Traducción inversa

Política del onanismo

Parece ser que a raíz de las últimas elecciones generales, cuando el PSOE superó al PP en un millón de votos, Mariano Rajoy se prometió a sí mismo que nunca más ningún español tendría que "verse obligado" a votar a la competencia para evitar que gobernara el gran partido de la derecha. Hay que imaginarse ese momento con mucha riqueza de detalles, un Rajoy sublimado hablándose ante el espejo, la mano en el pecho, la frente altiva, un amago de febrícula en la dicción. Vale pero, ¿qué se supone que hay que hacer para evitar que el electorado le pierda el miedo al graznido de las gaviotas? Porque algo habrá que cambiar en un discurso que chirría demasiado. Para empezar, ¿qué tal si cesaran de meterse con las mujeres que quieren abortar? Si se entrenaran lo conseguirían, de la misma manera que consiguieron dejar de perdonarles la vida a los divorciados (qué tiempos, Mariano: ¿te acuerdas?). Y luego podrían seguir, por ejemplo, metiendo en el baúl de los recuerdos su obsesión contra las lenguas de España diferentes del castellano o la franqueza con la que defienden el modelo económico que ha provocado la actual crisis.

Hay que esforzarse más, Mariano. Mira el caso de ese curso extremeño dedicado a fomentar la educación sexual de los jóvenes. En seguida habéis corrido (con perdón) a acusar a la Junta de masturbatoria pero, ¿no es en definitiva tu propio partido el que se refugia en onanismos ancestrales en este y otros casos y luego se lamenta de que sólo consigue reunir electores viciosos? Hay que usar la cabeza, Mariano. Hay que dejar en paz la entrepierna y airear la habitación. De nada.

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