Aquí no se fía

Dar la voz al pueblo nunca es un error

Estaba cantado que las dificultades del Gobierno de Alexis Tsipras para enderezar la situación de su país iban a ser abundantemente utilizadas en España como munición contra Podemos. Sin embargo, no esperaba yo que los partidos tradicionales, con el PP a la cabeza, fuesen a hacerlo de una forma tan rápida y tan grosera. Ya el lunes, pocas horas después del anuncio del referéndum convocado para el próximo domingo, María Dolores de Cospedal vino a decir que lo ocurrido con Grecia debe ser tomado en clave nacional como un aviso para navegantes. Mariano Rajoy, siempre tan original, abundó en la misma idea, seguramente tirando del consabido argumentario. Pero la palma se la llevó Pablo Casado, el flamante portavoz del PP, que va de moderno, pero me da la impresión de que en realidad es igual de rancio que sus compañeros. Los españoles van a tener que elegir en las generales de final de año –dijo con total desparpajo– entre los que llevan al corralito y los están en condiciones de crear tres millones de puestos trabajo. Así, como suena.

Todos estos mensajes tienen el objetivo subliminal de incriminar a  Syriza y a su líder por la insoportable quiebra económica y social que padece Grecia, cuando la culpa no es más que de los gobiernos "moderados" que les precedieron y de las nefastas políticas impuestas desde Bruselas a raíz del estallido de la crisis. Unas políticas cuya prioridad ha sido siempre que los acreedores, y en particular la banca internacional, pudieran cobrar el dinero prestado, sin importar una higa ni que el resto de los Estados tuviera que asumir riesgos ajenos ni mucho menos el desamparo en que podían quedar los griegos. Por eso ganó Tsipras las elecciones de enero, con una defensa de la dignidad nacional y de la responsabilidad compartida, y con la promesa de poner fin a los recortes, que sólo han servido para aumentar el sufrimiento allí, aquí y en todos los países donde se han aplicado. Y, por eso, ante la imposibilidad de cumplir su palabra, ha optado por dar la voz a su pueblo.

Es exactamente lo que debió haber hecho José Luis Rodríguez Zapatero en mayo de 2010, cuando Angela Merkel, con el diligente apoyo de Barak Obama, le puso entre la espada de la austeridad y la pared del apagón financiero que ya se venía fraguando en los mercados. Presa de un auténtico ataque de pánico, el último presidente socialista decidió hincar la rodilla ante Alemania y Estados Unidos, nos metió en el túnel del terror del que todavía no hemos salido y procedió insensatamente a su suicidio político. Siempre he creído que su gran error de entonces fue no contar a los españoles con claridad la disyuntiva en que se encontraba, las ventajas e inconvenientes de las alternativas en juego, para luego darles la posibilidad de decidir, si no en un referéndum, sí al menos en unas elecciones anticipadas. Hubiera sido un gesto perfectamente democrático y honesto; mucho más democrático y honesto que la flagrante traición a sus principios, a su partido y a su electorado por la que finalmente optó, para beneficio de la derecha que aún hoy padecemos.

De ahí que Tsipras, que ha elegido en solitario el camino que desdeñó Zapatero, me merezca todos los respetos, aunque pueda haber cometido equivocaciones de bulto en el momento, las formas y el plazo para convocar su referéndum. Dicen sus adversarios que esta consulta no es más que un chantaje para ablandar a sus acreedores, y ellos saben mucho de chantajes. Los llevan utilizando sin desmayo desde que empezó la crisis de la deuda; no sólo contra Grecia, sino también contra España, contra Italia, contra Portugal o contra Irlanda. El Gobierno de Syriza, en cambio,  se ha limitado a decir basta ya y eso siempre resulta reconfortante, incluso en el supuesto caso de que al final todo quede reducido a un simple ejercicio del derecho al pataleo.

.

Puedes seguirme en Twitter: @vicente_clavero

.

Más Noticias