Todo es posible

Sin anestesia

Todos comienzan sus discursos marcando las diferencias entre Grecia y España. Nuestra situación económica, insisten, dista "mucho, muchísimo" de la griega. No obstante, se apresuran a sacar conclusiones. Debemos aprender la lección y aplicar con urgencia similares medidas. Cuando hablo de todos, me refiero al Fondo Monetario Internacional, a la Comisión Europea, al gobernador del Banco de España, a los dirigentes de la CEOE, a la Fundación de Cajas de Ahorros, al Partido Popular en pleno, a algunos sectores del Gobierno y, por supuesto, a los 100 economistas de cabecera.

Todos, insisto, quieren aplicar en España reformas ambiciosas que atraigan a los inversores y alejen a los especuladores. Para lograr sus objetivos, en palabras del gobernador, "hay que hacer lo que hay que hacer". Supongo que se refiere al que ha calificado como "ambicioso" y "correcto" programa de reducción del déficit público que el FMI y la UE exigen al Gobierno de Papandreu, que hoy se enfrenta a una huelga general.
Se sabe que es un tratamiento muy doloroso, sin anestesia, aunque, por nuestro bien, no hay más remedio que aplicárnoslo. Si los sindicatos no lo remedian, nos obligarán a tragar la pócima como si fuera aceite de ricino, sin leer el prospecto donde se indica que el exceso de dosis produce náuseas, cólicos y diarrea aguda. Nadie advierte que recortar las pensiones, aumentar la edad de jubilación, bajar los salarios, suprimir las pagas extras, rebajar la indemnización por despido, subir el IVA y otros impuestos tiene graves efectos secundarios para el paciente-ciudadano, aunque tranquilice mucho a los mercados.

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