La ruta más peligrosa: una de cada 20 personas que trata de llegar a las Canarias muere en el intento

Missing Migrants
Fotografía de Missing Migrants

Laura Sanz-Cruzado (@laura__ese)

De todas las rutas para alcanzar Europa, la canaria es la más peligrosa: se ha cobrado 246 vidas en lo que llevamos de 2020 y más de 2.000 desde 1999

Cuando Ousmane Tall se embarcó en el cayuco que le llevaría de su tierra, Dakar (Senegal), a Tenerife, un lugar que ni siquiera sabía dónde estaba, no sintió miedo. Sintió tristeza. Tristeza de pensar en lo devastada que quedaría su madre si a él le pasaba algo. En ella pensó los seis días que duró la travesía. Era noviembre de 2006, Ousmane tenía 19 años y estaba en el océano junto a unos 70 compañeros más. Al tercer día, uno de los dos motores de la embarcación se estropeó. Pudieron arreglarlo, pero al día siguiente falló el otro. Dos días después, ya a punto de llegar, el agua empezó a filtrarse por todas partes. Entre todos consiguieron achicarla, remendar los agujeros por los que se colaba y arribar in extremis. Habían logrado lo imposible: llegar todos con vida.

La historia de Ousmane es tan milagrosa como inusual, porque de todas las rutas para alcanzar Europa que utilizan los migrantes, la canaria es sin duda la más peligrosa. Tanto que acaba con la vida de una de cada 20 personas que intentan llegar a territorio canario en busca de una vida mejor. Un total de 246 vidas en lo que llevamos de 2020 y más de 2.000 desde 1999, año en que se registró el primer naufragio, según datos del proyecto Missing Migrants (Migrantes desaparecidos, en español) de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que contabiliza las muertes y desapariciones de migrantes en rutas migratorias de todo el mundo. Por eso, que el cayuco de Ousmane llegase con todos sus miembros vivos es prácticamente un milagro.

"Mis compañeros y yo fuimos unos privilegiados por llegar con vida. Ahora lo pienso y fue una locura total. Ni de coña volvería a hacerlo. Es un peligro, un suicidio seguro", cuenta Ousmane, que todavía hoy se pregunta cómo pudo atreverse a hacer ese viaje. El destino le permitió llegar sano y salvo a Tenerife, donde vive desde entonces y donde actualmente, después de mucho trabajo, esfuerzo y sacrificio, regenta una barbería. Hoy las cosas le van bien, pero lo que vivió esos seis días a bordo de ese cayuco no se le olvidará nunca. "Son imágenes que no se me borrarán hasta que me muera. Puede parecer una película, pero no lo es. Es real", asegura.

Llegar a tierra sin haber tenido que lanzar uno o varios cadáveres al océano no es lo habitual en esta ruta. Y es que la letalidad de la vía atlántica supera la del resto de rutas clandestinas hacia Europa. En la del Mediterráneo occidental (estrecho de Gibraltar y mar de Alborán) mueren una de cada 94 personas. En la del Mediterráneo central (Italia y Malta), una de cada 54. Y en la del Mediterráneo oriental (Grecia), una de cada 115. Son cifras absolutamente terribles y dolorosas, pero aun así no se comparan con las que deja la ruta canaria. Y eso teniendo en cuenta que seguramente haya muchos cayucos que desaparezcan sin ni siquiera dejar rastro y que no siempre se disponen de todos los datos para calcular bien cuántas personas mueren en el intento, advierte la coordinadora de Missing Migrants, Julia Black.

OIM
Fotografía de la OIM

Son varios los factores que convierten a la vía atlántica en una ruta tan arriesgada, explica. Por un lado, "los cayucos no están preparados para llevar suficientes provisiones para todos los pasajeros, es fácil que zozobren y muy a menudo los manejan personas sin habilidades de navegación". Sin olvidar que no todos los pasajeros son capaces de nadar si algo sale mal. Por otro, las condiciones meteorológicas de este trayecto son especialmente malas, con fuertes vientos que soplan en dirección contraria a la de las embarcaciones y las hacen tambalearse.

El 18 de julio de este año tuvo lugar un caso especialmente dramático, recuerda la coordinadora de Missing Migrants. Ese día zarpó de la costa de Tarfaya (Marruecos) rumbo a las Canarias una embarcación con 63 personas a bordo, entre ellas al menos un niño. Ninguna de ellas sobrevivió. Pero el peor naufragio hacia Canarias del que se tiene constancia ocurrió el 21 de abril de 2007. Un cayuco procedente de la isla de Diogué, en el sur de Senegal, desapareció en el mar y con él, todos sus ocupantes: 160 jóvenes de la región de Kolda, también en el sur del país, de los que nunca se volvió a saber nada. El océano se los tragó para siempre.

"Es verdaderamente trágico ver a personas obligadas a arriesgar sus vidas solo para buscar un futuro mejor. Para evitar estas muertes sin sentido, los Estados deben hacer todo lo posible para ayudar a los barcos en peligro. Eso a corto plazo. A largo plazo, la única solución es proporcionar rutas seguras y legales para los migrantes. Que se produzcan tantas muertes es simplemente inhumano e impensable para la gran mayoría de nosotros", afirma Black.

Más llegadas, más muertes

Los números evidencian que las travesías hacia las Canarias van en aumento. Según detalla Julia Black, de enero a julio de este año se han registrado más de 3.200 llegadas de manera clandestina a las islas frente a las 2.698 que hubo en todo 2019 y las 1.307 de 2018. Y a más llegadas, más muertes. Si a lo largo de 2019 más de 210 personas perdieron la vida intentando alcanzar Europa por la ruta atlántica, solo en lo que va de año ya han muerto 246. "No tengo claro por qué está sucediendo esto este año en particular", dice la coordinadora de Missing Migrants. Quizá haya influido que la policía marroquí esté controlando cada vez más las travesías del Estrecho y el mar de Alborán, lo que habría obligado a muchas personas a decantarse por esta otra ruta.

En cualquier caso, lo cierto es que los viajes en cayuco o en patera son un fenómeno muy pequeño dentro de los movimientos migratorios, a pesar de que reciben mucha atención mediática y acaparan el discurso migratorio de instituciones y políticos. Solo el 4,5% de quienes migran a Europa lo hacen de manera clandestina, según un informe de la fundación porCausa, y de los 664.557 extranjeros que llegaron a España en 2019 de acuerdo al Instituto Nacional de Estadística (INE), apenas 26.168 personas lo hicieron en patera, asegura el Ministerio del Interior.

Pero el hecho de que el porcentaje de personas que migra de esta forma sea muy reducido no hace que no sea importante llevar la cuenta y recordar a las personas que se han dejado la vida cruzando el mar. Tal y como explica Julia Black, lo es por dos razones: "Para contrarrestar la invisibilidad de estas personas, que son seres humanos llenos de esperanzas, y para poder proporcionar un cierre a todas esas familias que se preguntan continuamente qué fue de su hermano, su madre o su hijo". Lo más triste es que "con tantos cuerpos perdidos en el mar y sin que se haga ningún esfuerzo para recuperarlos o identificarlos, puede que nunca sepan que pasó a su familiar". Por eso Ousmane no podía dejar de pensar en qué hubiera sido de su madre si él no hubiese llegado con vida a la que hoy también es su tierra.