Todo es posible

Bien recomendados

Sospecho que muchos ejecutivos habrán hecho lo mismo que el presidente de Iberdrola: primero subirse un 40% el sueldo y después congelarlo para dar un tramposo ejemplo de austeridad. Si comparo la desfachatez de los que tienen la sartén por el mango con los jóvenes excluidos del sistema laboral me dirán que estoy haciendo demagogia. La indignación es inevitable. La mayoría de los jóvenes que acceden a un puesto de trabajo se sienten frustrados. Cuántos abogados con buen expediente académico prefieren trabajar de mensajeros antes de meterse en un bufete donde les exigen absoluta disponibilidad, les someten a un ritmo infernal de horas extras no remuneradas y los despiden con indemnizaciones ridículas. Los pocos que superan la prueba se convierten en fieras competitivas dispuestas a esclavizar al nuevo candidato.

Son las reglas del juego; si quieres te adaptas y si no, ya sabes, a repartir pizzas. La necesidad de flexibilizar o abaratar la contratación y el despido para crear empleo, es una mentira semántica que implica, en realidad, la ausencia de normas estables, compromisos a largo plazo, ascensos rutinarios o despidos improcedentes. La recesión ha dinamitado los derechos laborales de quienes tienen el privilegio de acceder a un puesto de trabajo. Los otros, los parados con títulos, master, idiomas y ganas, deben amoldarse a las necesidades de un mercado dinámico donde no hay garantías de permanencia, sino proyectos temporales donde no se valora el tiempo ni el esfuerzo que requiere una tarea, sino los resultados. Se acaba el proyecto y se acaba el contrato. Para acceder al siguiente, además de estar sobradamente preparado, lo mejor es una buena recomendación. No son especulaciones, sino datos estadísticos. Las clases sociales mejor relacionadas tienen prioridad en la contratación.

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