La ciencia es la única noticia

La pinza de precisión

ORÍGENES // JOSÉ MARÍA BERMÚDEZ DE CASTRO

* José María Bermúdez de Castro es director del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana, en Burgos.

En la evolución de las especies de nuestro grupo evolutivo y, en particular, en las que forman parte del género Homo, se han producido varios cambios anatómicos muy llamativos con respecto a homínidos ancestrales del Plioceno. Los seres humanos caminamos erguidos sobre las dos piernas, nuestros brazos son relativamente más cortos, el cerebro ha multiplicado su volumen por tres, mientras que la cara ha reducido notablemente su tamaño y el canino no sobrepasa la altura de los demás dientes. Además, nuestro crecimiento tiene una mayor duración y el desarrollo se ha complicado con la adición de nuevas etapas. Pero una de las adaptaciones más interesantes y tuvo lugar en las manos. Los dedos índice y pulgar se modificaron para formar lo que se conoce como "la pinza de precisión".

Los australopitecos conservaron en sus manos algunas de las adaptaciones que permitían a sus antepasados trepar con destreza y moverse con gran habilidad en los ambientes forestales africanos. Pero algunos homínidos perdieron esas capacidades y desarrollaron una mano especializada en manejar objetos. Las yemas de todos los dedos se hicieron más anchas y adquirieron una gran sensibilidad al tacto. El pulgar aumentó su longitud y ganó en la capacidad para ser oponible con el resto de los dedos, y sobre todo con el índice. La longitud de este dedo y la del pulgar son perfectas para realizar una pinza de gran precisión. Las articulaciones de las falanges y del metacarpiano que forman el pulgar consiguieron una mayor movilidad, mientras que los músculos que mueven este dedo ganaron en número de fibras y aumentaron su potencia de manera muy notable. Finalmente, las extremidades superiores se hicieron más cortas y perdieron definitivamente sus capacidades para participar de alguna manera en la locomoción.

Algunas evidencias del registro fósil, como el esqueleto encontrado en el yacimiento de Olduvai, en Tanzania, y catalogado con el número 62 (OH 62), nos dicen que hace dos millones de años la especie Homo habilis todavía no tenía las proporciones corporales humanas. Pero la pinza de sus dedos índice y pulgar ya tenía la suficiente habilidad para fabricar herramientas de piedra de manera sistemática. La capacidad tecnológica y la anatomía de las manos iniciaron un diálogo y se complementaron en una armonía que fue clave en la evolución del género Homo. El cerebro de las especies de este género, cada vez más grande y complejo, diseñó todos los productos culturales y tecnológicos de esos últimos dos millones de años, pero la mano ha sido el instrumento necesario para lograrlo.

Más Noticias