Al sur a la izquierda

Huelga de basura, no basura de huelga

Si los primeros días de la huelga de recogida de basuras de Sevilla honraba la causa de los trabajadores, los últimos días la están debilitando. Y no solo la causa particular de los trabajadores de la empresa municipal Lipasam, sino la causa general de los trabajadores como tales. Tras once días de paro, los huelguistas han arrancado al Ayuntamiento buena parte de sus exigencias. No todas, pero sí buena parte, como que la rebaja salarial en nómina no será del 5% sino del 3,6%, que los salarios subirán un 0,75 el año que viene y el IPC en 2015 o que la aplicación de la jornada laboral de 37,5 horas se hará sumando media hora diaria y no restando días de descanso, lo cual permitirá seguir contratando eventuales para cubrir esos descansos. El Ayuntamiento, a su vez, ha mejorado su posición empresarial en algunos aspectos, como la gestión de la bolsa de trabajo o la supresión de los incentivos aprobados en el pasado para contener el absentismo laboral.

La dura negociación parece haber acabado con una victoria de los trabajadores, pero en ningún caso se trataría de una victoria por goleada. De hecho, hay gente que considera que quien ha salido ganando es el Ayuntamiento. Sea como fuere, la propia dificultad para determinar con nitidez incontestable quién ha ganado y quién ha perdido es signo de algo más bien bueno que malo. En los conflictos laborales, como en los conflictos políticos o incluso bélicos, rara vez son buenas las victorias por goleada: generan en los vencidos un resentimiento que antes o después acaba tomándose su revancha.

En la asamblea de ayer los trabajadores rechazaron la última oferta municipal, que el comité de empresa sí aceptaba. Esta tarde habrá una nueva asamblea, que tendrá lugar en un contexto cada vez más enrarecido, y agravado, además, por la amenaza municipal de reventar la huelga contratando a otra empresa para que recoja las casi 7.000 toneladas de basura que se acumulan en las calles de Sevilla. Sería un error que la asamblea de trabajadores rechazara el acuerdo. Y sería un error aún mayor que el alcalde de Sevilla y presidente regional del PP, Juan Ignacio Zoido, cediera a la tentación ferozmente antisindical de emular a la Margaret Thacher de los 80, cuya victoria por goleada sobre los sindicatos ingleses solo sirvió a medio plazo para empobrecer dramáticamente a unas clases trabajadoras cuyas defensas históricas, representadas por los sindicatos de clase, quedaron seriamente dañadas.

A los basureros de Sevilla, señalados acusadoramente por los medios derechistas andaluces como privilegiados por ganar ¡1.500 euros al mes!, el cuerpo le pide seguir con la huelga, claro está. Pero uno casi siempre se equivoca cuando hace lo que le pide el cuerpo. Se queda a gusto pero se equivoca. Y lo que vale para los trabajadores vale para el alcalde. Aunque seguramente no valdrá para la caverna mediática, pues para ella lo que está ocurriendo en Sevilla desde hace once días no es una huelga de basura, sino una basura de huelga, una basura protagonizada por un hatajo de desgraciados sin escrúpulos ni respeto por la mano que les da de comer que no saben la suerte que tienen de poder dedicar su vida a retirar cada noche de las calles la porquería arrojada cada día por sus vecinos.

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