Todo es posible

Sin papeles

No soy racista, pero...". El comienzo no presagia nada bueno. Es la declaración que precede a cualquier acto de xenofobia. Surgen ejemplos a borbotones. El que relataba ayer Ángeles Caso era espeluznante. A su lado, queda en anécdota lo de Carol Thatcher, hija de la ex primera ministra británica, despedida de un programa de la BBC por su ofensa a un tenista de raza negra. Según su agente, fue una broma, porque ella es incapaz de hacer un comentario racista. Lo mismo dijeron los sindicalistas británicos en huelga por la contratación de mano de obra extranjera: "No somos racistas, es una cuestión de clase". Más peligroso es lo de Berlusconi; quiere que los médicos denuncien a los pacientes sin papeles. Su ministro del Interior, Roberto Maroni, ultraderechista de la Liga Norte, se atreve a gritar: "Hay que ser malos con los ilegales".

No es menos alarmante el acoso contra los sin papeles en España,
con especial inquina a los subsaharianos del top manta. Ya sé que cometen un delito contra la propiedad intelectual, pero las penas son desproporcionadas. La orden de persecución ha sido matizada. De cuantitativa pasa a ser cualitativa. Insuficiente. La extrema derecha está ansiosa de lanzar consignas xenófobas. Hay que mantener a la bestia dormida. La recesión económica exacerba las defensas de quienes ven al inmigrante como un competidor peligroso. Por eso, precisamente, las autoridades deben impedir cualquier discriminación u hostilidad hacia los extranjeros que vienen en busca de trabajo. Ciertas actuaciones policiales han dado lugar a que la Fiscalía de Madrid y el Defensor del Pueblo atiendan la denuncia de trato vejatorio firmada por 85 inmigrantes retenidos en el Centro de Internamiento de Extranjeros de Madrid. Si se demuestra la veracidad de su testimonio, no hay duda de que han sido víctimas del racismo más nauseabundo.

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