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Hugo Blanco, el mito hecho realidad

Por Pepe Mejía, periodista, miembro del Consejo de Redacción de Lucha Indígena, periódico fundado y dirigido por Hugo Blanco

‘Hugo Blanco ha caminado su país al revés y al derecho, desde las sierras nevadas a la costa seca, pasando por la selva húmeda donde los nativos son cazados como fieras. Y por donde pasaba, iba ayudando a que los caídos se levantaran, y los callados dijeran.’
Eduardo Galeano

El pasado 26 de junio falleció el mítico dirigente campesino e indígena de Perú y América latina, Hugo Blanco.

Breve semblanza

Hugo Blanco nace el 15 de noviembre de 1934 en Paruro, Cusco (Perú), de padre abogado y juez, y madre campesina, estudiando en el Colegio de Ciencias, fundado por Simón Bolívar. En 1954, al terminar la secundaria, viajó a Argentina para estudiar agronomía. A su vuelta en Perú, entre 1958 y 1963 organiza la toma de tierras en los valles de La Convención y Lares, en Cusco.

Entre 1963 y 1965, el gobierno de Belaúnde, democratacristiano apoyado por el APRA (el partido histórico de la burguesía nacionalista peruana), llegó a pedir dos veces la pena de muerte contra Blanco, evitada por las fuertes movilizaciones en todo el mundo, siendo no obstante condenado a 25 años de cárcel. En 1970 el gobierno de Velasco amnistía a los presos políticos incluyendo a Blanco, al que se ofrece entrar en el gobierno, oferta que rechaza, por lo que se le impide salir de Lima.
En 1971 Hugo Blanco apoya las luchas de los mineros y maestros del SUTEP (Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Perú) por lo que es deportado a la Argentina, donde en 1972 es apresado por su solidaridad con los obreros de ese país. Es entonces deportado a Chile, donde en 1973 participa en las tomas de fábricas, la organización de cordones industriales y la defensa contra las bandas fascistas. Apenas ocurre el golpe de Pinochet (11 de septiembre de aquel año), tiene que salir del país y refugiarse en Suecia.

Hugo Blanco, el mito hecho realidadEn 1975 Blanco regresa a Perú; el presidente Morales Bermúdez concede una amnistía, pero él sufre persecución policial durante 9 meses hasta ser deportado nuevamente en julio de 1976, luego de ser elegido miembro de la dirección de la CCP (Confederación Campesina del Perú).
En abril de 1978, tras otra amnistía, el dirigente campesino regresa a Perú y participa en las listas del Frente Obrero Campesino y Estudiantes del Perú (FOCEP) para la Constituyente. A las pocas semanas es nuevamente deportado junto con otros candidatos de la izquierda, pero es elegido constituyente en el exilio con una de las más altas votaciones que haya alcanzado jamás un líder de la izquierda en América latina.

En 1979 viaja a Nicaragua, donde coincide con Ernest Mandel, con el que comparte militancia en la IVª Internacional. A su regreso a Perú se incorpora a la huelga de hambre que venían realizando dirigentes de izquierda en apoyo a los trabajadores de SUTEP. Esta será su huelga de hambre número 16.
En Cusco tuvo que vender periódicos para organizar el Sindicato Único de Vendedores de Periódicos. En Lima fue obrero textil, de la construcción, metalúrgico, automotriz y del aceite. Vivía sin recursos y siempre al límite.

Las milicias campesinas

Hugo Blanco impulsó en esa época las milicias campesinas, que, a diferencia de las guerrillas que en ese entonces surgían por toda América latina, emanaban de las asambleas sindicales y respondían a las necesidades concretas de la lucha por la tierra.

Recuerdos personales

En su aspecto más humano Hugo era una persona muy campechana, que rezumaba los valores de la solidaridad y el internacionalismo, con su risa sonora, y siempre en actitud pedagógica.

En el plano personal era muy exigente, con un sentido extremo de la lealtad, que le llevaba a aborrecer la traición, hasta el punto de llegar a negar el saludo por este motivo.

Durante nuestros encuentros en Lima tuvimos muchas conversaciones, casi siempre en el hostal La Cruz del Sur, en Santa Catalina. Una vez nos quedamos conversando desde las cuatro de la tarde hasta las seis de la mañana del día siguiente. Otras veces, en un cuarto que le cedía la CCP en Cusco, y ya más recientemente en su casa de Rímac. La rutina era la siguiente: Nos levantábamos a las seis de la mañana. Gimnasia; Hugo tenía una agilidad tremenda, practicaba una especie de tai chi. Luego desayuno; me mandaba a un bar fuera de la casa porque él tomaba sólo brebajes naturales. Y después, lectura de periódicos y/o libros seguida de discusión. Hacíamos un repaso de toda América Latina. Y después me preguntaba por la situación en Europa y especialmente en España. Nos preguntábamos por los amigos en común. Siempre tenía recuerdos y palabras de afecto para su entrañable amigo Miguel Romero, Moro.

Cuando salíamos a la calle siempre había un grupo de chicos que le seguían, le saludaban, le acompañaban como si fuera un actor de cine. No pasaba desapercibido.

Una vez, estando en el Callao, tomé el micro con dirección a Lima en la esquina de Federico Fernandini y Sáenz Peña. Pues cuando subo al micro me encuentro al Hugo, que entonces era senador. ¡Iba al Congreso en micro! Venía de La Perla. En el mercado de La Perla fue donde mi madre, Vicenta, conoció a una de las hermanas de Hugo.
En una ocasión, Daniel Pereyra, que falleció el 6 de febrero de este año y apoyó la toma de tierras de Hugo Blanco, me pidió información de fuentes directas sobre el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) para el libro que escribía entonces, "Del Moncada a Chiapas. Historia de la lucha armada en América Latina". Escribí a un miembro de la dirección del MRTA en Francia, y un tiempo después Hugo me hizo llegar el siguiente mensaje: "En un registro de la policía en el domicilio de un dirigente del MRTA en Lima se ha encontrado una carta tuya pidiendo colaboración para escribir un libro de Daniel Pereyra. Toma las medidas necesarias". Así era Hugo. Te cuidaba, te animaba, te aconsejaba.

Me enseñó a chakchar hoja de coca

En uno de mis viajes acompañando a Hugo a pie a una comunidad campesina me enseñó a chakchar hoja de coca. "Mira, tienes que introducir en la boca de diez a veinte hojas de coca; remojarlas con la saliva y colocar el bolo formado por ellas entre la encía y la mejilla, chupar de rato en rato el jugo volteando el bolo. Pasado un tiempo se escupe el bolo que ya no tiene jugo".

Una vez le invitaron a participar en un debate sobre la hoja de coca en una televisión de Lima. En medio del debate, y con el interés que tenía de contraargumentar la firma del Convenio Antidrogas con EEUU, Hugo comenzó a chakchar hoja de coca en directo. Al día siguiente toda la prensa limeña consideró un escándalo la actitud del senador Hugo Blanco.

En una oportunidad, me contó Hugo, en que la policía tenía que trasladarlo desde el aeropuerto Jorge Chávez en avión a Pucallpa, él se resistió. Ni diez policías lograron meterlo en el avión. El avión que debía de salir a las 19.00 horas, partió a las 23.30 horas, pero sin él.

Con cuatro meses de antelación –el 5 de diciembre de 1991- me advirtió de que Fujimori daría un golpe. Y así fue.

Condenado a muerte por partida doble

En los duros años de plomo y en una de sus visitas a España tuvimos una reunión en mi casa. Hugo explicó la situación de violencia y amenazas que sufría por parte tanto del servicio de inteligencia del Estado como de Sendero Luminoso, y nos pidió un chaleco antibalas. Y se lo hicimos llegar.

Muy implicado en la campaña contra la celebración del quinto centenario del mal llamado "descubrimiento" de América, vino varias veces a España. Junto con José Antonio Barroso, alcalde de Puerto Real, y el pintor ecuatoriano Guayasamín, acordaron erigir un monumento en homenaje a las víctimas de la dominación y la invasión española en América, pero el proyecto no cuajó.

Uno de los momentos que más disfrutamos de su presencia en Madrid fue el 21 de junio de 1988. Hugo Blanco cenó con varias decenas de activistas en el restaurante Anduriña en Carabanchel Alto. Habló –por espacio de dos horas- sobre la "Lucha campesina y los derechos humanos en Perú". Cenó, cenamos, aguacate relleno, seco de pollo, tarta helada vino y café. Cada comensal pagó mil pesetas de las de entonces. Y nos reímos de lo lindo.

Un ‘corazón de piedra y de paloma’ (José María Arguedas)

En agosto de 1989, me escribe Hugo desde Puno y me dice: "Hace pocos días estoy en Puno y me voy angustiado, he sentido en el aire olor a fuego. Acá el hambre es fuerte y el hambre, se ha convertido en ira y la ira se convertirá en lucha y la lucha en sangre nuestra. En setiembre prepárate para recibir en tus manos esa sangre puneña y para esparcirla en tu entorno. Habrá mucha sangre, sangre tuya, sangre mía, sangre india... la que recojas en tus manos y la que acá caiga a la tierra. Esta crecerá furiosa, crecerá con ira y sus frutos estallarán esparciéndo más sangre. Sangre semilla, que volverá a crecer y volverá a estallar".

Ese era Hugo Blanco. Cercano, muy cercano con los suyos, y distante, muy distante, con sus enemigos de clase.

Ya es leyenda.

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