Voces de la precariedad

Correos: Una plantilla en permanente Estado de Alarma

Hace ya casi tres meses que se decretó el Estado de Alarma en nuestro país. Aún seguimos enfrentando un panorama complicado y trágico, con fallecidos y nuevos contagios diarios. El desconfinamiento y la desescalada son procesos delicados y asimétricos que requieren de un enfoque sanitario para llegar a buen puerto. Y es este, precisamente, el punto de fricción profunda en las empresas, donde todo pivota alrededor de las ganancias y su posición en el mercado global.

Y para muestra un botón. Correos está marcando sus propios ritmos, yendo en todo momento por detrás del Gobierno en el ámbito de la prevención y por delante en la desescalada. La Directiva lleva su propio paso desde el principio y está utilizando la pandemia para apretarnos aún más las tuercas.

En otro artículo que publiqué en este medio se puede refrescar nuestra situación en marzo. Ahora nos encontramos en un punto distinto pero con denominador común: La plantilla seguimos en peligro. Recuperar la normalidad requiere, como mínimo, dos cosas: Poner la prevención en el centro de mando y primar la seguridad y la salud a la productividad.

Imagen ilustrativa de 2 metros de distancia de seguridad

Si para respetar la distancia interpersonal (2 metros) es necesario destinar menos trabajadores a una determinada tarea, hay que asumir que tardará más en hacerse y punto. Si para garantizar que el personal perteneciente a grupos de riesgo está protegido, tiene que seguir en casa hasta que alcancemos fases más seguras. No se le puede estar presionando para su reincorporación. Tampoco ha de usarse la ausencia de los "sensibles" para aumentar la explotación de la plantilla en activo, azuzando la competencia y el enfrentamiento por abajo.

Sin embargo, en Correos está ocurriendo –en general- todo lo contrario. Hacinamientos en los centros de trabajo (se ve que la mascarilla nos convierte en semidioses), presión de las mutuas a los médicos para activar las altas, supresión de medidas preventivas como los turnos alternos o no trabajar en sábado, negativa a hacer test...Se está desescalando en seguridad y protección laboral. Viene a colación el horroroso sistema de cuarentenas establecido. Tras un primer momento donde su aplicación fue más contundente, la empresa decidió que ante un caso posible o confirmado de Covid-19, el centro se cerrase para su desinfección y al día siguiente se reabriese con el mismo personal, salvo quienes la Jefatura estimase que habían estado en "contacto estrecho". El resultado no podía ser otro: numerosas unidades han cerrado ya en repetidas ocasiones.

Obviamente, mandar gente a casa supone contratar, pero la Directiva parece poco dispuesta. E intenta justificarlo usando la más vieja y mezquina de las razones: Avivar el fuego de la falta de dinero para hacer frente a los gastos, en concreto, las nóminas de la plantilla. ¡Vaya por Dios! Sin negar que la "coronacrisis" haya tenido un impacto negativo (como en la mayor parte de las empresas) no perdamos de vista que casi todo lo que Correos no ha asumido desde la matriz, se ha derivado a Correos Exprés. Cuando la filial no ha podido asumir más carga, se presionó tanto al Gobierno como a la plantilla para volver a trabajar a máximo rendimiento.

Puesto que Correos fue dictaminado desde el principio como "esencial" (al ser prestador del servicio postal), me gustaría compartir una reflexión acerca de ello.

La empresa lleva despreciando el SPU durante más de una década. Cualquiera que trabaje en Correos sabe que donde esté un paquete 24H de Amazon, no hay carta del médico que valga. A su vez, cualquier hijo de vecino percibe que ya no ve tanto al cartero y que el rostro que empuja el diplocarro no para de cambiar. Pero se aferró al SPU como a un clavo ardiendo, cuando no estaba preparada para que trabajásemos en condiciones seguras por la falta de EPIs y medidas de protección.

El SPU es demasiado amplio y ambiguo. Ceñirnos a sus productos no era la solución. Mientras estábamos inseguros trabajando cosas tan relevantes como extractos bancarios, ¿para quién estábamos siendo esenciales? Desde CGT, hicimos la propuesta de reorganizar durante el Estado de Alarma la actividad empresarial para ponernos al servicio de la gente. Hablamos de dedicar la mayor parte de los activos a distribuir productos de primera necesidad, colaborar con cuerpos de la administración en diversas tareas, poner nuestra logística a disposición social, etc. Siempre con la máxima protección, claro está. Fuimos desoídos y la acción solidaria ejercida ha supuesto un pequeño porcentaje de recursos, magnificado en algunos medios de comunicación, que han vestido a Correos, previo pago, de héroe solidario.

Hemos llegado a estar casi siete veces por encima de la tasa media de contagio del país. Actualmente, aún triplicamos las cifras generales y la negligente desescalada (reincorporando a buena parte del personal de riesgo) ha incrementado un 57% los casos confirmados. Mientras se acusa a los sindicatos de saltarse la confidencialidad por el mero hecho de informar con datos a la ciudadanía (los hemos sacado en bruto, sin incurrir en ningún tipo de ilegalidad), la Directiva intenta opacar las cifras y está aplicando desde abril un nuevo sistema de conteo que, curiosamente, desciende en cientos el número de contagiados.

El virus no saca lo bueno o lo malo, simplemente lo que hay. Nos han puesto en riesgo y también a nuestras familias y a la propia ciudadanía. Más de mil contagios, de dos mil cuarentenas y cuatro, sí cuatro fallecidos, pesan y duelen demasiado. Ni en tiempos de pandemia nos han permitido ser socialmente esenciales.

Es momento de replantearnos el papel de Correos, levantar un proyecto público que preserve su esencia de cohesionador social y territorial, y nos ubique en el centro de la vida económica y social. Toca recuperar el control colectivo de lo que es de todos y reconstruir un país para la mayoría.

Mario Murillo (@MarioMurilloPTD)

Trabajador de Correos y sindicalista

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