Comoras: Francia blinda las fronteras del Índico

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Estación marítima de la isla de Anjouan. Fotografía: Diego Gómez Pickering

Diego Gómez Pickering (@gomezpickering)

  • El autor explica la difícil situación a la que se enfrenta el archipiélago de la isla gala de Mayotte debido a las políticas migratorias francesas
  • El gobierno de la metrópoli ha puesto en marcha una serie de medidas que hacen de este pedazo del África insular austral un improbable modelo de políticas migratorias vejatorias de los derechos humanos
  • "Hay grandes similitudes entre lo que hoy sucede en la frontera entre México y los Estados Unidos y lo que vivimos en Mayotte. Encarcelamiento de menores, separación de familias, negación del derecho de asilo, deportaciones masivas, etc."

MAMOUDZOU, Mayotte.-  Al grito de "no más extranjeros", en un sonoro e intimidante francés criollo, un centenar de manifestantes bloquean las puertas de entrada a la oficina de extranjería en la prefectura de Mayotte.

Acompañados de pancartas hechas a mano, en las que con múltiples mensajes repiten la misma consigna que gritan a viva voz, y de cacerolas y trompetas improvisadas, los inconformes, pertenecientes al colectivo Ciudadanos de Mayotte, arremeten y amedrentan a varias de las personas, presuntos extranjeros, que hacen fila para entrar en la oficina de gobierno o salen, atónitos, de la misma. "Estamos aquí para proteger nuestro derecho", masculla Estelle, miembro del colectivo, mientras arrea a varios de sus compinches para retomar los gritos de reclamo. "Pas plus d´étrangers!".

La protesta, que dura varias horas y colapsa la frágil infraestructura vial de la capital mahorense de Mamoudzou, no es la primera y probablemente no sea la última que se registre en este minúsculo territorio insular, parte de los dominios de ultramar franceses en el Océano Índico. Desde finales de 2016, la isla de poco más de 250 mil habitantes, de los cuales aproximadamente la mitad son extranjeros con distintas calidades migratorias, de acuerdo con datos oficiales del gobierno galo, a cargo de la administración, las fronteras y la política exterior del territorio africano; ha sido escenario de encarnecidas manifestaciones públicas frente a lo que muchos de los habitantes de Mayotte consideran como una situación cada vez más agravante e insostenible: la migración.

La isla de Mayotte tiene poco más de 250 mil habitantes, de los cuales aproximadamente la mitad son extranjeros

Tras violentas protestas en el 2018 que tornáronse de esporádicas a permanentes y que colapsaron la economía y la vida en la isla, el gobierno de la metrópoli ha puesto en marcha una serie de medidas que hacen de este pedazo del África insular austral un improbable modelo de políticas migratorias vejatorias de los derechos humanos de los migrantes y refugiados y paleras de las implementadas a más de 9 mil kilómetros de distancia, en la Francia continental, con un dudoso historial de éxito.

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Pasajeros en el ferry que une las islas de Petite Terre y Grande Terre en Mayotte. Fotografía: Diego Gómez Pickering

Una historia complicada

Malgaches, bantúes, portugueses, franceses, árabes omaníes y swahilis. Las influencias, presencias y permanencias de culturas, lenguas y estructuras comerciales y de poder del África Subsahariana, de la península arábiga y del Viejo Continente, son parte indisociable de la historia, del pasado, y también del presente, de la isla de Mayotte (conocida como Mahore en lengua local, de donde se deriva su gentilicio) y de las otras tres islas que conforman el archipiélago de las Comoras. Un conjunto de cuatro islas habitadas, Gran Comora, Moheli y Anjouan, además de la mencionada, y una docena de islotes vírgenes, que constituyen una entidad insular en la que ancestralmente la única frontera conocida era el mar. Frontera a la que hoy se suman, también, las fronteras ideológicas y políticas.

Ancestralmente, la única frontera conocida de las islas de las Comoras era el mar; hoy se suman, también, las fronteras ideológicas y políticas

"Hay una historia en común, una historia de libre circulación (entre todas las islas del archipiélago), eso no lo podemos obviar, hay que ponerlo en contexto para entender la gravedad de los retos y del problema", afirma Solène Dia, directora regional para Mayotte de la organización no gubernamental francesa CIMADE. Esta ONG fue creada en los albores de la Segunda Guerra Mundial en París para asistir a los desplazados por el conflicto bélico, en particular, a la población judía, y que hoy provee asistencia a migrantes y refugiados en todo el territorio galo, incluidos los departamentos de ultramar, como la isla comorense.

Dia se refiere a que cerca el 90% de los inmigrantes de Mayotte, 25% de los cuales se encuentran en situación de clandestinidad, provienen de alguna de las otras tres islas del archipiélago comorense; algo que no es nuevo y no dejará de suceder, de acuerdo con la misma Dia y con múltiples expertos en materia de movilidad humana; más allá de las proyecciones y medidas implementadas durante los últimos tres años por el gobierno francés. Ali Mohammed, un mahorense que ronda los sesenta años, ecologista y antiguo funcionario de seguridad del gobierno colonial, es claro ejemplo de ello. "En esta isla nadie es verdaderamente mahorense, todos venimos de otro lado, nuestras raíces vienen de todos lados", afirma enérgico, el hijo de padre de Anjouan y madre de Gran Comora, nieto de abuelo malgache y de abuela mozambiqueña. "Todo, quizá, empezó a complicarse con la independencia", reflexiona el sexagenario que a través de la asociación de seguridad de aldeanos de Mayotte (ASVM, por sus siglas en francés) aboga por el diálogo entre mahorenses y migrantes.

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Mapa del archipiélago comorense en un libro escolar editado por el Ministerio de Educación de Comoras. Fotografía: Diego Gómez Pickering

Originalmente deshabitado, alrededor del siglo seis de nuestra era, de acuerdo con los vestigios arqueológicos más antiguos descubiertos hasta ahora, se asientan los primeros grupos humanos en el archipiélago, provenientes del sureste asiático. Con posteridad, se suman asentamientos de bantúes provenientes del este de África y de malgaches llegados desde la próxima Madagascar. Para cuando los navegantes portugueses desembarcan en las Comoras, a inicios del siglo dieciséis, convirtiéndose en los primeros europeos en hacerlo, las islas llevan décadas siendo punto neurálgico para el comercio entre las costas del Golfo Pérsico y la costa oriental africana. La presencia francesa, la más reciente de todas, no inicia sino hasta 1841, consolidándose hasta principios del siglo veinte, cuando las Comoras se convierten, de forma efectiva, en una colonia gala dependiente de la administración francesa con sede en Madagascar.

Cuando la ola de independencias en los años sesenta y setenta del siglo pasado pone punto final a los vetustos regímenes coloniales británicos y franceses en África, Asia y el Caribe, llega el turno a Comoras de iniciar una vida como estado soberano; pero no sin sus bemoles. A la declaratoria de independencia comorense de 1975 no se unió Mayotte, que tras un referendo optó por continuar bajo dominio francés. Aun cuando Naciones Unidas no reconozca dicha consulta y todavía sostenga la unidad territorial comorense con Mayotte incluida, la ínsula es en efecto territorio francés y como tal regida por las leyes galas, incluidas, por supuesto las migratorias.

Puertas cerradas

"Hay grandes similitudes entre lo que hoy sucede en la frontera entre México y los Estados Unidos y lo que vivimos día con día en Mayotte. Encarcelamiento y aislamiento de menores de edad, separación de familias, negación del derecho de asilo, deportaciones masivas, redadas y atropello de todo tipo de derechos de los migrantes comorenses y solicitantes de asilo africanos", afirma la mexicana Alexia Martel, especialista en migración de la prestigiosa facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de París, quien lleva casi un año en Mayotte trabajando como voluntaria con migrantes y refugiados venidos de Comoras y allende en África, Ruanda, Burundi o la República Democrática del Congo, por citar algunos casos.

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Cooperativa de Bradrele, en la isla de Mayotte, compuesta por migrantes comorenses asimilados a Mayotte quienes trabajan en favor del diálogo entre comunidades . Fotografía: Diego Gómez Pickering

Durante su visita al territorio insular en octubre de 2019, el presidente francés, Emmanuel Macron, como parte de una gira proselitista africana que incluyó también la isla de la Reunión, anunció con bombo y platillo la denominada operación "Shikandra", cuyo objetivo es la deportación de por lo menos 25 mil inmigrantes indocumentados, un 10% del total de los habitantes de Mayotte, durante los próximos meses. Para ello, prometió más recursos para el combate de la migración clandestina y hasta mil 500 efectivos más de las fuerzas del orden, tanto de gendarmería como de la policía fronteriza (conocida como PAF, por sus siglas en francés). La visita de Macron, ampliamente publicitada en los medios locales, no fue fortuita: uno de sus principales contendientes políticos, la Agrupación Nacional de la ultraderechista Marine Le Pen, tuvo una abrumadora mayoría entre los votantes mahorenses durante las últimas elecciones.

"La respuesta del gobierno de Macron es errónea, no busca invertir más en la educación, en la infraestructura o en los servicios sociales sino aumentar las deportaciones"

"La respuesta  del gobierno a las demandas de la población (de Mayotte) es errónea, no busca invertir más en la educación, en la infraestructura o en los servicios sociales sino aumentar las deportaciones, y eso, lejos de resolver el problema, lo agrava" afirma Dia, sobre la estrategia de la administración de Macron para hacer frente al creciente descontento de los habitantes de Mayotte sobre lo que consideran una notoria ausencia del Estado en su isla, más allá de la cuestión migratoria, que si ha de enfrentarse, debe hacerse tomando en cuenta las particularidades de la situación geográfica insular y la innegable relación y flujo humano y de bienes entre Comoras y la hermana isla de Mayotte. "No se trata de regularizar a todos los inmigrantes clandestinos, pero sí de proveer opciones a futuro y dejar de implementar esquemas que crean ciudadanos de primera, segunda y tercera clase", considera Ali Mohammed al respecto.

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Bahía de Mamamdzou, capital de la isla de Mayotte. Fotografía: Diego Gómez Pickering

Anjouan, el otro lado de la moneda

"Cuando Bishir cayó del árbol de mango tenía medio fémur colgando de la pierna, no tenía más opción si quería salvar su extremidad", recuerda con la voz temblorosa y visiblemente emocionado Baco Tadjili mientras me muestra el frondoso árbol frutal que adorna su pequeña parcela en la parte alta del pueblo de Ouani desde donde su hijo mayor Bishir cayó estrepitosamente al intentar recolectar los mangos maduros.

Estamos en el extremo oriental de la isla de Anjouan, en la república de Comoras, a solo 70 kilómetros de las costas de Mayotte, de Francia. Mismo archipiélago, pero distinto país. La familia Tadjili, compuesta por Baco, su mujer, Adama, dos niñas de 8 y 12 años, un niño de 5 y el mayor Bishir, a punto de cumplir 18, ha estado afincada en Ouani por generaciones. Baco es funcionario del Estado, encargado de los programas de alfabetización en la isla de Anjouan, aunque no ha recibido pago desde 2011, como tampoco lo ha hecho ninguno de sus colegas adscritos al Ministerio de Educación. "Así, no se puede sobrevivir", afirma con cierto dejo de resignación. La economía de subsistencia y admirables redes de apoyo entre vecinos y familias extendidas son las que permiten la vida en esta isla de rugoso terreno volcánico, donde la electricidad solo llega un par de horas por semana, donde no hay sistema de agua potable y en donde la única carretera asfaltada es la que comunica al decrépito aeropuerto con la capital portuaria de Mutsamoudou. Las Comoras son uno de los países más pobres del mundo y uno de los más subdesarrollados del continente africano, de acuerdo con el índice de desarrollo humano de la Agencia de Naciones Unidas para el Desarrollo o PNUD. También, y por décadas, han sido el principal punto de partida para miles de comorenses que viven hoy en Mayotte, con o sin documentación apropiada, isla que si bien dista mucho del nivel de desarrollo de otras colonias francesas es un paraíso terrenal a comparación de Anjouan.

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Interior de la isla comorense de Anjouan, la más cercana del archipiélago a Mayotte. Fotografía: Diego Gómez Pickering

"No lo pensé ni un momento, cargué a Bishir en brazos y nos dirigimos a la playa", continúa Baco el recuento de su travesía a lo largo del canal que separa su isla natal de la vecina Mayotte tras el accidente de su hijo. En Anjouan no hay hospitales y la única opción a la mano era trasladarse clandestinamente en una panga hasta Mayotte. En promedio, entre 20 y 30 de estas muy precarias embarcaciones, muchas de ellas de madera y sin motor, hacen el trayecto entre las dos islas diariamente, llevando consigo desde cinco hasta cuarenta pasajeros. De ello depende el precio a pagar a los denominados passeurs, los coyotes, pilotos de estas lanchas, que controlan el tráfico humano entre las dos islas, enriqueciéndose de por medio. A Baco con su convaleciente hijo en brazos, le costó 500 euros la travesía y dos intentos, hasta que esquivando a la patrulla marítima de la PAF francesa logró desembarcar muy cerca del puerto principal de Mayotte. Ahí esperó a que se hiciera de noche, para con su abrigo pasar desapercibido y alcanzar el hospital general del territorio galo, donde el médico en turno salvó la pierna de Bishir. Baco volvió, por la misma vía, a Anjouan, prefirió eso a someterse a la humillación que conlleva una deportación. Bishir decidió quedarse en Mayotte, ya han pasado casi dos años y hoy está a punto de titularse como bachiller. Su padre, madre y hermanas le extrañan mucho, pero saben que es lo mejor, para él y para ellos.

El gobierno francés firmó un acuerdo con el de Comoras como parte de la estrategia impulsada por Macron que implica una considerable inversión gala en el archipiélago a cambio de un control más estricto por parte del gobierno comorense a las embarcaciones ilegales que parten de Anjouan con destino a Mayotte. "La verdad es que no ha servido de nada", afirma Baco, "lo único que ha cambiado con ese acuerdo son los precios, ahora es más caro ir a Mayotte", reconoce sobre la subida en las tarifas de los traficantes. Supone, se debe al incremento en el pago de sobornos a los agentes migratorios franceses. Y del dinero dado por Francia al gobierno de Comoras menos noticia tiene, estos días los recortes eléctricos se dan incluso más seguido que de costumbre.

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Mezquita de la localidad de Ouani, en la isla de Anjouan. Fotografía: Diego Gómez Pickering