Contraparte

No se preocupen por el empleo, no hay. Lo saben hasta en el PP

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Isidro López (@suma_cero) y Emmanuel Rodríguez (@emmanuelrog)

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El empleo es un recurso cada vez más escaso, como el atún rojo del Mediterráneo o la cigala del Cantábrico. No es un problema de que no haya riqueza. La hay a espuertas. En términos financieros de calcula que existen como mínimo 240 billones de dólares en activos de distintos tipo, lo suficiente como para pagar una renta básica de 600 dólares al mes a todos los habitantes del planeta durante más de cuatro años y medio. Si se llevase a cabo este programa, aunque sólo fuera el equivalente a 6 meses, el efecto multiplicador en la economía real podría ser inimaginable.

Pero dejémonos estas chifladuras socializantes a algunos expertos de los Bancos centrales que ya hablan de que para salir de la crisis es mejor tirar el dinero de un helicoptero, que seguir dándoselo a las grandes instituciones financieras. A falta de redistribución de esta riqueza y a más financiarización, lo único esperable es que el empleo siga siendo escaso. Al menos si lo que entendemos por empleo son aquellos trabajos que venían asociados a garantías tan "extrañas" como cierta estabilidad, algo de seguridad de las condiciones de trabajo, un horario "limitado" y un ingreso mínimo, más allá del miserabilismo. En el PP madrileño han entendido este principio de escasez relativa del trabajo a las mil maravillas y por eso el pasado mes de marzo redactaron un extenso documento presentado por la ínclita Cristina Cifuentes: Estrategia Madrid por el empleo.

El texto no tiene desperdicio. Quizás la ausencia más clamorosa, y las más evidente, es que no incluye análisis alguno desde el punto de vista del modelo productivo. ¿Para qué? Dentro de un marco cortoplacista, y de acuerdo con la doxa neoliberal, la distribución sectorial del empleo se da por sentada, no es algo sobre lo que las políticas de gobierno tengan trabajar. Resultado: en el contexto de reanimación moderada de la máquina inmobiliaria, o al menos de sus perfiles más característicos, "la apuesta por el de empleo" vuelve a recaer en los mismos sectores de la construcción residencial, las infraestructuras, el turismo y los servicios descualificados. O lo que es lo mismo en los sectores desvinculados del crecimiento de la productividad del trabajo y perfectamente acoplados a la dinámica de revalorización de los activos inmobiliarios y financieros. Traduzcan rápidamente: precariedad, infrarremuneración y temporalidad.

Al desvincularse de cualquier análisis de la coyuntura macroeconómica, el desempleo vuelve a aparecer como un elemento "friccional". Esto quiere decir que si usted está parado míreselo bien. O es tonto y le falta información acerca de las oportunidades "realmente existentes". O lo que es peor, resulta que usted es un "comodón" y no quiere aceptarlas. Sea como sea, las necesidades de las empresas aparecen aquí como las guías absolutas de la generación de empleo. A los políticos, sólo les queda considerar la inadecuación entre estas necesidades y la cualificación de la fuerza de trabajo. Valga decir que en esta lectura, el problema del desempleo se reduce a que demanda y oferta no han encontrado su punto de corte. La causa fundamental de este "desequilibrio" es ¿adivinenlo?, el Estado, con su empeño en subsidiar el paro o regular los salarios mínimos.

Se podría pensar que dentro de este marco, a la administración sólo le quedaría retirarse progresivamente del mercado de trabajo. Y así es como piensan en el PP, pero como siempre sólo a medias o en una particular dirección, por eso han decidido dedicarle nada menos 650 millones al "fomento del empleo". El documento prevé (cómo no) la externalización y privatización de los dispositivos asociados a la estrategia. Así, por un lado, se privilegia a las agencias de colocación privada frente al servicio público de empleo. Y es que las empresas privadas, tipo ETT, son mucho más dinámicas y capaces de leer las necesidades de las empresas: comparen la frescura y agilidad de ManPower o Adecco con la lentitud funcionarial de los servicios públicos del INEM. En segundo lugar, aparece toda una panoplia de cursos de formación destinados a la elevación de la cualificación de la fuerza de trabajo. Como en el primer punto, las agencias de colocación, los cursos de formación se entienden claramente como un nicho de beneficio privado que se deriva de la aplicación de esta estrategia. En este caso, y esto hace a este punto especialmente delicado, un nicho de beneficio controlado por los sindicatos que han firmado este acuerdo. Y es que todo lo que lleve la palabra empleo huele a negocio. Pero no se preocupen, todo encaja, es por el bien de todos.

La estrategia de empleo, buen artefacto político del PP, huye de cualquier figura de gasto social que pudiera ser controlada directamente por los trabajadores. Como bien reza su mantra (uno casi parece bobo de sólo escribirlo) "la mejor política social es la creación de empleo". Por supuesto, en el fondo de este planteamiento, está evitar, por todos los medios, que los trabajadores y parados puedan tener poder alguno en sus movimientos en el mercado, tales como facilitar una negociación colectiva mas equilibrada o un mejor ajuste de la distribución del VAB. Si a esto le sumamos las fuertes cantidades destinadas a las empresas en forma de incentivos a la contratación o de figuras como la extensión de los contratos de formación, la llamada "estrategia de empleo" aparece fundamentalmente como una operación de transferencia de recursos públicos al sector privado, en detrimento de cualquier forma de autonomía de los trabajadores y los parados.

En última instancia, esta apuesta por las necesidades de las empresas y la subvención directa a su cuenta de beneficios, desvinculada de todo análisis macroeconómico y de la puesta en marcha de elementos de recuperación de la productividad del trabajo, viene a reduplicar el carácter procíclico del empleo. Todo ello en la misma línea que la última reforma laboral, también del PP. La peculiar composición capital/trabajo de los sectores predominantes en la economía madrileleña, particularmente los servicios descualificados o de cualificación media, permite que en una situación medianamente expansiva, las empresas contraten grandes cantidades de trabajo temporal. Un empleo del que podrán desprenderse fácilmente con los primeros síntomas de deceleración, agravando en el medio plazo el problema del desempleo.

Sin elementos de cambio de modelo productivo y sin vectores claros de crecimiento, todo este entramado de incentivos, agencias de intermediación y transferencias a agentes empresariales simplemente puede aspirar a acelerar la rotación de la fuerza de trabajo en los puestos de trabajo existentes. El resultado será la expulsión paulatina de los trabajadores de los tramos con mayores costes laborales unitarios y la generación de nuevos puestos en aquellas actividades intensivas en trabajo, con mayor flexibilidad en su relación capital/trabajo, pero siempre sometidas a variables procíclicas.

Y es que no lo duden, el PP lo ha entendido. El empleo (el bueno) es un bien escaso. Pero del malo, al menos en las épocas de crecimiento relativo, lo vamos a seguir disfrutando, sólo que cada vez va a ser peor.

 

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