Traducción inversa

El espejo

Están ahí, algunas en las playas, en las terrazas, pero muchas al otro lado de la ventana, como plantas de interior. Ven pasar a las jovencitas, las adolescentes con cuerpos de sirena, su mirada de estrella, el mundo a sus pies. Ellas también tuvieron una parte líquida, como dudarlo, una luz propia. Con cincuenta años a la espalda, sin embargo, esas ilusiones ocupan el fondo del cofre de los reproches. La belleza se desvaneció en un callejón oscuro. La belleza era un mago y se transformó, claro, en otros nombres: Menopausia, Reuma, Jaqueca.

  Se nota especialmente en esas mujeres que han sido muy guapas, y lo sabían. Unas envejecieron con dignidad; otras aún lamentan el fiasco. Unas y otras sienten que la vida les regaló un tesoro y, de pronto, fueron obligadas a despertar. Con cincuenta tacos, celulitis, Tena Lady, y el nido vacío, la vida se convierte en un payaso desmaquillándose lentamente en el camerino, con las luces bajas.

  Todos somos sucesivamente diferentes personas a lo largo de la vida. Aquella muchacha que enamoró al más guapo de la clase, aquella mujer estupenda que se casó con el chico listo y rico, aquella divorciada de buen ver que volvió al baile y bailaba toda la noche. Todas ellas existieron sucesivamente, pero no simultáneamente. Muchas años después, en la soledad de la noche, a veces la madre madura en que se han convertido todas estas máscaras se despierta sobresaltada y reclama, en la oscuridad lechosa, que vuelvan todas sus otros rostros, todos sus otros cuerpos.

  La vida es más cruel con las mujeres. Nacen con un espejo incorporado y no tienen derecho a dejar de mirarse en el.

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