Fundación 1 Mayo

La Europa desnortada, ¿hacia dos polos en I+D+i?

Emilio Muñoz Ruiz. Instituto de Filosofía del CSIC y Unidad de Investigación en Cultura Científica del CIEMAT

 

La Europa comunitaria surgió de un proceso de sosegada reflexión tras las catástrofes bélicas que marcaron la primera mitad del siglo XX. En este proceso las dos grandes potencias europeas que se habían enfrentado, Francia y Alemania, llegaron al acuerdo, no exento de dificultades y dudas, de que debían trabajar juntas para desarrollar un proyecto común. La tarea no era fácil ya que para conseguir cristalizar la idea desde una visión europeísta era necesario contar con un fuerte liderazgo en cada una de las potencias y al mismo tiempo con liderazgos de segundo nivel, pero no menos importantes, en el resto de los países. Unos liderazgos que por otra parte debían alejarse de nostalgias y asentarse en la oportunidad, y que, finalmente, no solo se plasmaron en el inicio del proceso, sino que se extendieron hasta el final de la década de los setenta.

Esa época de construcción europea empezó a dar su primeros pasos arropada por Charles De Gaulle y Konrad Adenauer, con liderazgos de impronta nacionalista, pero a la vez flexibles y cargados de grandes objetivos, y continuó con el predominio de los de orientación socialdemócrata, que fueron perdiendo protagonismo tras la caída del muro de Berlín, cuyo cuarto de siglo se conmemora en estos días, en beneficio del concepto emergente de "fin de la historia" (Fukuyama dixit) del capitalismo neoliberal; una corriente que ha arraigado con fuerza en Europa, debido en buena medida al inicio de la decadencia de las corrientes socialdemócratas perdidas entre ambigüedades y terceras vías, lo que finalmente ha arrastrado al proyecto europeo hacia una severa crisis de identidad, bajo el liderazgo carente de cultura o/y empatía histórica de Angela Merkel.

Todo este proceso, además de sus consecuencias generales y en diversos ámbitos, puede influir muy negativamente en las políticas de ciencia y tecnología que durante cuatro décadas han sido la principal sustancia de mi relación con la política.

La investigación y el desarrollo (I+D) estuvieron siempre presentes en la génesis de Europa. Al principio y en ausencia de un apoyo en tratados se abordaron exclusivamente bajo la fórmula tradicional de la cooperación científica y técnica por medio del Programa COST, pero en los ochenta, gracias al impulso del comisario Étienne Davignon y sobre la base de los tratados del Carbón y del Acero y del EURATOM, se puso en marcha la figura de los Programas Marco que, con cifras económicas crecientes (a pesar de su escasa proporción con respecto al total de la inversión de los Estados en I+D) y formulaciones estratégicas innovadoras, sirvieron de revulsivo a los Estados menos avanzados, ya que para competir con éxito en los programas europeos era y es imprescindible disponer de masa crítica investigadora, capital humano cualificado y laboratorios e instalaciones que garanticen competitividad a escala internacional.

Cada día es más evidente la importancia del conocimiento científico y tecnológico "per se" para hacer posible el desarrollo eficiente en términos económicos y sociales, pero en la Europa sumida en crisis y contradicciones que promueve políticas de austeridad y recortes en la I+D+i en los países del sur pero no en los del norte, se empiezan a percibir riesgos de futuro en la gobernanza europea.

Europa fue en sus orígenes un factor decisivo para buscar la convergencia entre sus integrantes en términos de bienestar, nivel científico y tecnológico, desarrollo económico y social, y convergencia entre las regiones más desfavorecidas, pero en los últimos años se ha dado un golpe de timón a estas políticas y la única convergencia por la que se parece apostar es la de la fiscalidad.

Sobre ese panorama y en el terreno del conocimiento científico y tecnológico se vislumbra un inquietante futuro y, lo que es peor, una hipotética y más que probable división en polos en la que el norte produciría el grueso del conocimiento, dejando al sur el manejo de una porción residual, a que los ciudadanos sureños sean solo consumidores de productos de alta tecnología y al favorecimiento de sectores que permitan el disfrute de su ocio a los productores septentriones.

Algo muy grave que requiere una reflexión profunda y la subsiguiente acción política y social.

 

 

 

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