Queridos amigos, escribo estas líneas para despedirme de vosotros hasta después del verano. Ya son un montón de artículos publicados y reconozco, tal y como me lo hacen saber los lectores, que repito los temas y que el punto de vista es previsible. Qué le vamos a hacer, sólo tengo uno. Procuro aprovechar la ventaja que me da el espacio de Opinión para, en lugar de tratar las cuestiones de forma aséptica, como se supone que deben hacer los periodistas profesionales, expresarme en un lenguaje que ellos no se pueden permitir. Cuando se significan, quedan a disposición de un medio o un grupo, limitando sus posibilidades profesionales. A mí me ocurre lo mismo con la cuestión artística, pero, la verdad, me trae sin cuidado.

Llega uno a unas edades en las que tiene que plantearse quién es, para qué escribe, e intentar sacar un rendimiento a la proyección pública que difiera de la venta de electrodomésticos. También me dicen que me convierto en lo mismo que critico, pero de signo contrario. Aquí sí hago una salvedad con orgullo: ¡yo no miento! Puedo estar equivocado, pero no miento. Mi patrimonio no procede de la difamación ni de la extorsión política. No tengo detrás ningún presidente de comunidad autónoma pregonando mis bondades, ni retribuyéndome por mis servicios adjudicándome medios de comunicación. No me mueve otra intención que denunciar la pasividad con la que la ciudadanía acepta con alegría que la derecha convierta "la sacrosanta patria" en una S.L. De los insultos y demás estupideces saco una lectura positiva: si lo que denuncio indigna a los fachas, es que sigo en el buen camino. Felices vacaciones, al que las tenga.