Rosas y espinas

Poemas o mítines

La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata del PP a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, interviene durante su visita a la localidad madrileña de Fuenlabrada, a 21 de abril de 2023, en Fuenlabrada, Madrid (España). Foto: A. Pérez Meca / Europa Press
La presidenta de la Comunidad de Madrid y candidata del PP a la reelección, Isabel Díaz Ayuso, interviene durante su visita a la localidad madrileña de Fuenlabrada, a 21 de abril de 2023, en Fuenlabrada, Madrid (España). Foto: A. Pérez Meca / Europa Press

Entramos en permanente campaña electoral y yo echo de menos la cultura. La participación activa de la cultura, de los listos, de los más vendidos, en la campaña electoral. Los intelectuales de la derecha se movilizan todo el rato: Bertín Osborne, José Manuel Soto, Alaska y el pegamoide Mario Vaquerizo, el pelitos de Mecano que hace reverencias a Isabel Díaz Ayuso mientras le dan una medalla y un terreno municipal para sus rimas de diccionario de rimas, y así todo. No sé por qué, pero me da la impresión de que hay intelectuales en la izquierda mucho más prestigiosos y leídos que los de la derecha. Pero no toman partido. Permanecen callados.

Es increíble que el pensamiento y el papel pesen menos en esta sociedad culturizada al cien por cien que a finales del siglo XIX, cuando casi todo el mundo era analfabeto. Os voy a poner un ejemplo borbónico, porque sé, impertinentes lectores de Público, que os fascinan los borbones.

De que la borbona Isabel II se llevaba una fortuna de España al extranjero (¿os suena?), a costa de desabastecer a nuestros soldados, los analfabetos españoles se enteraron a través de los periódicos ingleses. No es que los analfabetos españoles supieran leer mucho inglés. Es que traducciones de panfletos ingleses, con noticias de los borbones de España (¿os suena otra vez?), se repartían entre activistas de barrio que los leían en voz alta en las calles, y se formaban corrillos, y parece ser que en aquel tiempo los analfabetos tenían más sentido crítico que el que muestran ahora nuestros intelectuales, pues, gracias a esa información venida de la pérfida Albión, nuestro pueblo analfabeto se reveló, tomó el palacio y montó la llamada Revolución Gloriosa (1868), que obligó a la borbona a exiliarse (¿os suena?).

Una subsiguiente democracia duró solo seis años. Supongo que también os suena.

Soy poeta de natural ingenuo y, como tal, me encantaría que algunos de nuestros cineastas, escritores, músicos, arquitectos, cubistas y dadaístas, románticos y solipsistas, se echaran a la calle a denunciar lo que el PP está haciendo con nuestra cultura. Isabel Díaz Ayuso, preguntada por cuál era su poeta preferido, respondió que Julio Iglesias. Aunque yo no lo haría, supongo que habrá artistas de notable audiencia dispuestos a participar en eventos políticos. No sé por qué, pero me parece intuir que es un lugar donde son necesarios.

La última gran muestra de compromiso de nuestros creadores fue la campaña de la ceja en favor de José Luis Rodríguez Zapatero en 2008. Pedro Almodóvar, Javier Bardem, Joan Manuel Serrat, Ana Belén, Víctor Manuel, Imanol Arias, Nuria Espert, José Saramago y cientos de creadores se sumaron a la movida. Cuando Mariano Rajoy llegó a la Moncloa en 2011, no olvidó aquella afrenta. Y castigó a la cultura, en todos sus ámbitos, con apretones presupuestarios de crueldad inquisidora.

Por supuesto, los arriba citados no sufrieron ninguna consecuencia. A Sabina, que le quiten dos conciertos en dos capitales de provincia del PP, se la trae floja.

Los damnificados de esta batalla entre política y cultura fueron los de siempre, los de abajo, los pequeños productores que tenían apalabradas pequeñas y bellas películas con las televisiones públicas y se las cancelaron, los editores más de Larra que de Lara dejaron de recibir ayudas, los músicos de minorías, museos y fundaciones entraron en ruina... Las iglesias, no. Los bancos, tampoco.

El artista no debe hacer campaña a favor de ningún partido, si no lo desea. Un artista a la contra es más valioso. Pero yo estoy muy seguro de que muchos artistas españoles no desdeñarían ahora la idea de entrar en campaña. Y, queridas políticas y políticos, una canción o un poema ganan más votos que esos adocenados y previsibles mítines con que nos atormentan en campaña. Ya lo decía Silvio Rodríguez: Te doy una canción y hago un discurso sobre mi derecho a hablar. Te doy una canción, con mis dos manos, con las mismas de matar...

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