Al sur a la izquierda

Vuelve el 11-M

En los anuncios de colonia del pasado se decía un poco casposamente ‘Vuelve el hombre’. En la estrategia de defensa del PP ante el caso Bárcenas se empieza a decir no menos casposamente ‘Vuelve el 11-M’. La primera en desempolvar la comparación fue la incomparable Esperanza Aguirre, después la ha seguido la alcaldesa de Cádiz, Teófila Martínez, y cualquier día de estos toma el relevo el inverosímil Carlos Floriano.

La tesis general es que las protestas ciudadanas ante las sedes del PP por la corrupción en el partido son parte de una estrategia de la izquierda dirigida a conquistar en las calles lo que no supo conquistar en las urnas. La comparación con el 11-M se sostendría en el hecho de que en los dos días posteriores a aquella fecha fatídica la izquierda, con el malvado Satán Rubalcaba al frente, habría conseguido convencer a los españoles de que el PP les había mentido al atribuir a ETA unos atentados que hasta mi madre, que pasa de los ochenta y lee y escribe con dificultad, atribuyó sin pestañear a los terroristas islámicos.

En esta ocasión, las protestas ante las sedes del PP serían parte de una estrategia similar, orientada a convencer a la gente de que el presidente Rajoy miente al decir que los sobresueldos en negro pagados por el PP nunca existieron o que el partido no tiene nada que ver con los 22 millones de euros que su tesorero Luis Bárcenas ocultaba en Suiza.

Pero lo llamativo no es que haya dirigentes populares que establezcan esa forzada comparación según la cual en 2004 pagaron un altísimo precio por unas mentiras que en realidad nunca existieron y que fueron fruto de la capacidad de manipulación del PSOE y la cadena SER, del mismo modo que en 2013 se pretende que lo paguen por unos sobresueldos opacos que en realidad nunca existieron. No, no es eso lo llamativo. Lo llamativo es que siga habiendo dirigentes del PP que sigan creyendo sinceramente que el 14-M perdieron las elecciones porque otros, y no ellos mismos, engañaron a los ciudadanos. Ni la sentencia judicial firme ni las abrumadoras pruebas que descartaban la participación de ETA han podido convencerles de que en 2004 fueron víctimas de la mentira, sí, pero de su propia mentira, no de la mentira de los otros.

Así pues, si Rajoy tuviera que dimitir por el caso Bárcenas o el extesorero fuera condenado por ladrón, no sería imposible que dentro de diez años muchos dirigentes del Partido Popular siguieran sosteniendo la tesis de que su formación fue víctima de una conspiración, como lo había sido veinte años atrás con el 11-M o incluso treinta años atrás con el caso Naseiro, que el PP y la prensa conservadora se apresuraron a rebautizar como caso Manglano para dejar bien claro que en realidad lo que había entonces no era un tesorero corrupto llamado Naseiro, sino un juez vengativo llamado Manglano, precedente a su vez del no menos vengativo juez Garzón. La siguiente pregunta es obvia: si el caso Naseiro se reconvirtió en el caso Manglano, el caso 11-M en el caso Rubalcaba y el caso Gürtel en el caso Garzón, ¿en quién se acabará reconvirtiendo el caso Bárcenas?

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