Contraparte

¿Maquiavelo, decíamos? Diez tesis a partir y más allá de las elecciones catalanas

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Antón Fernández de Rota (@AntonFdezdeRota)

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1. Los resultados de las catalanas sí fueron un test para Podemos. De cara a las generales no se estaba midiendo con el PP ni con ninguna otra fuerza política que no fuese el PSOE, ni siquiera con Ciutadans, cuyos resultados no son en absoluto extrapolables. Y perdió.

2. El PP tampoco se medía con ninguna otra fuerza salvo con Ciudadanos. Hasta ahora el gran partido que inflamaba los ánimos independentistas fue el PP, y también era éste quien obtenía réditos electorales, en el resto de la península, explotando el conflicto nacional. La novedad es que ahora ya no será el único en sacar tajada, ni necesariamente el más beneficiado. La "casa de todas las derechas españolas" está definitivamente rota y quedará dividida en las generales. Pero también ha dado un importante paso hacia el extremismo, presentando al xenófobo Albiol como candidato popular en Cataluña y con los ultras en piel de cordero de Ciutadans cobrando fuerza.

3. El nacionalismo catalán ha obtenido el 50,4% de los votos, sumando JxSi, las CUP y Unió. El nacionalismo español se ha quedado con un 39,1%. El casi 9% de Catalunya Si Que Es Pot no se puede adjudicar fácilmente a ninguno de los bandos nacionalistas, pero sí al de cierta aspiración democrática que ha resultado ampliamente mayoritaria: la del derecho a decidir en referéndum.

4. El "procés" catalán está lejos de agotarse y ninguna opción democrática parece legítima salvo una: la celebración de un referéndum y la constitución, en el hipotético caso de salir el sí, de una república catalana. Lo cual puede significar tanto la independencia como otra cosa. California, que un día fue española, funciona como una república dentro de un estado federal. A lo largo de las últimas décadas se ha innovado tanto en la ingeniería financiera como en la constitucional, tanto en el nivel infra como supra-estatal. Así, por ejemplo, Hong Kong es en términos fácticos una república, con su propia constitución política y sistémica económico, muy distinto al vigente en Pekín. Ahora bien, en la mayor parte de los casos estas innovaciones ha resultado tan contrarias a la democracia como lo han sido las innovaciones que se han dado en materia financiera (por ejemplo, el gobierno de la performance estatal por parte de las empresas de calificación de riesgos estadounidensas; y el nuevo rol de los estados dentro ASEAN+4 o la UE, donde el principio de representación no es más que una caricatura). Faltan por crear nuevos modelos federalistas a la altura de las exigencias democráticas y de los tiempos actuales de globalización.

5. En el caso catalán, Guanyem ha puesto de manifiesto la necesidad de avanzar en la descentralización aumentando la autonomía municipal, pero para el concierto territorial, en términos redistributivos, nada como Cataluña, dado el peso asimétrico de la capital, pone más evidentemente de manifiesto la necesidad de acompañar el aumento en la autonomía municipal con otro equivalente al nivel ahora llamado "autonómico". La crisis europea ha puesto sobre el tapete una cuestión más: la necesidad de un Sur (y un Este) europeo trans-estatal política y económicamente significativo, capaz de equilibrar federalmente los pesos de la balanza continental y de diversificar sus economías rompiendo con la vigente división europea del capital y del trabajo. Solo así una Europa democrática podrá existir, y la moneda única tendrá sentido.

6. De las generales en diciembre parecen posibles dos resultados: un nuevo gobierno del PP con el apoyo de Ciudadanos, o del PSOE con el apoyo de Podemos y aliados. Un acuerdo PP-PSOE supondría el fin del bipartidismo. Las otras dos opciones conllevarán una alta inestabilidad, especialmente en el caso de un gobierno socialista: sus hipotéticos socios se verían constantemente llamados al enfrentamiento, presionados por su propio instinto de supervivencia y por los movimientos sociales sin los cuales se desplomarían.

7. Esta situación de ingobernabilidad se irá declinando según los vaivenes de una espacialidad política que excede por mucho el ámbito estatal. Cualquiera que sea el resultado, el "ordo-liberalismo tardío" de Alemania y la Comisión Europea tiene buenas razones para el nerviosismo. Aunque descafeinada, Syriza sigue en el poder. En el Reino Unido Cameron ha sido puesto en jaque desde dos posiciones antagónicas: de un lado, el inesperado giro a la izquierda del laborismo británico; del otro, por la derecha xenófoba y anti-europeísta del UKIP, sin haber podido resolver –tan solo postergar- el problema escocés. Al tiempo que la izquierda democrática avanza tímidamente en España o el Reino Unido y se mantiene en Grecia, la extrema derecha crece por todas partes; el caso francés es alarmante, pero el húngaro lo es aún más. La recesión económica ha llegado al Norte, incluso a la Finlandia de Nokia, devorada por las empresas estadounidensas del llamado "Internet de las Cosas". La guerra global de divisas le pasará factura a la UE. También la ralentización de la economía china. El apoyo al crédito a través del "quantitative easing" del BCE (inyección pública de liquidez en el sistema privado bancario) parece tener los días contados y  ya ha sido anunciada su paralización. Parece predecible un escenario de estancamiento en Europa durante los próximos años, con un crecimiento sostenido de la deuda y una eventual vuelta a la recesión en España y otros países. Por el contrario, no es fácil prever la evolución de las guerras en el Oriente Próximo y África, en la que están metidas las potencias europeas, tampoco los avatares de la tensión geopolítica con Rusia, con sus puntos calientes en Ucrania y Grecia. En este contexto, la inestabilidad política del Sur europeo será un quebradero de cabeza más, que puede obligar a Alemania a cambiar sus posiciones.

8. Dada la cartografía política descrita, puede concluirse que el ciclo político dista de haberse cerrado; ni siquiera estamos caminando por una fase de resolución. Las elecciones de diciembre nos adentrarán en un nuevo escenario. A día de hoy, la apuesta de desborde lanzada desde Ahora en Común puede darse por fracasada. Y esto por una razón: no ha logrado constituir su cuerpo a partir de una amplia movilización ciudadana, siendo absorbido así, en su debilidad, por los intereses partidistas. Pero su hipótesis sigue siendo la única realista, en la mejor tradición de Maquiavelo. Tras las elecciones de diciembre, el partido-instrumental, llámese Podemos o de alguna otra manera, ya se encuentre en la oposición o como socio de gobierno esforzándose por no ser fagocitado por el PSOE, buscando la manera de provocar unas elecciones anticipadas en las que resultar ganador, solo podrá alcanzar sus objetivos a partir de un desborde movilizador, reeditando el movimiento de "l@s indignad@s". Sin el movimiento el partido-instrumental está condenado al fracaso, y los experimentos municipalistas existentes se verán acorralados.

9. En las elecciones catalanas hubo claro un ganador: la vieja política. Ciutadans es vieja política, también Junts Pel Sí. El maquillaje emprendedor y adolfo-suarista de Ciudadanos ("ni derechas ni izquierdas", "España y espíritu de la Transición") terminará por derretirse mostrando su faz bajo la cosmética. El "procés", en verdad un fenómeno ambiguo, complejo y rico en matices, está abierto. Puede caminar hacia un creciente repliegue en lo nacional, con su implícita insolidaridad entre territorios, o puede declinarse en un proceso constituyente con importantes tintes sociales que contribuya a la redefinición de la institucionalidad estatal, en Cataluña y más allá. Ahora bien, a diferencia de lo conseguido en el nivel municipal, el "procés" no ha pensado hasta ahora la "nueva política", que significa dos cosas: 1) redefinir la democracia en el contexto de la globalización y de la cooperación social en las redes desterritorializadas, profundizando en sus formas de proximidad para ir desde lo local hasta lo supra-estatal; 2) la creación de ese nuevo programa político del que carece la izquierda, y en el que Podemos no ha conseguido avanzar, prefiriendo flirtear con los nuevos (viejos) keynesianismos que moran entre nosotros como muertos-vivientes.

10. El ciclo, en definitiva, está abierto. Y lo está en la turbulencia del escenario, bajo la amenaza de la extrema derecha creciente en el continente, de la guerra que se libra a las puertas de Europa, y en medio de una incierta crisis económica global que tan solo nos provee con una certeza: que ella, la crisis, continuará. El reto pasa por radicalizar la democracia, más acá y más allá de lo estatal, hacerla florecer con los movimientos de la multitud, y diseñar los nuevos programas con los que refundar al fin una tradición, la de la izquierda, que desde hace ya demasiadas décadas vaga ideológicamente a la deriva.

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