ganado las elecciones. Su último y más celebrado acto de campaña ha sido pagar a unos inútiles para que asesinen animales indefensos en la Plaza de Las Ventas. Pero ya he dicho que no voy a hablar de elecciones.

El toro es un animalillo herbívoro. O sea que, cuando lo arrojan a la plaza, no tiene ninguna intención de comerse al torero. Yo, en vez de toros herbívoros, a los toreros les soltaría tigres, que sí que andan con hambre. Si, en vez de un redondel de tierra, al toro se le soltara ante el torero en un campo de fútbol, el toro pasaría del torero y se comería la hierba. E insisto en que no estoy hablando de elecciones,

El toro es un animal de manada, familiar. No suele largarse a Amsterdam al cumplir los dieciséis a fumar porros y enredarse con compañías complicadas, como todos hemos hecho. El toro es un bicho de acogida. A veces los pájaros se posan en su lomo y él se deja, como me gustaría que me pasara a mí, pues soy ecologista, pero no debo de ser tan bello como el toro, porque ningún pájaro en mi lomo se posa.

Al llamado toro bravo lo apartan de su familia a los pocos años, pero no es bravo, es un puto toro-niño. Un mena entre los vacunos. Y un día, para demostrar su bravura, llega un señor a caballo y le clava una espada en el lomo. Si el mena vacuno se revuelve, vale para el toreo. Si no se revuelve, no sé qué harán con él. Lo he intentado investigar y no sale nada. Y os juro que no estoy intentando hablar de las elecciones.

Dicen los expertos que el toro no sufre. A ver. Yo creo que el toro tiene también terminaciones nerviosas. Y, desde un punto de vista científico, es muy difícilmente comprobable que se lo pase muy bien el toro cuando le clavan una banderilla. Yo ya no sé si estoy hablando de elecciones.

A mí, aunque no voy a hablar de elecciones, me dan tanta pena los toros como los votantes. Ambos son víctimas del rasurado de cuernos, del miedo, de las drogas, del ensañamiento, de la sangría. Yo es que prefiero la revolución a las elecciones. No sé lo que pensará el toro. Pero la historia nos demuestra que es mejor revolucionar que elegir. Véase la revolución francesa, la revolución racial o la revolución feminista. Para que, a los medios, las feministas les hicieran un poco de caso tuvieron que enseñar las tetas (Femen). En la sociedad del porno, dos tetas siguen pesando más que dos exégetas. Paradójico.

Yo no voy a hablar de elecciones, sino de toros. En la última corrida de Las Ventas ganó el torero al toro, como casi siempre. Es un triste gusto participar de esta fiesta nacional donde siempre ganan los toreros.

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